Ángela Merkel: la caminata sobre el alambre | El Nuevo Siglo
Foto AFP
Domingo, 26 de Noviembre de 2017
Giovanni Reyes
La situación actual en Alemania ilustra lo difícil que puede llegar a ser conformar consensos políticos mediante los cuales con mayor autenticidad, se fortalezca la legitimidad en la conformación de un gobierno nacional

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CON tal de señalar lo menos, el ambiente político en Alemania es todo, excepto estable. Aún dentro del plazo que ella misma había establecido,  la Canciller Ángela Merkel (1954 -) no ha logrado formar gobierno.  Los grupos políticos minoritarios con los que ha tratado de formar una coalición –liberales y verdes- no desean prestarse, al parecer, para servir de “columnas de contención” política en un gobierno de coalición. 

Es precisamente eso lo que se requiere para que Merkel pueda iniciar su cuarto período de gobierno. Y esto que es urgente, depende fundamentalmente de dos factores que actúan de manera complementaria: (i) el otro partido, segundo en la votación, el partido social-demócrata señaló desde un inicio que no iría con Merkel para un nuevo mandato.  Ya se contaba con esta indicación, aún antes del 24 de septiembre, día de las elecciones; y (ii) el partido social-cristiano de Merkel no obtuvo la mayoría necesaria para gobernar y necesita formar acuerdos estructurales en la legislatura.

Al no poder lograr esos acuerdos, en términos políticos, Alemania se desliza en un tobogán de inestabilidad que puede repercutir en el mantenimiento de su inversión en la economía real, en su capacidad exportadora, en la cohesión social y la legitimidad, y con todo, en el poderío de la nación como locomotora de la Unión Europea.

En este escenario es de tomar en cuenta cómo las democracias, en general europeas, han logrado resolver dos problemas fundamentales más propios de los regímenes presidencialistas de otros países occidentales, incluyendo desde luego, a los latinoamericanos. 

En primer lugar resuelven el problema de la gobernabilidad, dado que la fuerza mayoritaria en el parlamento coloca al Jefe de Gobierno, al Primer Ministro, o en el caso alemán al Canciller Federal.  Esto hace que los parlamentos, al no estar en manos de la oposición, no sean obstáculos –con todas las ventajas y los riesgos que esto tiene.  Que no sean verdaderos candados para el accionar político.

 En segundo lugar resuelven el problema de la revocabilidad.  Si un gobernante no goza de las preferencias de los votantes, así haya sido electo, pueden convocarse a nuevas elecciones.  Para ello, por lo general, tiene poder el presidente del país, es decir el Jefe de Estado.  En regímenes parlamentarios, existe división –no recae en la misma persona- el papel de Jefe de Estado y Jefe de Gobierno.  Todo lo opuesto a una mayor concentración de poder representativo que sí es propia de los regímenes más bien presidencialistas.  Estos regímenes se pueden prestar para ir conformando y consolidando gobiernos de “mano dura” y en no pocos casos, con el riesgo de establecer “caudillismos”.

Es cierto es que esta estructura entre el Legislativo y el Ejecutivo puede tener el riesgo de inestabilidad, pero en los países más desarrollados, en todo caso, las esferas de lo político y lo económico no están tan estrechamente ligadas como sí lo están en las naciones latinoamericanas, o en general en países en vías de desarrollo.  De allí que las inestabilidades políticas tengan un impacto más rápido y más contundente en las condiciones productivas de una nación emergente.

Por otra parte, las condiciones políticas europeas tienden a respetar más a las minorías.  En Estados Unidos, por ejemplo, un partido minoritario la tiene muy difícil, muy cuesta arriba a fin de poder disputar el poder, dado que los límites para colocar congresistas, a manera de ilustración, son bastante altos.  Es muy conocido el caso de Ross Perot (1930 -).  Este político con ascendencia empresarial petrolera, llegó a obtener un 19 por ciento de la votación total en las elecciones presidenciales de 1992, pero no pudo colocar a ningún congresista, ni en la Cámara Baja ni en el Senado.

 En Europa la situación es contrastante.  El respeto a las opiniones mayoritarias existe, pero también se evidencia respeto a las minorías.  Estos son rasgos esenciales de las democracias modernas; sistemas políticos que superan a los estados pre-modernos, los que se basan más en el tradicionalismo y en el caudillismo, como lo establece Max Weber (1864-1920).

En efecto, Europa demuestra con mayor notoriedad cómo sus estados se basan más en la razón y las legalidades.  Se apartan de los estados pre-modernos, se insiste, y con ello de lo que son los estados patrimonialistas.  Este tipo de condiciones las caracteriza Weber así: “el soberano es visto como el señor que dispensa su favor y su gracias al pueblo.  Los puestos públicos no son asignados por capacidad y competencia sino por lealtad y simpatía.  No hay formación estricta y regulada de los funcionarios sino una nominación que obedece a la conveniencia de quien posee la autoridad.  El desempeño de los cargos se remunera más que todo por el usufructo que de ellos se pueda hacer.  Se obedece más a la disposición individual del gobernante que a leyes fijas y establecidas” (véase Weber, “Economía y Sociedad”, 1920).

 En todo caso, los rasgos incluyentes de la Europa heredera de la Ilustración –movimiento que en general no afectó a España ni a Portugal- tienen ahora su costo en la dificultad de la Canciller Merkel para formar gobierno.  Como es de advertir, el escenario es muy dinámico.  Al momento de escribir esta nota se desconoce el resultado de los esfuerzos postreros por evitar una nueva elección.  Pero los partidos que no obtuvieron la mayoría se frotan las manos sabiendo que puede existir una nueva oportunidad. Se mencionan fechas al inicio de 2018, quizá antes o inmediatamente después de Semana Santa. 

Desde ya, las agencias de marketing político saben que la coyuntura puede favorecerles.  En especial esto es muy importante, cuando se tienen condiciones actuales –aún no totalmente prevalecientes en Alemania, gracias a Dios- en las cuales más que partidos con programas, plataformas políticas e ideológicas, lo que se hace presente son empresas o agencias electorales. 

Hasta cierto punto el caso de Chile, con las elecciones presidenciales en primera vuelta del domingo 19 de noviembre pasado, son una ilustración de lo anterior.  Sebastián Piñera (1949 -) es un millonario que fue aupado en esa posición a raíz de las privatizaciones de los años ochenta y noventa. 

 La situación actual en Alemania ilustra lo difícil que puede llegar a ser conformar consensos políticos mediante los cuales con mayor autenticidad, se fortalezca la legitimidad en la conformación de un gobierno nacional, favoreciendo la gobernabilidad y la estabilidad política.

 

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Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard Profesor, Universidad del Rosario El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor  por lo que no compromete a entidad o institución alguna.