En particular en economías emergentes -incluyendo a muchas de países latinoamericanos- se ha generalizado la utilización de alianzas público-privadas (APP) o Public Private Partnership (P3). No se tienen resultados universales, generalizados, en cuanto a logros y repercusiones totalmente positivos o negativos, aunque las medidas han sido alentadoras. Como es usual, todo depende de los criterios que se adopten y de los contextos en los cuales se opere.
Se trata en muchos casos de medidas de coordinación que pueden ser valiosos instrumentos de política pública en la búsqueda de resultados. Los enfoques muchas veces escapan de los mecanismos estrictos de mercado: capacidades manifiestas en demandas efectivas del mercado interno; preferencias reveladas mediante las cuales los consumidores expresan sus predilecciones.
Estos mecanismos de medidas público-privadas en general ayudan al fortalecimiento de los circuitos de la economía real. Es decir, la economía directamente vinculada a la producción de bienes, servicios, a la promoción y generación de empleo productivo, y con ello, de aumentar las oportunidades para la población. Se diferencia aquí a la economía real, de la economía de cartera, bancaria, financiarista; la que se ocupa de distribución de valores a partir de derivados financieros.
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Es de apuntar que la economía real, en términos del producto interno bruto (PIB) mundial -como indicador- estaría llegando a unos 120 trillones (millones de millones de dólares (US$), esto es 10 elevado a la potencia 12). Aunque las cifras se encuentran bajo permanente revisión, se espera según el Fondo Monetario Internacional (FMI), un crecimiento de entre 2.8% y 3.1% de la economía mundial para 2024.
En contraste, o más bien de manera complementaria, la economía bancaria o de cartera estaría moviendo unos 400 trillones de US$ al año. Esto proporciona base, entre otras consideraciones, a que una crisis sistémica financiera, como la iniciada el 13 de septiembre de 2008 con la quiebra de Lehman Brothers, afecte significativamente a la economía real.
Recuérdese que esa crisis financiera global se llevó al menos unos 24 millones de empleos, muchos de los cuales aún luego de 7 años después no se habían recuperado totalmente, tanto en número como en niveles de remuneración.
Al examinar las tendencias de estas dos grandes esferas de la economía mundial -real y de cartera o bancaria- contexto en el cual se ubican las alianzas público-privadas nos damos cuenta que las inversiones de cartera presentan tres grandes directrices previsibles para el futuro de la economía global.
Primero, tienden a mostrar un crecimiento constante, debido al aumento de la riqueza en ciertos grupos que pueden tener mayores utilidades y deciden invertirlas en mercados fundamentalmente bursátiles.
Segundo, cambios en la composición de activos, mecanismos mediante los cuales aumentarían los bonos y las acciones, por sobre activos tangibles ya sea de bienes muebles e inmuebles.
Tercero, mayor protagonismo de mercados emergentes, incluyendo los del Sur Asiático, India, China, Brasil, México y en general buena parte de las economías medianas de América Latina -Argentina, Colombia, Chile y Perú-.
Sin embargo, los vínculos entre los flujos real y nominales o monetarios y el ejercicio de políticas de alianza público-privadas se llevan a cabo en un contexto político que puede determinar la sostenibilidad y repercusiones -favorables o no- de las disposiciones. En este sentido, el autor Sheldon Wolin (1922-2015) profesor emérito de Princeton, ha desarrollado el concepto de “totalitarismo invertido”. Mediante este sistema, según el autor, lo que se tendría sería la actualización de mecanismos de poder de grandes sectores productivos; muchos de ellos transnacionales.
El modelo de relaciones de poder económico y social de Wolin se relaciona con los clásicos planteamientos de estudio de políticas públicas de Russell Ackoff (1919-2009). Como resultado de la consideración de ambas propuestas, es posible concluir que serían tres los mecanismos mediante los cuales la operatividad económica tiene lugar.
Inicialmente se hace evidente el predominio de inversiones de cartera en muchas economías principalmente emergentes; en un segundo plano, la perspectiva del aprovechamiento de rentas en particular de los sectores mineros; y en tercer lugar se tienen precisamente los ya citados acuerdos público-privados. A partir de este contexto se pueden tener mecanismos de acumulación financiera, de generación de excedentes que pueden fortalecer el ahorro nacional y con ello el fortalecimiento de los sistemas de oferta.
En la medida que eso ocurra, las ofertas -segmentadas de mercado y de sectores productivos específicos- pueden abaratar productos y servicios, y con ello dinamizar los mercados internos, creando abastecimientos y mayor generación de empleos productivos. Se trataría del fortalecimiento de los “ciclos de causación acumulativa” de los que ya hablaban los Nobel de Economía de 1974: Gunnar Myrdal y Friedrich Hayek.
En suma, lo importante para el desarrollo es el incremento de capacidades de la población vía la educación y capacitación, además del aumento de oportunidades con el empleo y el emprendimiento. Fortalecer complementariamente la economía real y los mercados financieros es algo que se impone a los países, en especial los de economías emergentes.
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario
(El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna)