Dominó de corrupción en Latinoamérica | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Sábado, 18 de Agosto de 2018
Pablo Uribe Ruan
Son 12 expresidentes tras las rejas por prácticas corruptas en la región, una tendencia creciente y que, urgentemente, exige nuevos enfoques para enfrentar este flagelo. Casos como “los cuadernos de la corrupción”, “Lava Juez” y “Lava Jato”, parecen comprobar que es un mal endémico, pero Uruguay y Chile desmiente esta tesis

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Esta semana, al mismo tiempo en que 600 organizaciones de la sociedad civil y 45 países del mundo debatían nuevas estrategias para combatir la corrupción en la cumbre Civil 20 en Buenos Aires, los medios argentinos publicaron “los cuadernos de la corrupción”, una descripción rigurosa y hasta narrativa escrita por un conductor cercano al gobierno anterior sobre los millones de pesos que tuvo que transportar en su carro.

El juez Claudio Bonadio dijo que la administración Kirchner (2003-2016) recibió millonarias sumas para financiar sus campañas a cambio de contratos públicos. Un esquema que, día tras días, se repite en toda la región con casos como los de Luiz Inácio Lula Da Silva en Brasil, Pedro Pablo Kuczynski en Perú y otros tantos políticos involucrados en prácticas corruptas.

Ilegitimidad del sistema

Los escándalos de corrupción siempre traen una serie de anuncios que buscan, como algunos dicen, “calmar a la opinión pública”. En Perú, por ejemplo, el sucesor de Kuczynski, Manuel Vizcarra, lanzó una reforma judicial y anunció un referendo para legitimarla.

Por la rigidez de su cara, se le nota cansado/extenuado de la corrupción. Los últimos presidentes del Perú; Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala y Kuczynski han estado involucrados en escándalos por componendas con empresas privadas, sin exceptuar que el anterior a ellos, Alberto Fujimori, también está preso, aunque su condena fue por crímenes de lesa humanidad.

La poca fe que tienen los peruanos sobre sus dirigentes es comparable con la baja popularidad de instituciones democráticas como los Congresos o las Cortes en Latinoamérica, también permeadas por el flagelo de la corrupción.

Según el Índice de Percepción de la Corrupción 2017, publicado por Transparencia Internacional, la falta de “pesos y contrapesos” y el modelo de financiación de campañas tiende a crear espacios donde las prácticas corruptas son mayores.

No es extraño, por tanto, que las regiones con peor desempeño en este índice estén ubicadas en África subsahariana y Asia central, donde las instituciones liberales son amañadas -si existen- a los intereses de los regímenes muchas veces autoritarios.

Penosamente, Latinoamérica no se queda atrás. Si bien tiene algunos casos que mostrar, como los de Uruguay y Chile (23 ambos entre 180 países), la mayoría de naciones se ubica en la parte media y media baja de la tabla, o en un mapa del mundo, salen pintados de rojo, lo que significa que el estado de la corrupción es preocupante.

Pese al hermetismo del chavismo, Venezuela goza del impopular puesto 169, comparable con países como Sudán o Eritrea, situación que se agrava si se comprueban los millonarios nexos del gobierno y de algunos sectores de la oposición con la multinacional brasileña Odebrecht.

¿Es humano ser corrupto?

Son notorias las frases de personajes de la vida pública que intentan explicar la corrupción como algo “natural” e “intrínseco” a la vida humana. Hay quienes en Latinoamérica han dicho que debe haber actos corruptos en “sus justas proporciones” y algunos, como el poeta chileno Nicanor Parra, han hablado -sarcásticamente- de la “corrupción sustentable”.

Es claro, más allá de las explicaciones retóricas, que en los últimos años la corrupción se ha vuelto una prioridad en el debate público y ha sido aprovechado por populistas y no populistas para llegar al poder. Hablar de este fenómeno está de moda porque cada vez son más visibles los escándalos.

Para darse cuenta de ello solo basta mirar la región, que está empapada de prácticas corruptas. No es claro si ahora los políticos son más corruptos que antes, pero sí es cierto que ahora se conocen, mucho más seguido, relaciones corruptas entre los privados y el sector público. Este conocimiento permanente explica por qué la corrupción cada vez más se convierte en una de las prioridades del electorado en la región.

Aparte de este fenómeno, también se está viendo que casi en toda la región hay expresidentes implicados o condenados por conductas corruptas. La lista es larga, dispendiosa y, sobre todo, representa un reto para la legitimidad del sistema democrático. ¿Cómo se sostiene una democracia si quienes la lideran son corruptos?

Para Gaspard Estrada, director del Observatorio de América Latina del Instituto de Estudios Políticos de París, en diálogo con la AFP, el corazón del tema “es la relación entre el dinero y la política”.

En la medida en que la política está sustentada en cuantiosas campañas electorales los “incentivos” para caer en prácticas corruptas son mayores. Pero no solo es esto. La mayoría de casos en Latinoamérica muestran que la corrupción no solo se da en períodos electorales, sino que, fundamentalmente, hace parte del día a día en la política.

El gran problema institucional en América Latina es la falta de mecanismos de 'check and balance' (control y equilibrio)”, afirma Raúl Ferro (AFP), del Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina.

AFP

Larga lista

Una triste ubicación de Venezuela en el índice de Transparencia Internacional y cuatro expresidentes condenados o sindicados de prácticas corruptas en Perú, no son los únicos hechos preocupantes en la región. Argentina, Brasil, Panamá y El Salvador esta semana han estado en los periódicos por las presuntas conductas corruptas de exministros y expresidentes.

Tachado por el peronismo de ser una ficha de Mauricio Macri, el juez Bonadio dio a conocer algunos de los detalles de los “cuadernos de la corrupción” en Argentina, que involucran a los más altos cargos del kirchnerismo, incluyendo a la expresidente Cristina Fernández. 

Óscar Centeno, un conductor de bus expulsado del ejército, se dio la tarea de anotar meticulosamente en su cuaderno miles de millones que ejecutivos privados presuntamente le pagaron a algunos funcionarios del kirchnerismo a cambio de contratos públicos entre 2005 y 2015.

Por disposición judicial, 16 empresarios y exfuncionarios han sido detenidos por estar implicados en el escándalo de los “cuadernos” y el lunes en la tarde la expresidenta argentina fue citada en los tribunales pero se negó a declarar. El 13 de agosto fue citada para rendir indagatoria por una presunta “asociación ilícita”, según el juez Bonadio.

Además, un tribunal reabrió un proceso por “800.000” dólares enviados, supuestamente, por Hugo Chávez para financiar la campaña de Cristina Kirchner en 2007.

Al igual que varios de sus homólogos, Fernández de Kirchner ha dicho que se trata de “un montaje” para sacarle del juego político, ya que hoy es una de las principales voces de la oposición desde el Senado. “Es la nueva estrategia regional para proscribir dirigentes, movimientos y fuerzas políticas que ampliaron derechos y permitieron salir de la pobreza a millones de personas durante la primera década y media del siglo XXI”, escribió en Twitter.

Condenado por recibir un apartamento de la gigante Petrobras, Luiz Inácio Lula Da Silva ha sido el presidente más popular implicado en escándalos de corrupción. Tan es así, que el Partido de los Trabajadores lo anunció como su candidato para las elecciones presidenciales de octubre pese a que, por ahora, sigue en la cárcel.

Brasil está divido entre sus partidarios, la mitad del país, y la oposición que insiste en que está inhabilitado para participar en las elecciones. Su situación penal, sin embargo, se asemeja a la de algunos líderes disidentes que también han tenido que enfrentar la justicia, como es el caso de Aecio Neves, excandidato presidencial e hijo del líder de la transición a la democracia, Tancredo Neves.

La justicia en Brasil se mantiene al margen de la política, pero parece que inevitablemente entrará en el fenómeno ampliamente extendido en la región de la politización de los tribunales. Esta semana el comité de Derechos Humanos de la ONU dijo que se “debe permitir al expresidente Lula (…) ejercer sus derechos políticos y no ser descalificado de la elección en octubre”.

Por el escándalo de “Lava Jato” también han sido acusados algunos de los ministros de Lula y la expresidenta de Brasil, apartada del cargo hace dos años, Dilma Rousseff, quien igualmente se le acusa de participar en esta operación, además de “maquillar” las cuentas públicas.

En Perú, la palabra Lava también ha sido usada para describir la entramada corrupta entre las cortes y los políticos. A principios de julio se difundieron unas grabaciones en las que se escucha a los jueces negociar sentencias con los acusados.

La prensa peruana ha calificado el escándalo como “Lava Juez” y dice que, eventualmente, la compra de las sentencia tendría una relación directa con los escándalo de la multinacional Odebrecht en el país, que ya deja cuatro expresidentes investigados o en la cárcel.

En total, en Latinoamérica hay cerca de 12 expresidentes tras las rejas, una cifra pocas veces vista con anterioridad. Entre ellos, además de Lula y los peruanos, se destacan los nombre de Elías Antonio Saca, de El Salvador, y de Ricardo Martinelli de Panamá.

Por ahora, hay algo claro: cada vez es más difícil ser corrupto. Los numerosos expresidentes encarcelados lo demuestran. Pocos está exentos de ser investigados y, eventualmente, ser enviados a la cárcel.