Carlos Alvarado asume la presidencia de Costa Rica | El Nuevo Siglo
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Martes, 8 de Mayo de 2018
Agence France Presse

El periodista y politólogo Carlos Alvarado juró este martes como presidente de Costa Rica en una ceremonia en la plaza capitalina de la Libertad, con presencia de seis gobernantes latinoamericanos.

Acompañaron la toma de posesión los presidentes de Bolivia, Evo Morales; Ecuador, Lenín Moreno; El Salvador, Salvador Sánchez Cerén; Guatemala, Jimmy Morales; Panamá, Juan Carlos Varela, y República Dominicana, Danilo Medina.

Alvarado gobernará los próximos cuatro años al frente de un gabinete multipartidista con el que deberá enfrentar el cuantioso déficit fiscal y los crecientes índices de criminalidad.

Alvarado recibió la cinta presidencial de manos del mandatario saliente Luis Guillermo Solís, en cuyo gobierno (2014-2018) fungió como ministro de Desarrollo Social y de Trabajo, antes de renunciar para disputar la presidencia.

El traspaso de mando se celebró en la céntrica Plaza de la Democracia, aledaña al antiguo Cuartel Bellavista, donde el expresidente José Figueres abolió el ejército el 1 de diciembre de 1948.

Acorde con la imagen de Costa Rica como país ecológico y de energías limpias, el nuevo presidente recorrió la capital desde el Parque Metropolitano de La Sabana, en el oeste, en un autobús con motor impulsado por hidrógeno.

A sus 38 años de edad, Alvarado se convirtió en el presidente más joven del continente tras ganar las elecciones del 1 de abril pasado como aspirante del Partido Acción Ciudadana (PAC), una agrupación que rompió el tradicional bipartidismo costarricense, dominado por el Partido Liberación Nacional (PLN, socialdemócrata) y el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC).

Alvarado invitó a miembros de ambos partidos, y otros más, a conformar el primer gabinete pluripartidista en la historia de Costa Rica.

"Hemos conformado un gobierno de unidad nacional con el ánimo de dar mayor gobernabilidad al país y para tener mayor cooperación (del Congreso). El norte será trabajar en lo que nos une", dijo esta semana el nuevo presidente, quien venció en el balotaje al periodista y predicador evangélico Fabricio Alvarado, que a pesar de tener el mismo apellido no es pariente del nuevo presidente.

El mandatario adelantó que solo con un gobierno de unidad podrá impulsar una agenda de ajuste fiscal, desarrollo de infraestructura, reducción de la pobreza y generación de empleo.

"Entiendo este gobierno no como de Carlos Alvarado o de un solo partido, sino un gobierno que se une para resolver los problemas y sacar al país adelante", agregó.

Su gabinete es el primero en el que habrá más mujeres (14) que hombres (11) en cargos de ministros, incluyendo a la primera ministra de Relaciones Exteriores afrodescendiente, Epsy Campbell, también vicepresidenta.

 

Déficit preocupante

Antes de asumir, Alvarado reconoció que su gobierno inicia su mandato con el desafío de contener el déficit fiscal de 6,2% del producto interno bruto (PIB), e insistió en la necesidad de aprobar en la Asamblea Legislativa una reforma fiscal, como lo han intentado sin éxito los últimos cuatro gobiernos.

"Necesitamos que la Asamblea Legislativa apruebe una reforma fiscal, lo requiere el país. Tenemos buenos indicadores económicos, pero es necesario que avancemos con esa reforma", dijo recientemente a periodistas.

"Seremos responsables de no expandir el gasto público", cobrar bien los impuestos existentes y reformar el servicio civil para hacer más eficiente el trabajo del sector público, se comprometió a modo de compensación.

Su mayor dificultad para impulsar la reforma fiscal es la debilidad del oficialista PAC en el Congreso, con apenas 10 legisladores de 57.

En un legislativo repartido entre siete partidos, las fuerzas dominantes son los opositores PLN, con 17, y el evangélico Restauración Nacional, con 14.

Así, con un legislativo tan fragmentado, Alvarado deberá hacerle frente a un desempleo que ronda 10% y un rezago histórico en infraestructura.

También deberá lidiar con crecientes índices de homicidios, que en 2017 alcanzaron 603 casos, el más alto de la historia, equivalente a 12 muertes violentas por cada 100.000 habitantes, un nivel considerado como "epidemia" por la Organización Mundial de la Salud.