En particular en 2021, América Latina experimentó una vigorosa recuperación económica, la cual se debió, con mucho, a los esfuerzos de contención y reactivación de factores productivos y competitivos. Se estaba saliendo de una pandemia de covid-19, cuyos resultados incluso ahora -a fines de 2023- no están totalmente superados.
La recuperación señalada se debió al esfuerzo combinado de mayor deuda externa, de incentivos en la producción, de apalancamiento de la demanda y también a un "efecto de rebote estadístico". Esto último se presenta cuando las comparaciones se llevan a cabo con niveles relativamente bajos, los que se llegaron a tener como consecuencia de la notable contracción económica que resultó de la pandemia; en particular en 2020.
El virus del covid-19 se detectó por primera vez en China, en noviembre de 2019 y sus mayores efectos se tuvieron, como se recordará, el año siguiente.
En las condiciones actuales, se espera que para este diciembre el crecimiento sea de 2.3% en Latinoamérica y el Caribe. Disminuye esa tasa de incremento de la producción, cuando la misma llegó a niveles de 4.1% en 2022. Se espera que toda la región aumente el total de producto interno bruto (PIB) en cifras cercanas a 2.5% para 2024.
Uno de los rasgos notables que se puede observar en estas circunstancias es que estamos bastante lejos de llegar a tasas de aumento de PIB regional de 5%, que se estima sería lo deseable para poder disminuir -de manera sostenible- los actuales niveles de pobreza tanto total como pobreza extrema o indigencia.
Puntualizando rasgos desde una perspectiva alentadora, el Fondo Monetario Internacional (FMI) resalta que la región ha podido sobrellevar y resolver con bastante éxito macroeconómico, los choques internacionales. El desempeño fue más vigoroso en 2022 y a inicios de 2023; en los meses de cierre de este último año, el crecimiento de producción ha mostrado tasas disminuidas.
Esta desaceleración habría sido el resultado de establecer medidas que tenían por objetivo frenar la amenazante inflación y las repercusiones del deterioro de las condiciones externas. Impactó también el más lento crecimiento -relativamente más bajo de lo esperado- de las locomotoras económicas del planeta, tal el caso de Estados Unidos, China y Europa.
Como se sabe, en la medida que los grandes centros económicos mundiales tienden a desacelerar sus desempeños, se manifiestan principalmente tres correas de transmisión afectando a los países en desarrollo: (i) compran menos quantum o cantidad de las exportaciones que llegan desde el Sur; (ii) esos productos de exportación de países emergentes llegan a tener menores precios; y (iii) tienden a disminuir los montos de remesas que van desde los países más desarrollados.
Estas remesas son cruciales en los casos de varias naciones latinoamericanas, tales como México, El Salvador, Guatemala, Ecuador, Perú, Honduras.
En términos de inflación, que es un indicador de la estabilidad de las condiciones económico-productivas, se tuvo que 2022 cerró -en el ámbito regional- con un 7.8%. Para 2023 se espera que esta generalización en el alza de precios -sin contar a Argentina y Venezuela- llegue a 5.1% y se ubique en 3.6% para 2024, de conformidad con cifras del FMI.
De nuevo, aquí se manifiesta que en general, Latinoamérica y el Caribe se privilegian políticas económicas que buscan la estabilidad, esto es el control de inflación, más que el estímulo que redunda en crecimiento económico y generación de empleo. Esto último se pone de manifiesto con mayor intensidad en el Sudeste Asiático.
Al considerar factores internos o subsistémicos de la región latinoamericana, los principales componentes que estarían fortaleciendo una baja en los indicadores se relacionan con presiones inflacionarias, tensiones sociales y choques derivados del calentamiento global.
En función de las convulsiones sociales, existen países que dan muestras de marcado desencanto por los resultados que hasta ahora se tienen de procesos democráticos. Véase por ejemplo lo que puede ser un auténtico “salto al vacío” en Argentina con la elección de Javier Milei. La angustia de amplios sectores argentinos se explica al tener que soportar, para 2023, no menos de un 130% de inflación anual, un 40% de la población viviendo en condiciones de pobreza, con una deuda externa de casi 247,000 millones de dólares.
Sin embargo, el caso de Argentina no es el único, allí está la entronización del chavismo militar en Venezuela, lo que podrían ser rasgos autoritarios en El Salvador, la prolongada crisis socio-política actual en Guatemala.
Con referencia a factores relacionados con el calentamiento global, véase cómo -incluso fuera de la franja tropical- se tiene el aparecimiento de ciclones de diferentes tipos. Han ocurrido huracanes originándose en el pacífico e impactando en los litorales del sur de Mesoamérica; tal el caso de los devastadores efectos del huracán Otis golpeando Acapulco a fines de octubre pasado. Estos fenómenos afectan en particular el turismo -algo vital- para las economías caribeñas.
No se puede aún esperar que los crecimientos económicos moderados para 2024 puedan disminuir los niveles de pobreza en la región latinoamericana, de manera sostenible. Aún los países luchan por retornar completamente a condiciones pre-pandemia. Pero dependen del desempeño de mercados internacionales y de ir logrando el urgente requerimiento de cohesión social y legitimidad política a lo interno de las sociedades.
* Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario
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