El martes 5 de noviembre será recordado como el día en que a Donald Trump le salió bien todo y, sin despeinarse, volvió a la Casa Blanca, asegurando hasta anoche 295 jueces electorales frente a los 246 de Kamala Harris, en las elecciones del martes 5 de noviembre de 2024.
Trump logró, por ejemplo, un avance espectacular entre los votantes latinos, los jóvenes que votaban por primera vez −los primerizos−, y en las clases medias y en las altas.
El presidente electo, además, consiguió por primera vez más votos populares que sus rivales demócratas. En las elecciones de 2020 y 2016, Joe Biden y Hillary Clinton obtuvieron más votos populares que el candidato republicano, que se impuso en votos electorales en 2016, llegando por primera vez a la Casa Blanca.
Los más de 72 millones de personas que votaron por Trump reflejan la popularidad de su movimiento MAGA (Make America Great Again), que pasado unos años es más que un proyecto político que convoca a las clases populares blancas de antiguos centros de producción industrial que se quedaron rezagados por la globalización y la competencia de China e India.
Por el MAGA han votado millones de latinos, millones de negros, millones de personas acomodados de los centros urbanos de Estados Unidos, y millones de mujeres. Esta es una verdad generalizada e irrefutable si se miran los números y la pluralidad de actores que votaron por el proyecto trumpista.
Estados Unidos está ante un fenómeno de masas. “America´s Trump” −el EE. UU. de Trump−, como titula The New York Times, en esencia es la mejor forma de señalar que Trump representa las muchas versiones del norteamericano contemporáneo, que ve en él la mayor manifestación de liderazgo político. Puede estar acusado, puede estar envuelto en escándalos judiciales y sexuales. Ya está: por encima de todo, está el personaje que busca recuperar los viejos tiempos de Ronald Reagan, cuando los norteamericanos se sentaban en sus mesas con los bolsillos llenos a mirar shows de entrevistas y música. A esto, y a algo más, le llamaron “sueño americano”.
Fenómeno sociodemográfico
Mírese por donde se mire, Donald Trump arrasó el pasado martes en las elecciones presidenciales. Si se busca ver su crecimiento en el voto latino, basta con medir el apoyo que consiguió en Texas o Arizona. Pero si hay otra intención, como asegurarse de que Trump no solo es un fenómeno de las clases populares, se encuentran casos como el de Pittsburgh o Filadelfia, en Pensilvania, donde miles de personas acomodadas votaron por él, desvirtuando aquella consigna de que el candidato republicano solo le llega a sectores con bajos niveles educativos.
Pasadas las elecciones, la encuesta de “AP VoteCast” ha mostrado el crecimiento de Trump en cada uno de los grupos poblaciones que tienen fuerza electoral en Estados Unidos.
El voto popular, como se ha dicho, ha sido uno de los grandes éxitos de la campaña Trump. Los más de 72 millones de votos, demuestran la efectividad de haber hecho énfasis en las comunidades negras y latinas, que votaron por él desilusionados con las políticas de Biden y Harris, que representan al partido (el Demócrata) por el que solían votar.
A su vez, Trump logró romper ese costal que lo situaba principalmente en los votantes blancos. The Washington Post dice que: “Obtuvo ganancias significativas en todos los grupos demográficos en comparación con 2020”. Demostró así que no es solo un fenómeno de blancos, sino de todo tipo de razas y etnias que conforman la pluralidad de grupos raciales en Estados Unidos.
Sobre esto, queda la duda de por qué los votantes latinos lo respaldaron, a pesar de sus comentarios sobre Puerto Rico, Haití y otros países. Las respuestas puede estar en que, a pesar de ellos, el votante latino encontró en Trump la mayor defensa de su bienestar en Estados Unidos, así como un líder que da confianza por sus críticas contra el socialismo y la falta de oportunidades en América Latina, dos variables que pueden pesar mucho más a la hora de votar, que unos comentarios que demuestran pocas formas. De hecho, Trump fue estratégico en diferenciar los latinos “ilegales” a los que, como él mismo los llamaba, “los estadounidenses trabajadores” que están legalmente.
En cambio, los demócratas cometieron errores de campaña. Decía un asesor político que los abrazos de Kamala Harris con Luiz Inacio Lula Da Silva y otros líderes de la región le pudieron haber costado más votos que los desatinos retóricos de Trump. Casi el 41% del total de los latinos terminó votando por Trump, una suma histórica, pues se trata de un grupo poblacional asociado tradicionalmente a los demócratas.
Trump también ganó terreno en zonas del país con más ciudadanos no blancos en edad de votar, superando el 40% por primera vez. El apoyo negro logró duplicarlo, llegando del 7% en 2020 al 15%, mientras que el latino creció 6%, según “AP Vote Cast”.
El éxito socio-demográfico, igualmente, se dio entre los jóvenes, un grupo que en su mayoría se decanta por los candidatos demócratas y que ha solido ser el más crítico de las políticas del republicano. Entre los condados con mayor proporción de votantes más jóvenes, Trump obtuvo mejores resultados que en sus dos últimas contiendas, reduciendo su déficit de -19 puntos en 2020 a -11 puntos en 2024, según The Wall Street Journal.
Todos estos avances llevan a decir que Donald Trump ante todo ha construido un nuevo Partido Republicano, que hoy es multiétnico, de clase trabajadora, pero que también conecta con las clases medias, y tiene poco de clase alta.
“La coalición republicana tradicional era más de clase alta, educada y adinerada −no rica, sino más de clase media− que de clase baja, obrera y trabajadora. Eso solía ser el Partido Demócrata, y ya no lo es”, escribe The Washington Post.
Con semejantes números y récords, Donald Trump es un fenómeno político que, con partido, Senado y Cámara a favor, tiene una gigantesca legitimidad popular para transformar Estados Unidos.
* Analista y consultor. MPhil en Universidad de Oxford.