“PROTECCIONISMO injustificado” para los chinos, “trampa con sobreproducción para competencia de leal” para los norteamericanos. Aunque este es un discurso del enfrentamiento comercial de vieja data entre las dos grandes potencias, el fuerte reajuste de aranceles decidido por el presidente Joe Biden lleva al más alto pico de tensión las relaciones bilaterales en la historia reciente.
Con el mundo enfrascado en una transición hacia las energías limpias, que como se sabe ha tenido su mayor desarrollo con los coches eléctricos mercado en el cual China, Japón, Corea y Alemania han tenido una fuerte irrupción, al punto que BYD desplazó al norteamericano Tesla del primer lugar de fabricación y comercialización, Estados Unidos decidió cuadruplicar los aranceles para estos vehículos provenientes de Pekín, porque según explicó Biden “no vamos a permitir que China inunde nuestro mercado, impidiendo a los fabricantes estadounidenses de automóviles la competencia leal”.
Así, ese impuesto o derecho de aduana que deberán pagar los autos chinos para entrar al territorio norteamericano pasará del 25% al 100% este año. Pero no es el único producto afectado con la decisión de la Casa Blanca ya que el gravamen de los semiconductores o chips, claves para el desarrollo de múltiples objetos de uso común (desde baterías y sus piezas de iones de litio hasta celulares), se elevarán del 25% al 50% para el próximo año.
Se suman a éstos los de algunos productos de acero y aluminio, las células solares que se duplican (están en 25%), mientras que se imponen para otros que no tenían como el grafito natural y algunos otros minerales críticos (25%).
La orden de la Casa Blanca para subir los aranceles a productos chinos valorados en USD 18.000 millones (16.690 millones de euros) agrega que algunos aumentos, como los de las baterías de iones de litio que no son para vehículos eléctricos, entrarán en vigor más tarde para permitir un período de transición para incrementar la producción nacional de baterías.
En la misma se destaca que el objetivo es alentar a China a "eliminar sus prácticas comerciales desleales en materia de transferencia de tecnología, propiedad intelectual e innovación”.
Washington acusa a Pekín de apoyar fuertemente a sus industrias en estos sectores considerados estratégicos, con importantes subvenciones que provocan una sobreproducción que las empresas chinas venden en el mercado mundial, reventando los precios. Esgrime que esto impide el desarrollo de industrias competitivas.
Biden aseguró que Pekín "hacer trampa", al otorgar importantes subsidios a la producción de sus empresas, especialmente las del sector automotor, fomentando una competencia desleal. Y esta fuerte subida en los aranceles tuvo la inmediata respuesta y advertencia de Pekín, en el sentido de que ‘afectará las relaciones bilaterales’.
Sorprende, sin duda, la orden del gobierno norteamericano por dos razones: primero, Biden al llegar al poder fue muy crítico con que su antecesor y hoy competidor por la Casa Blanca, el republicano Donald Trump impuso aranceles sobre unos USD 300.000 millones en bienes procedentes de China y, segundo, porque aunque consciente desde el inicio de su gobierno de lo que tilda como competencia desleal por la sobreproducción del gigante asiático, en detrimento de la industria estadounidense, solo la toma ahora, a escasos cinco meses de la cita en las urnas.
El expresidente y candidato republicano reaccionó de inmediato criticando al inquilino de la Casa Blanca: “Quiere imponer grandes aranceles a China, que es la sugerencia que yo hice. ¿Dónde ha estado durante los últimos tres años y medio? Debería haberlo hecho hace mucho tiempo. Pero también tienen que hacerlo con otros vehículos y con muchos otros productos".
Sin poder rebasar a Trump en las encuestas sobre intención de voto y especialmente en los llamados estados bisagra, claves para la elección, este anuncio sería una estratégica jugada más política que económica de Biden para, curiosamente, defender el “Made in America” que ha esgrimido en su mandato y que fue una continuación de las políticas del republicano para priorizar e impulsar la industria nacional.
Esta decisión, según expertos de Oxford Economics, es "más simbólica que otra cosa", porque “desde el punto de vista de las medidas de la economía estadounidense no tendrán un impacto considerable sobre la inflación o el PIB estadounidense".
En cualquier caso, estos aranceles pueden "reforzar las herramientas de que dispone el gobierno para facilitar la deslocalización o el +friendshoring+ (abastecerse en países cercanos geográfica o ideológicamente) de la producción de sectores considerados estratégicos", según Emily Benson, investigadora para el CSIS.
Por su parte, Paul Triolo, investigador especializado en China del grupo Albright Stonegridge, “el verdadero impacto para las compañías estadounidenses podría proceder de los derechos de aduana aplicados a las baterías y las cadenas de suministro, debido al dominio de las empresas chinas".
Es 'bullying': China
El gobierno de Xi Jinping, que hace dos semanas recibió a la secretaria del tesoro norteamericana, Yanet Yellen para, precisamente analizar la denunciada sobreproducción china, advirtió que los nuevos aranceles “afectarán gravemente la atmósfera para la cooperación bilateral” e instó a que se rectifique sobre esta decisión que tildó de “errónea”.
Wang Wenbin, portavoz de la cancillería china, aseguró que la retórica de Estados Unidos sobre la sobrecapacidad industrial de su país “sólo busca practicar el proteccionismo, doblegar a la competencia de otros países y pisotear los principios del mercado y las reglas del comercio internacional en nombre de la competencia leal…Esto no es más que acoso, bullying".
En este sentido, defendió que, según la lógica de Washington, los subsidios estadounidenses son "inversiones en industrias críticas", mientras que los subsidios de otros países se consideran una "competencia desleal preocupante" y, si bien las exportaciones de EE.UU. con tal ventaja comparativa constituyen "libre comercio", las exportaciones del resto con ventaja comparativa son signos de "sobrecapacidad".
"Hay un dicho chino que explica esa lógica: 'El magistrado se permite prender fuego, pero prohíbe a todos los demás encender velas'. O, para usar una expresión estadounidense: 'Haz lo que digo, no lo que hago'", ha resumido.
El portavoz de la diplomacia insistió en que China se opone a los aranceles unilaterales que violan las normas de la OMC (Organización Mundial del Comercio) y que su país tomará todas las medidas necesarias para defender sus derechos e intereses legítimos”.
Así mismo sostuvo que que el rápido crecimiento de las nuevas industrias energéticas de China, incluidos los vehículos eléctricos, las baterías de litio y los productos fotovoltaicos, se basa en una innovación tecnológica continua, cadenas industriales y de suministro completas y una competencia total en el mercado.
De tal modo, argumentó que la ventaja competitiva de los productos chinos es el resultado de la combinación de la ventaja comparativa y las leyes del mercado, no de los llamados 'subsidios'.
"Por el contrario, en los últimos años, Estados Unidos promulgó la Ley CHIPS y Ciencia y la Ley de Reducción de la Inflación para intervenir directamente en la asignación de recursos del mercado a través de subsidios directos e indirectos por un total de cientos de miles de millones de dólares", recordó.
Fue enfático en señalar que "es Estados Unidos quien subsidia en gran medida sus industrias" y argumentó que al final los subsidios no garantizan la competitividad industrial y el proteccionismo "no alimenta a verdaderos campeones empresariales".
Y, finalmente, Wenbin se mostró convencido de que las nuevas industrias energéticas chinas "son lo que la economía mundial necesita para una transición verde" y sirven a los intereses de China, Estados Unidos y el mundo entero, por lo que ha instado a Estados Unidos a que abandone "su hipocresía y su doble rasero" y no cometa el mismo error de recurrir al proteccionismo.
Como se ve, el alza de aranceles a los productos chinos es, sin duda, una medida tardía de Biden - en línea con la política de su antecesor – y con un claro trasfondo político.