CON la excepción del chileno Gabriel Boric, todos los gobiernos de izquierda de América Latina y el Caribe apoyan -directa o indirectamente- la denunciada reelección fraudulenta de Nicolás Maduro en Venezuela y la cohonestarán con el envío de representantes a la investidura presidencial de este viernes.
Desde el 28 de julio pasado, cuando el Consejo Nacional Electoral proclamó a Maduro vencedor en la masiva jornada de las urnas pese a que la oposición publicara copias de las actas electorales que evidenciaban lo contrario, es decir, una contundente victoria de su candidato Edmundo González Urrutia, la crisis venezolana no solo se acentuó, sino que dentro y fuera del país generó una inédita polarización política, así como una pasiva actitud de la comunidad internacional.
Rozando el cuarto de siglo en el poder venezolano (Hugo Chávez asumió la presidencia el 9 de febrero de 1999), el chavismo devenido a madurismo tras la muerte de ese líder se fue atrincherando en el poder al punto que, en las dos últimas elecciones presidenciales, pese a las denuncias de fraude y las condenas de más de medio mundo, Nicolás Maduro siguió en Miraflores y, parece, ahí seguirá por seis años más, según el mandato que se apresta a jurar.
El mundo democrático reaccionó a la cuestionada reelección de Maduro desde el mismo 29 de julio, siendo el mandatario derechista argentino, Javier Milei, el primero en denunciar el fraude. Tras ello, diferentes gobiernos de la región optaron por la diplomática vía de solicitar a Caracas publicar las actas electorales y “respetar la voluntad mayoritaria de los venezolanos”.
Dos grandes aliados del régimen venezolano, Colombia y Brasil, emprendieron una ‘labor mediadora’ para que se aclarasen no solo las dudas sobre el resultado electoral, sino que cesara la represión oficial con la que se enfrentó a cientos de venezolanos que se tomaron las calles para respaldar a Edmundo González Urrutia y su mentora, María Corina Machado.
A más de las consabidas palabras de condena, fueron escasos los países que reconocieron al opositor como presidente electo, salvo la Argentina de Milei. Casi cuatro meses después del 28J, lo hizo Estados Unidos a través de su secretario de Estado, Anthony Blinken, quien en un sorpresivo mensaje en X señaló: "El pueblo de Venezuela habló de forma enfática el 28 de julio y convirtió a @EdmundoGU en el presidente electo. La democracia exige respeto a la voluntad de los votantes”.
En contrario, de inmediato Maduro recibió la felicitación y reiterado apoyo de sus aliados de izquierda latinoamericanos (Honduras, Cuba, Nicaragua, Bolivia) así como de China, Rusia, Irán, Turquía, Corea del Norte, Bielorrusia y Catar, entre otros.
Y son, precisamente, esos mismos los que encabezan la lista de invitados internacionales a la investidura presidencial de Maduro, mañana, en el Palacio de Miraflores, aunque la mayoría de esos gobiernos optó por enviar representantes.
Solo dos presidentes
Ante el impacto geopolítico que puede tener la presencia de un mandatario en esa ceremonia que ‘legitimará’ un nuevo período para Maduro, máxime cuando tan solo diez días después retorna al mando de Estados Unidos el líder republicano Donald Trump, muchos gobernantes evitaron hacer presencia en Caracas y, para mantener los vínculos con Venezuela, eligieron a quienes lo harían en su nombre.
A menos de 24 horas de la investidura y aunque sin confirmar, se da por descontado que, al igual que hace seis años, hagan presencia Miguel Díaz-Canel de Cuba y Daniel Ortega de Nicaragua, los dos regímenes regionales.
Aunque Maduro se ufana de que la lista de invitados internacionales supera las 2 mil personas, vale aclarar que la gran mayoría son de organizaciones cívicas y culturales ya que con varios países latinoamericanos rompió relaciones por sus cuestionamientos al resultado de la presidencial, mientras que los europeos si bien no han reconocido a González Urrutia como triunfador, critican que el gobierno venezolano no haya publicado las actas electorales.
Los que estarán
Además de los dos presidentes antes mencionados, los que asistirán a la investidura de Maduro son embajadores o representantes de menor rango de varios países, para así dar una seudo-legitimidad a ese gobierno.
Es el caso de sus tradicionales aliados de izquierda: Colombia, Brasil y México. Gustavo Petro, tras meses de conveniente silencio, dijo este miércoles que las “elecciones en Venezuela no fueron libres”, descartando así su presencia y designando a su embajador en Caracas, Milton Rengifo, para el acto.
Brasil, por su parte, quien hasta ayer no había recibido la invitación formal, de hacerlo designaría a su embajadora en Caracas, Glivânia Maria de Oliveira, mientras que la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, designará a un representante.
Entre tanto sus grandes aliados mundiales, Rusia delegó al presidente de la Duma, Viacheslav Volodin; China a representantes cuyos nombres no entregó, al igual que el gobierno de Turquía.
Como se ve, la representación diplomática de bajo nivel a la ceremonia de investidura frustra el intento de Maduro y su régimen por lograr un espaldarazo internacional. Se limita a darle ‘seudo-legitimidad’.