* Dos ‘paros armados’ seguidos
* Reingeniería regional y local
Lo que ocurrió en la última semana en Chocó abre muchos interrogantes. El mal llamado ‘paro armado’ que las Farc presionaron en parte de ese departamento constituyó un campanazo de alerta para las Fuerzas Militares y de Policía, que está claro fueron sorprendidas por la dimensión de la amenaza terrorista y, por lo tanto, su reacción terminó siendo tardía.
Nadie niega que en esta clase de ‘parálisis’ la principal herramienta de los grupos ilegales es su capacidad de infundir temor entre la población, una sensación que no es gratuita dados los antecedentes criminales y de sevicia que distinguen a la guerrilla y las facciones neoparamilitares que delinquen en este olvidado departamento. Ello explica por qué, pese a que tropas del Ejército, la Armada y la Policía ofrecieron acompañamiento a las caravanas de camiones y vigilancia reforzada en cascos urbanos, comercios así como en vías terrestres y fluviales, una gran parte de los habitantes se abstuvo de movilizarse por la región.
El hecho de que en las comunidades de varios municipios pesara más el temor que las garantías de seguridad ofrecidas por las autoridades termina siendo muy preocupante, más aún porque este es el segundo ‘paro armado’ que el Chocó soporta este año. Como se recuerda, en enero pasado la zona bananera también fue blanco de esta presión ilegal cuando la banda criminal de “los urabeños”, en protesta por el abatimiento de uno de sus cabecillas, amenazó con asesinar a quien no detuviera sus actividades en la zona.
Algunas hipótesis sobre esta crisis de orden público en Chocó apuntan a que guerrilla y bandas criminales están en una especie de lucha territorial, no sólo por el dominio de narcocultivos y rutas de narcotráfico, contrabando y aprovisionamiento logístico para sus facciones ilegales, sino por el convencimiento de que el Estado no lanzará en este departamento una ofensiva militar y policial de la misma dimensión que se registra cuando se trata de regiones más prioritarias. Igual se rumora que las facciones ilegales están llegando a la región escapando de las megaoperaciones de la Fuerza Pública en Cauca.
Sea cual sea el móvil de los mal llamados ‘paros armados’ en esta zona del Pacífico, lo cierto es que el Gobierno y la cúpula de la Fuerza Pública tienen que replantear toda su estrategia de seguridad en Chocó, no sólo en materia de aumento de pie de fuerza y de capacidad de reacción aérea y terrestre de las tropas, sino preferencialmente de Inteligencia, pues aquí no se está hablando de grandes grupos de subversivos y neoparamilitares uniformados y con armas a la vista, sino de criminales que se camuflan entre la población civil para llevar a cabo secuestros, extorsiones, asesinatos e intimidaciones. Es urgente evitar que este departamento termine siendo escenario de crisis de orden público como las que se registran en Cauca.
De otro lado y aunque ya suene a frase de cajón, es obvio que Chocó necesita una reingeniería en materia de administración pública, tanto en nivel seccional como local. Los informes sobre corrupción y desgreño presupuestal señalan a este departamento y varios de sus principales municipios entre los más afectados por estos flagelos. Las mismas autoridades gubernamentales del orden nacional advierten que si bien el flujo de recursos de inversión social para esta zona no es de los más altos del país, si hubiera una mayor eficiencia y transparencia en el manejo de los mismos los índices de pobreza y abandono estatal no serían tan críticos como los que hoy existen.
El consejo de ministros que mañana encabezará el presidente Santos en Quibdó debe servir para sentar las bases de un nuevo plan estructural para este departamento. Una especie de “Plan Chocó”. Uno que supere los magros resultados de estrategias lanzadas en pasadas administraciones. Incluso podría analizarse la posibilidad de crear una consejería presidencial para este departamento, como la que antaño funcionara para el caso de San Andrés. No más paños de agua tibia. Llegó la hora de las decisiones de fondo y los procesos de largo aliento.