A menos de dos meses para el final de la campaña, los dos partidos principales han promocionado la contienda de noviembre como "la elección más importante de nuestra vida" y anunciaron récords en recaudación de fondos durante las últimas semanas.
Las elecciones presidenciales de este año en Estados Unidos (EU) se llevarán a cabo en el contexto sin precedentes de la pandemia del covid-19, obstaculizando las campañas de los dos candidatos y dejando a los expertos luchando por predecir el ganador.
Mientras el presidente, Donald Trump, defiende la gestión de los últimos 4 años, el candidato demócrata Joe Biden se limita a dar entrevistas televisivas remotas y a hacer llamadas virtuales con donantes.
Las últimas encuestas muestran que en este momento tanto un desplome de Biden, como una victoria de Trump son posibles a pesar de que la revista New York Magazine, informa que el exvicepresidente de Barack Obama está por delante en un 6,8% en las encuestas de FiveThirtyEight y en un 6,5% ven el promedio de sondeos que ofrece RealClearPolitics.
Aunque Biden ha liderado las encuestas de voto nacional durante varios meses, después de haber tendido una diferencia de más de 15 puntos, en este momento han llegado a estar dentro del margen de error, es decir en “empate técnico”.
Sin embargo, rara vez las elecciones se comportan cómo las encuestas y hay quienes consideran que el estilo poco cercano y seco de Biden le cobrará factura el día de los comicios.
De hecho, el influyente encuestador Helmut Norpoth asegura que Trump tiene un 91% de posibilidades de ganar en la próxima votación. Según Norpoth, “no solo el presidente será reelegido, sino que ampliará su margen en el colegio electoral de 304 votos electorales en 2016 a 362 en 2020”, muy por encima de los 270 que necesita para ganar.
Esta proyección dista de la postura de los corredores de apuestas quienes han variado sus inclinaciones y ahora respaldan a Biden, a quien ven con mejores probabilidades de llegar a la Casa Blanca.
Estados decisivos
Según el sistema de votación indirecto de la presidencia de los EU, a cada Estado se le asigna, según su población, una cantidad de votos en el colegio electoral, los cuales van al ganador de dicho Estado, independientemente del margen de victoria. Se hace con la presidencia el candidato que obtiene más sufragios en el colegio electoral y no más votos populares.
Esto significa que un puñado de Estados indecisos decidirá la elección y serán un gran objetivo de los activistas de cada partido en lo que resta de campaña.
Históricamente, las batallas más importantes se han librado en Michigan, Iowa, Ohio, Florida, Carolina del Norte y Pensilvania.
A excepción de Iowa y Ohio, en estos Estados clave, Biden parecería estar superando a su rival, pero las estrechas diferencias podrían suponer un cambio en cualquier momento. En la actualidad se evidencia un panorama de Estados cambiantes que hacen que la decisión esté muy reñida.
Según el Battleground Tracker, Arizona se encuentra entre estos nuevos Estados cambiantes. A pesar de que los republicanos han ganado allí en todas las elecciones, menos una, desde 1952.
Por otro lado, el desempeño de Trump en las encuestas de Minnesota muestra que el presidente es el republicano que ha estado más cerca de ganar desde 1984, cuando Ronald Reagan perdió por un estrecho margen de 0,18% frente a Walter Mondale. Un republicano obtuvo la última victoria en Minnesota en 1972.
Otro dato notable que muestran las encuestas, parece sugerir que la carrera en Texas, un Estado republicano ultra seguro desde la década de 1970 que ofrece 38 considerables votos electorales y donde Trump mantiene la ventaja, será reñida.
Posponer la elección
Como se recordará, la elección presidencial está programada para el martes 3 de noviembre, pero en medio del caos causado por la pandemia de coronavirus, algunos comentaristas han sugerido que la votación podría posponerse para no afectar la participación.
Sin embargo, ese escenario no parece muy probable, considerando que requeriría un nivel de cooperación sin precedentes entre ambos partidos, ya que Trump no puede cancelar o posponer la elección por orden Ejecutiva.
Vale mencionar que EU celebró elecciones en 1918 mientras se luchaba contra la pandemia de la “gripe española”, que cobró la vida a más de 675.000 personas en todo el país, por lo que no es probable que se pronostique algún cambio este año.
Largos resultados
Los analistas han afirmado que no se espera que los resultados se conozcan la misma noche de las elecciones, debido a que el sistema de votación se ha reestructurado y para esta edición dependerá en gran medida de la votación por correo.
Muchos temen que los Estados no estén preparados y puedan verse abrumados con las papeletas, lo que llevaría a que los conteos puedan tardar días en completarse.
Como se recordará, en la historia de los Estados Unidos se han producido retrasos similares en elecciones anteriores como en la contienda del 2000 entre el republicano George W. Bush y el demócrata Al Gore, cuando los votos fueron tan ajustados en Florida que el Estado inició un recuento y las ramificaciones legales de la batalla finalmente llevaron a que la Corte Suprema se involucrara y resolviera la controversia a pesar de que tuvieron que pasar 34 días antes de que Gore cediera y aceptara su derrota.
Posibles escenarios
En la actualidad existe una gran especulación sobre si Trump puede negarse a abandonar la Casa Blanca si pierde en noviembre, sin embargo, fuentes cercanas al mandatario aseguran que elecciones justas y libres serán reconocidas por el presidente.
Muchos expertos coinciden en afirmar que una elección sospechosa o claramente fraudulenta podría tener resultados inesperados y según la Universidad de Georgetown podría acabar en violencia callejera.
Para la universidad, si bien existe la especulación de que Trump podría intentar aferrarse al poder, es posible que si Biden pierde las elecciones a pesar de ganar el voto popular, como le sucedió a Hillary Clinton en 2016, el partido demócrata podría "no permitirle admitir la derrota en tales circunstancias".
Así las cosas, los candidatos deben intentar una victoria lo más holgada posible, que no permita que se presenten dudas.
A su vez, la elección de la sucesora de la jueza Ruth Bader Ginsburg en la Corte Suprema de Justicia es, sin duda, una oportunidad para que el presidente Trump supere con diferencia a su rival demócrata, considerando que podrá acercarse a distintos grupos de votantes.
De seleccionar a la jueza Amy Coney Barrett, sin duda, agradará a los sectores religiosos fundamentales en algunos de los Estados “bisagra” y de decantarse por Barbara Lagoa podrá ganar simpatizantes en el voto latino de la Florida que aporta 29 votos electorales. Un análisis de las encuestas y tendencias electorales demuestra que Trump ni siquiera tendría que ganar la mayoría de los votantes latinos y con lograr aumentar un par de puntos porcentuales en la comunidad podría conseguir los sufragios suficientes para hacerse con el Estado y la reelección.