El pasado 10 de diciembre, con la toma de posesión de Javier Milei al frente del Congreso en Buenos Aires, se tendría un cambio drástico en los patrones de política económica y social en el país austral. Se tienen no menos de 18 medidas esenciales y complementarias que tenderán a cambiar la dinámica de relacionamiento con los agentes económicos y políticos.
Veamos algunas de ellas.
Un primer rasgo es el cambio drástico que se ha tenido en cuanto a los nexos de inversión y comercio con China. En la campaña, siguiendo el personal estilo del hoy Presidente, se hizo notar enfáticamente, “no negociaré con comunistas”. La alusión era clara hacia Pekín, pero ya los datos y lo fáctico de los vínculos obligan a corregir. “China es nuestro aliado” ha indicado el mandatario Milei a tres días de la toma de posesión.
De manera complementaria, el gigante asiático -el país que tendría ya la mayor economía en cuanto a tamaño de producción en dólares corrientes- ha manifestado su voluntad para proseguir la extensión y profundidad de negocios con Argentina. Esto abarca esencialmente tres frentes: (i) intercambios comerciales; (ii) amplios programas de inversión, en particular en infraestructura física; y (iii) cooperación tecnológica.
Segundo, Milei, es de reconocerle, no se ha andado con tapujos y ha sido consecuente desde ya con implementar un severo plan de ajuste. Austeridad es lo que se ha mencionado con todo rigor. Hasta hace algunos años, una proclama en este sentido hubiese sido un auténtico suicidio político, pero en las actuales condiciones la población se ha mostrado más receptiva. Apoya esta medida. Influye en esto, el factor castigo a la “casta” política tradicional, tan ampliamente denunciada por el hoy recién posesionado mandatario argentino.
Un indicador que no deja de ser preocupante en este sentido del ajuste: es el reconocimiento oficial, del tipo de cambio: 800 pesos argentinos por un dólar. Véase el desplome, se está pasando de un dólar “controlado” de 400 al doble de la convertibilidad. Es de tener en cuenta que, en los mercados paralelos, el cambio ya rondaba una conversión de 650 pesos argentino por unidad de divisa estadounidense.
Con este tipo de cambio uno de los aspectos previsibles es el alza en el costo de las transacciones internas dado -entre otros factores- de la estructura de importaciones que tiene Argentina: bienes intermedios, insumos, equipos para producción.
Un tercer aspecto, la desburocratización del Estado. Se pasó de tener 18 ministerios a nueve y se procede a una disminución drástica de las secretarías adscritas a la Presidencia. Todo ello como parte de un amplio programa que trata de resguardar las finanzas públicas y con ello se aspira a contener la inflación galopante. Horas después de su posesión se informó que ‘heredaba’ un costo de vida de 160%.
Cuarto, el déficit de las cuentas públicas. Esto se ubica dentro de los planes de austeridad. Muy calcados conforme a la escuela de la señora Margaret Thatcher en el Reino Unido de los años ochenta. Una precisión a realizar aquí es que este último caso europeo, el papel del gobierno en la economía llegaba a no menos de un 42% el total de producción. Algo mucho mayor que este indicador para Argentina, de manera que había mayor margen de recorte en el caso británico.
“No vamos a tolerar más esta adicción a déficit fiscales” ha subrayado el mandatario Milei y las acciones de desburocratización, así como de recortes de subsidios, le están dando un rasgo indiscutible de coherencia política, en el manejo de lo económico y social. Tal y como lo documenta la revista “The Economist” recientemente, el gobierno de Buenos Aires ha tenido déficit de gobierno en 113 de los pasados 123 años de la historia reciente del país.
Quinto, aumento de impuestos a importaciones. Esto es llamativo, dado que no todo se está dejando en manos del mercado. El nuevo gobierno ha anunciado que los aranceles correspondientes pasarán de 7.5% a 17.5%. Una noticia que no llegaría a caer nada bien en los centros abastecedores de la economía argentina situados en Brasil.
En este último país se habla ya de las medidas a tomar en vista de un posible debilitamiento del Mercado Común del Sur -Mercosur- el tratado de integración más importante de Latinoamérica dado el tamaño de las economías que lo integran. En especial, precisamente, Brasil y Argentina, al lado de más reducidas plazas: Paraguay y Uruguay.
Sexto, recortes mientras se fortalecen ingresos. Las nuevas autoridades económicas han reiterado la perspectiva de que los recortes tienen efectos inmediatos y que eventualmente los mismos pueden ser revisados. En especial, luego de que inicie la anhelada reactivación productiva, la que generaría mayores ingresos tributarios.
Es indiscutible que el gobierno del presidente Milei trata de lograr tanto el impulso a la producción, como restaurar equilibrio en las finanzas públicas, haciendo esfuerzos simultáneos para cumplir con la regla fiscal del país. Esto es, la capacidad de poder cumplir con las obligaciones de pago. Parte de esas obligaciones es el monto de 43,000 millones de dólares que, de un solo tajazo, le concedió el Fondo Monetario Internacional a Argentina en vista de la moratoria que acechaba las cuentas estatales.
La población argentina ha dado muestras de castigar severamente a la clase política tradicional. Se requiere de mejoras macroeconómicas, pero no es menos importante que los diferentes sectores sociales también demandan oportunidades y estabilidad de precios.
Un nuevo día permitirá ver los resultados. Hay esperanzas, pero también la percepción de amenazas. La situación avanzará hasta que la calle aguante. Todos desean detener los grandes costos sociales en ese golpeado país del Cono Sur latinoamericano.
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario
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