UN duro golpe electoral ha tenido que enfrentar Luiz Inacio Lula Da Silva luego de los comicios regionales y municipales en los que el bolsonarismo y los partidos tradicionales de mayoría de centroderecha ganaran en la mayoría de ciudades y estados confirmando la crisis del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT).
Ante la sostenida impopularidad de Lula, la decena de partidos opositores ganaron mucho terreno a nivel estatal y municipal, apoyados por una mezcla de fuertes estructuras partidistas y un sentimiento anti-establecimiento que ha sabido capitalizar el expresidente Jair Bolsonaro a través de sus candidatos en ciudades y regiones.
Bolsonaro
La prohibición de Bolsonaro para aspirar a la presidencia en 2026 no ha significado su fin en la política de Brasil. Desde que salió de Planalto (sede presidencial) en 2022, el expresidente se ha dedicado a consolidar la presencia del Partido Liberal (PL) como una fuerza nacional capaz de rivalizar con el PT y los partidos del Centrao (el centro brasileño, constituido en su mayoría por partidos de centroderecha).
Luego de las elecciones del domingo, el partido de Bolsonaro ganó dos ciudades capitales y pasó a segunda vuelta en nueve más, según Reuters. La magnitud de su crecimiento se ve mejor si se mira su desempeño municipal, que va desde pequeños municipios en la Amazonía hasta la zona gaucha en la frontera.
Según un análisis del periódico Estadao de Sao Paulo, “en las 103 ciudades con más de 200.000 electores, el PL tuvo el mejor desempeño, con 10 alcaldes. En las capitales, lidera el ranking de concejales, seguido por PSD, PP, MDB y União Brasil. Particularmente revelador fue el desempeño del PL en el noreste, tradicional cinturón rojo, superando al PT en las principales ciudades de la región”.
El ascenso en el noreste del bolsonarismo, esa vasta zona que agrupa ciudades como Recife, Fortaleza y Salvador de Bahía, es particularmente interesante. Una región que siempre ha votado por la izquierda parece estar cambiando sus preferencias electorales ante el estancamiento de los modelos asistencialistas que propone el Partido de los Trabajadores. Es cierto que con ellos muchos han salido de la pobreza, pero no parecen suficientes para lograr romper el desequilibrio entre el desarrollado sur con el norte.
Para entender un poco más el fenómeno del noreste, también se puede incluir como explicación el fortalecimiento del voto cristiano, cada vez más asociado a Bolsonaro y su partido. Aunque hay partidos cristianos que igualmente participan en las elecciones, el bolsonarismo ha absorbido parte importante de los políticos cristianos que tienen mucha entrada en el noreste de Brasil, donde amplios sectores son cristianos. No en vano algunos estudios apuntan a que el país, poco a poco, va camino a convertirse en una democracia cristiana o una teocracia. Falta mucho por ver para confirmarlo.
Centrao
En Brasil, a pesar de la intensa polarización entre los partidarios de Lula y los de Bolsonaro, existe un amplio grupo de partidos que representan al centro y la centro-derecha y no se adscriben a ninguno de los extremos.
Tampoco hay que confundirlos con movimientos civiles o grupos de ciudadanos que aspiran a cambiar las prácticas políticas. Se trata, más bien, de un grupo de partidos tradicionales unidos en una especie de “convergencia partidista” para dominar el Congreso y la realidad política del país.
De acuerdo a los resultados, los partidos del centro consiguieron el mayor número de alcaldías y gobernaciones el domingo. El PSD se hizo con 870 alcaldías, seguido por MDB (845), el PP (743) y União Brasil (578); el partido de Bolsonaro, consiguió 531.
Si se suma el total de votos entre todos los partidos es posible decir que el centro domina la política de Brasil, con amplio margen. Sin embargo, la mayoría de éstos son de tendencia conservadora, como el MDB, aquel partido que una vez fue liderado por el controversial expresidente, Michel Temer, quien sustituyó a Dilma Rousseff, tras haber sido designado como vicepresidente por la fuerte influencia de su partido en el Congreso.
“La política tradicional sale reforzada, pero la agenda de modernización se ha quedado por el camino, sobre todo por la victoria del centro, hegemónico en las ciudades y adalid de las enmiendas parlamentarias”, dice el editorial del lunes de Estadao.
Nombres como el del gobernador de Pará, Helder Barbalho, y el del presidente de la Cámara de Diputados, Arthur Lira, también gobernador de Alagoas, representan la consolidación del centro brasileño, unido hoy con la derecha y la extrema derecha para bloquear la mayoría de leyes que presenta Lula da Silva.
Reconocido a nivel nacional, entre esos nombres se destaca el de Tarcisio de Freitas, gobernador de Sao Paulo, reelegido en el cargo, a quien muchos ven como el posible sucesor de Bolsonaro. Se ha especulado también que uno de sus hijos del expresidente, Eduardo, también podría aspirar, incluso se ha hablado de que su esposa Michel sería candidata.
En la ciudad de Sao Paulo, no obstante, la realidad ha sido distinta. En una inédita elección, con tres candidatos que se sacaron sólo 1,4% de diferencia, Guilherme Buolos y Ricardo Nunes lograron pasar a la segunda, que será el 27 de octubre, luego de dejar en el tercer lugar a Pablo Marcal, el outsider conocido mundialmente por golpear a un candidato en un debate.
Buolos, una de las apuestas de Lula, ha sido uno de los pocos candidatos que obtuvo resultados favorables en la izquierda. En una de sus peores elecciones, el PT, conocido como el partido más grande del mundo, no ha ganado ninguna ciudad capital y aspira hacerlo en segunda vuelta en cuatro de ellas, a pesar de que sus candidatos no son favoritos. Eduardo Paes, el popular alcalde de Río de Janeiro, se ha reeligido por tercera vez, representando el PSD, un partido de izquierda, pero independiente del partido de Lula.
Entre el bolsonarismo y la gran convergencia de partidos del centro, Brasil consolida un gran movimiento que hace más difícil la gobernabilidad de Lula que no cuenta mayorías en el Congreso y tiene muy poca representación tanto regional como municipal. Un presidente preso de un legado que se desvanece.
* Analista y consultor. MPhil en Universidad de Oxford.