Una pléyade de estadistas | El Nuevo Siglo
Lunes, 27 de Mayo de 2013

* Voluntad política y voluntad de poder

* Alternativas del conservatismo

 

Existe  una cierta sutil diferencia entre voluntad política y voluntad de poder, pese a la relación que entre los dos términos, en cuanto actos de voluntad, puesto que algunos dirán que no puede prosperar  la voluntad política sin voluntad de poder y viceversa. La diferencia conceptual consistiría en señalar que la voluntad política es el esfuerzo por la supervivencia partidista, en tanto la voluntad de poder implica la pasión por orientar el cambio. Al utilizar esta figura tendríamos que el Partido Conservador posee voluntad política, en el sentido que existe, está ahí, sobrevive las justas electorales, obtiene un importante número de senadores, diputados, concejales, que se destacan o permanecen en segundo plano. En cuanto a la voluntad de poder, en el sentido de tener grandes objetivos para el cambio, eso  implica apoyar y lanzar un candidato propio que exprese las propuestas de cambio que se convierten en la pasión y fin superior del Partido, para movilizar a las masas, factor esencial de la contienda política que hoy  brilla por su ausencia,

Al fin y al cabo, como reza en la Constitución de 1991: “Los partidos son instituciones permanentes que reflejan el pluralismo, promueven y encauzan la participación de los ciudadanos y contribuyen a la manifestación y participación de la voluntad popular, con el objeto de acceder al poder, a los cargos de representación popular y de influir en las decisiones políticas y democráticas de la nación”. Y para que reflejen esa permanencia en el sistema democrático deben inexorablemente ganar elecciones cada cuatro años, de lo contrario, al quedar por debajo del umbral se pierde la personería jurídica, razón por la  cual su supervivencia depende de captar el voto de la calle.

El Partido Conservador se ha convertido en un club de congresistas, por el peso decisivo que tienen en el Congreso y la organización partidista, cuyo fin primordial no es la voluntad de poder para el cambio, sino la voluntad política de continuar en el Legislativo. Por lo tanto dividen sus esfuerzos proselitistas entre las propuestas regionales y conseguir influjo estatal. Esa finalidad de la mecánica política se transforma en obsesión, por lo que se va produciendo silenciosamente en su visión el mismo efecto de las cataratas que desarrollan una película diminuta que no deja ver el conjunto, acaso lo perciben de manera borrosa. Tal vez, por ese fenómeno ocurre un estancamiento infecundo que llega a que las gentes piensen que el conservatismo,  siendo una agrupación política histórica tan importante y representativa, carece de figuras para llevar a la Presidencia de la República.

Esa falta  de notables en el conservatismo es absolutamente falsa, basta mirar alrededor y observar que tenemos personajes que, en un momento dado, podrían hacer reverdecer  la voluntad de poder para el cambio. Se trata de una pléyade de elementos representativos de nuestra nacionalidad de primer orden en el ámbito público y privado, con condiciones de estadistas y capacidad  para capitanear grandes empresas. Quienes podrían poner sus facultades y excepcionales calidades de conductores al servicio de la Nación desde la Jefatura del Estado, en caso de ostentar la candidatura del Partido Conservador y obtener el apoyo de lo conservador disperso en otras toldas políticas  o que no vota.

Fluyen de inmediato a la mente varios nombres sin ningún orden de prioridades, ni siquiera de apellidos. Entre  las  figuras notables podemos citar a Luís Alfredo Ramos, Nicanor Restrepo, Juan Camilo Restrepo, Gabriel Echavarría, Jorge Londoño, y del eje cafetero a Luis Carlos Villegas. En el resto del país tenemos a Alejandro Ordóñez, Rodrigo Noguera, Luis Carlos Sarmiento Angulo, Hernán Beltz Peralta, Carlos Julio Ardila, Mauricio Cárdenas, Juan Gabriel Uribe, Luis Alberto Moreno, José Félix Lafaurie, Juan Carlos Echeverry, Marta Lucía Ramírez y Noemí Sanín. Estos dirigentes que mencionamos se destacan en cuanto  tienen formación y experiencia en lo público, la empresa privada y la academia, como la capacidad de concentrar sus energías al servicio de un gran proyecto nacional. Y, naturalmente, Andrés  Pastrana, que no tiene impedimento constitucional. La presencia del senador Efraín Cepeda en la Presidencia del Partido Conservador y la altura de miras de los miembros de esa directiva, garantizan la imparcialidad y el apoyo leal y entusiasta al candidato que escoja la convención del Partido Conservador.

El Partido Conservador al perder en anteriores elecciones gran parte de los gobiernos departamentales y citadinos, quedó reducido a un club de  aguerridos congresistas; es fundamental fortalecer la colectividad para evitar un eventual desastre electoral, lo que reclama tener  un candidato propio con vocación de poder y capacidad de arrastre  en la primera vuelta. Sin candidato y sin tesis propias los partidos conservadores han desaparecido en el resto de Hispanoamérica, arrollados por otras fuerzas políticas más audaces, por lo general de izquierda. El conservatismo unido monolíticamente en torno de un candidato propio en la primera vuelta duplicaría y hasta triplicaría su votación. La filosofía es simple, se deben presentar tesis propias para buscar ser alternativa de cambio. No es suficiente tener un buen candidato, lo deben acompañar los mejores cuadros y movilizar una sinfonía de propuestas que cautiven a los colombianos. En la segunda vuelta se va con capital propio a las  alianzas y el aporte conservador sería decisivo, dado el caso para reelegir a Juan Manuel Santos si se lanza o en  salir avante con las fuerzas de orden... La falta de candidato conservador o la división partidista en la primera vuelta, fuera de desestimular el voto azul y atomizar nuestras huestes, podría facilitar que pasara a la segunda ronda un candidato de izquierda. No olvidemos lo que sucedió en las pasadas elecciones presidenciales en la primera vuelta, cuando el partido se fraccionó. Es preciso tener en cuenta que en política existen albures que alteran los resultados obvios, como el caso del presidente  Valéry Giscard d'Estaing en Francia, que perdió en la segunda vuelta siendo favorito y, entre otros, el de Carlos Menem, en Argentina.