Contener el republicanismo, el desafío de Carlos III | El Nuevo Siglo
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Domingo, 7 de Mayo de 2023
Redacción internacional con Europa Press

CUMPLIDA su coronación, tras décadas de espera con paciencia y durante las cuales tras el divorció de Lady Di convirtió en esposa y reina a la mujer que amó toda su vida, Carlos III comenzó a granjearse el apoyo de los británicos una vez fue proclamado, el pasado septiembre, tras el fallecimiento de la emblemática reina madre.

La Abadía de Westminster donde tuvo lugar este sábado la coronación de Carlos III y Camila, la reina consorte, volvió a ser el escenario, como desde hace casi mil años, de otro momento clave en la historia de la monarquía británica.

En ese lugar, situado ahora en el centro de Londres, frente a la sede del Parlamento y cerca del Palacio de Buckingham, el rey Eduardo el Confesor construyó en la década de 1040 una iglesia de piedra sobre el emplazamiento de un antiguo monasterio benedictino fundado hacia el año 960. La construcción de la imponente abadía gótica que hoy se conoce comenzó bajo el reinado de Enrique III en 1245.

Allí se han realizado bodas, funerales y coronaciones como la de ayer de Carlos III, con la que se abre un nuevo capítulo en la realeza, pletórica de desafíos ante los cambiantes tiempos que han incrementado la percepción de una monarquía lejana y fútil.

Tras la majestuosa ceremonia de coronación, que contrario a lo que vaticinaban algunos críticos despertó el fervor británico y el interés planetario, ya que fue seguida por millones de televidentes, Carlos III y su consorte, empiezan oficialmente a cumplir una agenda tan interesante como abultada, con el cuidado medioambiental y las causas sociales como prioridades.

Las siete décadas de reinado de Isabel II simbolizaron en Reino Unido e incluso en los países de la Commonwealth la estabilidad que siempre ha tratado de abanderar la monarquía frente a regímenes electos. Sin embargo, con un nuevo rey y una Casa Real que acumula escándalos, cada vez se hace más palpable la división intergeneracional y el auge de cierto sentimiento republicano en un país que siempre había mirado al Palacio de Buckingham con admiración.

Carlos III prometió "lealtad" a la ciudadanía en su primer discurso tras el fallecimiento de su madre, en el que al igual que Isabel II dejó claro que quería ser rey para "toda la vida". En su caso, no podrá llegar a las siete décadas de reinado, ya que llegó al trono con 72 años, pero en los sectores más monárquicos le venían reclamando que no asumiese ser una mera transición entre la difunta reina y su hijo mayor y heredero, el príncipe Guillermo, que ahora tiene 40 años.


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El 58% de los británicos creen que la monarquía, como institución, es buena para Reino Unido, una mayoría que dista sin embargo del 73 por ciento que llegó a registrarse en 2012. Entre los jóvenes, sólo el 32 por ciento opina así, apenas cuatro puntos por encima de quienes ven a la monarquía como algo negativo, según un reciente sondeo de la firma YouGov.

Entre la población crece la percepción de que la institución seguirá, pero no está claro hasta cuándo: un 45 por ciento creen que el país seguirá siendo un reino dentro de un siglo, mientras que el 37 por ciento anticipa que no.

Este debate, sin embargo, sólo parece abierto a día de hoy de manera clara en algunos países de la Commonwealth, herederos del colonialismo y que siguen teniendo en Londres a su jefe de Estado -tras la ruptura de Barbados en 2021, países como Antigua y Barbuda o Nueva Zelanda han dejado, en mayor o menor medida, la puerta abierta al republicanismo-.

Como se sabe, el republicanismo es una ideología y una teoría política que postula gobernar una nación como una república, es decir, como una "cosa pública" o un asunto que compete a toda la ciudadanía y no solo a una determinada clase social o élites. Pero vale destacar que el sistema político del Reino Unido (Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte) es una monarquía constitucional y parlamentaria, es decir que si bien el rey funge como Jefe de Estado sus poderes son simbólicos y ceremoniales, manteniéndose neutral políticamente. Es el primer ministro el encargado de gobernar. Aunque nombrado por el monarca debe contar con el apoyo de la mayoría de la Cámara de los Comunes, es decir el líder del partido con más miembros en esa milenaria institución.

La impopularidad que tenía el hoy rey antes de ser proclamado, es decir cuando reinaba Isabel II, ha venido revirtiéndose desde el pasado septiembre. Un 59% de los encuestados apoya la gestión que realiza desde entonces frente a solo un 14% que lo cuestiona. Y aunque no es, y tal vez nunca lo sea, tan popular como su progenitora que estuvo 70 años en el trono, están cifras le son muy favorables, al punto que disipan cualquier preocupación sobre su reinado o la desaparición de la monarquía.

En su currículum, Carlos III acumula un matrimonio fallido con la madre de sus dos hijos, Diana de Gales, que en una controvertida entrevista en la BBC habló sin tapujos del 'affaire' de su marido con quien ahora es la reina consorte, Camila Parker Bowles. Precisamente una conversación íntima entre los dos amantes en 1989 pasará a la historia como ejemplo de los límites que está dispuesta a cruzar la prensa sensacionalista.

La imagen de la reina Camila está ahora mucho más consolidada, después de que Isabel II le diese el aval público que durante años le negó, y las principales amenazas para la línea de flotación del nuevo monarca llegan por los escándalos que salpican a otros miembros de su familia.

Su hermano Andrés se quedó sin honores tras verse implicado en un escándalo de presuntos abusos sexuales, mientras que su hijo menor, el príncipe Enrique, ha renunciado a sus principales funciones como miembro de la familia real y ha aireado como nunca antes los trapos sucios de su familia, con alusiones directas tanto a Carlos III como al heredero directo, el príncipe Guillermo.

El príncipe Enrique estuvo en la ceremonia de coronación -sin su mujer, Meghan Markle, y sus hijos, que se quedaron en Estados Unidos- empañando la tradicional imagen de una familia real completa en el balcón del Palacio de Buckingham, donde tradicionalmente el rey se asoma a saludar al pueblo.

La población parece además haber dado la espalda a los 'royals' más polémicos y apostar por la actual línea dinástica. El príncipe Guillermo tiene una popularidad del 72 por ciento, un punto por encima de la de su esposa, la princesa Catalina, y ampliamente por encima de la de su padre. Siete de cada diez británicos apuestan que, cuando llegue su momento, hará también un buen papel.

Por ahora, a sus 74 años y como rey, Carlos Felipe Arturo Jorge Windsor, el primero de los cuatro hijos de los ya fallecidos Isabel II y el príncipe Felipe de Edimburgo, espera junto a la reina Camila llenar las expectativas de los británicos y seguir impulsando los programas sociales y medioambientales que impulsa desde décadas atrás.

A raíz de la coronación se reavivó un viejo debate sobre el que de seguro el rey no hablará: el reclamo de Sudáfrica para que se le devuelva el diamante más grande del mundo y que es la pieza central del centro que el monarca llevó en esa majestuosa ceremonia.

El Cullinan, también conocido como el "Star of Africa", con un peso de 530 quilates, fue encontrado en 1905 en Sudáfrica, que en ese momento se encontró bajo dominio británico.

Fue donado por el gobierno colonial, dos años más tarde, al rey Eduardo VII para su cumpleaños.

El "Star of Africa" es el diamante más grande jamás extraído, con un peso de 621 gramos en bruto.

Enviado a Ámsterdam, fue tallado en dos piedras principales, siete piedras preciosas y 96 brillantes. Muchos de estos diamantes fueron colocados en las joyas de la corona, mientras que otros fueron regalados a otros miembros de la familia real./