Universalidad de Botero
*La desmesura en el arte
*Un legado incuantificable
La genialidad de Fernando Botero en la pintura se debe a la originalidad, al persistir en abrirse paso en el mundo del arte con la pasión de plasmar su visión de los seres y la sociedad en volúmenes un tanto agigantados o regordetes, que lindan con lo caricaturesco. Al mismo tiempo, su manejo de las técnicas y la armonía de las proporciones tienen una precisión clásica, una rara y lejana remembranza de esa precisión que distingue a los grandes maestros. Cuando decide seguir su propio camino en la pintura, previamente había incursionado en el clasicismo con una armonía y colorido que le auguraban ser reconocido. Sin que nadie, a menos que fuese alguna maga con la bola de cristal, presagiara que al explorar el medio circundante con esa nueva óptica de proporciones agigantadas alcanzaría la fama universal. En ese momento las escuelas de bellas artes y las galerías se movían entre lo clásico, neoclásico y las corrientes más modernas o el expresionismo, particularmente en el provinciano medio colombiano en Bogotá y Medellín.
Para el maestro Fernando Botero la vida es un circo. En ese gigantesco circo estamos todos, así unos lo sean y otros lo ignoren, en vez de la máscara que utilizaban los griegos para simbolizar el teatro del cual somos comparsas, el artista colombiano apela al volumen. Sus gruesas pinceladas, el colorido y la sutileza como maneja las situaciones, que lindan con la caricatura, le dan a su obra una singularidad que rompe el convencionalismo, lo que determina que cada lienzo suyo tenga como una especie de inconfundible sello de fábrica. En la obra de Botero, en la aplicación del azul, que lo utiliza como una inmensa carpa que cubre la humanidad, está presente, por lo general, el cielo limpio de Medellín, su ciudad natal, cuyos tonos azulados parece retener en sus pupilas sin importar en qué lugar de Europa o de América pinte.
En la actualidad casi no existe museo del planeta que no tenga un lienzo del Maestro colombiano, ni coleccionista de alguna importancia que no se honre con alguno de sus cuadros. Su nombre figura al lado de los más grandes maestros de la pintura de la humanidad a lo largo de los siglos. Lo que contrasta con la sencillez que lo distingue, la bonhomía que se le reconoce, junto con el buen humor y el sentido espiritual y estético de vida. Sus monumentales esculturas pueblan las más populosas urbes del globo, como si vigilaran el paso de los transeúntes de todas las edades y regiones. Cuánto orgullo de colombianidad e hispanidad se siente transitando por Bogotá, Medellín, Roma, Nueva York, París, Madrid y otras grandes ciudades en donde sus monumentales figuras presiden la geografía citadina.
El Nuevo Siglose une al homenaje nacional y universal que se le rinde por estos días al Maestro, quien a sus ochenta años se mantiene con una jovial juventud y contagioso amor al arte y a la vida, hasta expresar, cuando le preguntan si teme a la muerte, que sí, dado que en el otro mundo no podría pintar. Bogotá cuenta con 124 obras suyas y de grandes maestros que pertenecían a su colección privada, que el Maestro donó para exhibirlas, la mayoría en el Museo y Parque del Renacimiento. En Medellín el Museo Botero alberga numerosas obras donadas por él a su ciudad natal. Ningún colombiano hasta ese momento pudo hacer un regalo artístico de tal calidad y de valor incuantificable. Lo que muestra el amor entrañable que este colombiano-universal le tiene a nuestro país.
Para conmemorar su onomástico, que se cumple el 19 de abril, se montarán un poco más de media docena de exhibiciones en Colombia, Chile, Brasil, México, Italia y España. El 2012 es el año Botero, los amantes del arte y la cultura se congratulan y solidarizan con su vida y obra. La universalidad de Fernando Botero muestra que todo no está escrito bajo el Sol, que aún se pueden recorrer nuevos caminos y que las cosas no son como se pintan, incluso cuando se apela a la desmesura de la figura humana y su entorno. Y debemos exaltar, también, su notable compromiso por la paz, al plasmar los sombríos y estremecedores pasajes de la violencia, que sacuden la conciencia colectiva y dejan su testimonio y rechazo para la historia de las aberraciones homicidas de la humanidad.