Desarrollo sustentable e inclusivo, retos del gobierno alemán | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Sábado, 18 de Diciembre de 2021
Giovanni Reyes

El recién posesionado gobierno alemán, liderado por el socialdemócrata Olaf Scholz, tiene de entrada una barrera bastante alta a fin de llenar las expectativas de gobernabilidad en la mayor economía de Europa. Debe evidenciar un desempeño comparable con los 16 años de estabilidad y superación de problemas que constituyó la era de la conservadora Ángela Merkel.  No es una tarea fácil, pero desde ya existen señales alentadoras.

Lo primero que se evidencia es la madurez política de los tres partidos principales que ahora conforman el Poder Ejecutivo desde Berlín.  Se trata de una puesta en común, en los aspectos fundamentales, de las plataformas de los socialistas demócratas -actuando como espina dorsal- y los liberales además de los verdes, que funcionan como importantes columnas de contención.

Esta primera puesta en común respecto al programa de gobierno está acorde con la naturaleza posmoderna del Estado alemán.  Este rasgo le confiere a la sociedad en que se presenta una mayor disponibilidad a la inclusión social, a un manejo político sostenido de las variables dinámicas en lo social y económico, y potencia con mayor énfasis los niveles de desarrollo que se pueden alcanzar.

El Estado posmoderno se basa en las instituciones y las leyes, como normatividad esencial del comportamiento cívico y social de la población.  Hasta aquí el Estado moderno; pero va más allá, al reconocer que debe ceder soberanía, que debe actuar con otros Estados, a fin de abordar con efectividad problemas comunes.  De allí la pertenencia y respaldo significativo de Alemania al proyecto de la integración de la actual Europa.  El proyecto político más importante con el que abre el Siglo XXI.

Muy atrás quedan los Estados premodernos; muchos de ellos como los latinoamericanos.  En estos casos prevalece la búsqueda de los caudillos, más que de normativa legal e institucional.  Es el “carisma” del líder en un ambiente donde la emotividad de los grupos substituye la racionalidad derivada del conocimiento, de la ilustración, del tener elementos de criterio y criterios a fin de delegar el poder político en los actores mediante procesos de democracia representativa.

En el caso latinoamericano, para tener una ilustración, leyes liberales se concretan en una urdimbre de países que tienen fundamentos económicos poco competitivos.  Es, con mucho, la presencia de la “hacienda latinoamericana”. 

A partir del programa de gobierno que presentan los tres partidos del nuevo Ejecutivo alemán, la apuesta se centra en el fortalecimiento social mediante tres vías complementarias: (i) sustentabilidad del crecimiento y desarrollo con respeto del medio ambiente; (ii) la competitividad económica dando prioridad a lo digital; y (iii) la promoción de una política sostenida de crecimiento en el Viejo Continente, conteniendo las amenazas que pueden surgir en lo inmediato de Rusia, o bien de Estados Unidos o China.

El pacto de gobierno actual fue posible gracias a la continuidad de una estrategia muy utilizada por Merkel y propia de regímenes políticamente maduros: la búsqueda de consensos operativos. Esto es muy importante; son puestas en común respecto a métodos y resultados, más allá de las diatribas y discusiones en torno a los significados de las palabras.  Además, los procesos apuntan a fortalecer coincidencias de planteamientos más que a exacerbar diferencias y con base en ello, posteriores imposiciones. 

Todo ello permitió lograr algo sin precedentes: las convergencias del socialismo demócrata -contrastante con el socialismo cristiano de Merkel- las posiciones más liberales en el sentido empresarial y la tercera dimensión, la que se concentra en la utilización más racional de los recursos naturales renovables, incluyendo las energías limpias.



Este último componente ecológico es totalmente clave y su contenido en los acuerdos no estuvo exento de polémica. Al parecer existe controversia, dado que el vicepresidente verde no habría estado plenamente de acuerdo con lo pactado. Aquí puede encontrarse posiblemente una fisura en el nuevo Ejecutivo.

La insistencia de los verdes radicó en que se “sentaran las bases hacia una economía social y ecológica de mercado”, tal y como lo documentó abundantemente la prensa internacional, en particular El País desde Madrid y Le Monde desde París.  No obstante, se prevé “la descarbonización para 2030 así como la salida de la energía nuclear.  El final de los motores de combustión fósil para 2035. Las energías renovables serán predominantes, en un 80% para 2030; se alcanzaría la neutralidad climática para 2045”.

Lo esencial en el nuevo gobierno alemán es la inclusión social, la armonización entre crecimiento y desarrollo sobre la plataforma de uso sostenido de recursos.  Se enmarcan los planteamientos en el modelo europeo general que fortalece las instituciones y los partidos políticos como instancias de intermediación.  Los ciudadanos en las calles -dentro de lo relativo que se puede esperar- se sienten representados por los funcionarios electos.

Bien para Alemania y para Europa.  El nuevo gobierno es prometedor. Arranca sobre una plataforma de consensos.  Algo que requiere más tiempo que las órdenes de los caudillos, pero que a la postre permite asignar más eficientemente recursos, como parte de un sistema que hace prevalecer a las mayorías, respetando también las posiciones minoritarias.

Puede haber tiempo para decepciones, pero por ahora el gobierno desde Berlín liderado por el socialista Scholz (1958 -) da ejemplo de planteamientos evaluables de gobierno.

*PhD. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor Titular, Escuela de Administración de la Universidad del Rosario

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