Una vez se conoció que la centroderecha había ganado las elecciones del domingo pasado en Portugal, luego de casi ocho años de gobierno socialista, la mayoría de los analistas se han centrado en la irrupción de “Chega” (Llega, en español), un partido de ultraderecha que triplicó su votación en comparación a la de 2020, y con el que los conservadores tendrán que pactar para formar un gobierno estable las próximas semanas.
Fundado por el experiodista deportivo y doctor en Derecho, André Ventura, “Chega” nació hace menos de cinco años como reacción a las medidas de austeridad para corregir la debacle macroeconómica y fiscal que golpeó a Portugal luego de la crisis de 2008, llevando al país a convertirse en una de las economías más críticas de Europa junto a Grecia.
Dos vertientes
El auge de la derecha en todo el continente se divide en dos vertientes, una centrista y otra dura o radical. Los partidos conservadores europeos, como el Partido Popular en España, los Republicanos en Francia o los cristianodemócratas en Alemania, aunque no gobiernen en sus países han crecido en representación y seguramente llegarán al poder en el corto y mediano plazo. Se trata del ciclo natural del péndulo político, luego de que los partidos socialistas o centristas hayan gobernado desde antes de la pandemia.
Menos habitual, es el claro avance de los neo-nacionalista o ultraderechistas, como “Chega” y otros tanto más. Un artículo de El Político, en su sección europea, destacaba esta tendencia con preocupación “This time, the far-right threat is real” (esta vez, la amenaza de la extrema-derecha es real, en español). Más allá de la valoración de esta amenaza, el auge de la extrema derecha representa también un desafío para los conservadores, que tienen, de país en país, que valorar la viabilidad de pactar o no con los radicales.
Si nos fijamos en el último año, es claro que la centroderecha ha decidido pactar con los ultraderechistas en la mayoría de los casos. Esto indica que en Europa se ha roto el famoso “cordón sanitario”, al mismo tiempo que el centrismo (de derecha y también de izquierda) se ha erosionado dándole más espacio a los radicales, especialmente de derecha.
Fin del “cordón sanitario”
Hace unos 15 años, en las páginas de los periódicos europeos, los partidos conservadores eran vistos como los principales contenedores del auge de la extrema-derecha. Tenían una capacidad para concentrar la mayoría del voto de derecha llevando a que los partidos ultraderechistas fueran la cuarta o la quinta fuerza en casi toda Europa. Parece, después de un tiempo, que esta capacidad está agotándose, o no necesariamente, pero está en duda por el crecimiento de las fuerzas de ultraderecha y sus efectos, como el fin del “cordón sanitario”.
El “cordón sanitario”, del que tanto se habla, no apareció como muchos creen en la Francia del conservador Jacques Chirac para contraponerse a Jean Marie Le Pen, el padre de Marine, quién en 1980 fundó el Frente Nacional, un proyecto neo-nacionalista que llegó en un momento a reivindicar el nacionalsocialismo o nazismo, y una vez quedó segundo en las elecciones presidenciales francesas.
La realidad es otra. En la década de 1980, los partidos centristas belgas decidieron bloquear a “Vlaams BlokBE”, un partido de extrema derecha que tenía posiciones xenófobas y ultranacionalistas. Para limitar su capacidad en el parlamento europeo, plantearon “un cordón sanitario” que evitaba cualquier posibilidad de alguna alianza o convergencia con otras fuerzas políticas. Luego, el término fue adoptado en toda Europa, y ha tenido un evidente auge en los últimos 10 años tras el ascenso de la extrema derecha a nivel continental. Sin embargo, los días del “cordón sanitario” parecen contados. En cada elección en Europa, la centro-derecha pacta con la ultraderecha, formando gobiernos de coalición.
Además de Portugal, en el último año los conservadores han formado gobiernos con partidos de ultraderecha en Suecia, Italia, Croacia, Reino Unido, Austria y Grecia -y en más países-. En todos existe una alianza entre conservadores y radicales, algunas veces liderada por los primeros, en otros casos por los segundos. Esto indica que se ha normalizado la extremederecha, como dicen los analistas del centro de pensamiento Grupo de Estudios Políticos, con sede en París, en el artículo: “El dilema de la centroderecha europea: ¿renovación de la Gran Coalición o Alianza Nacional-Conservadora?”.
En Austria, por ejemplo, opera una coalición entre los conservadores del popular Sebastian Kurz y los ultraderechistas del Partido de la Libertad de Austria. Particularmente hablo de este país por la razón de que allí ha existido una particular preocupación por el auge de los discursos neoconservadores, dado la fuerte cercanía con el nazismo y la desconfianza que esto generaba en la mayoría de ciudadanos.
Ahora bien, en el caso austriaco se trata de una coalición liderada por los conservadores de Kurz. En cambio, en Italia o Grecia, los gobiernos tienen como jefes de Gobierno a políticos de ultraderecha que han logrado captar el apoyo de la centroderecha. Mientras que Georgia Meloni consiguió en septiembre de 2022 el apoyo del fallecido Silvio Berlusconi, los neofascistas de FdIIT (EKR) y los neo-populistas de LegalIT en Grecia han hecho lo mismo con la derecha tradicional de ese país.
La ultraderecha
Cuando se habla de ultraderecha no se llega a un consenso ideológico en Europa que permita unificar lo que piensa un partido como el de Víctor Orbán, en Hungría, con el de Marine Le Pen en Francia. Sin embargo, hay elementos en común, uno de ellos es la clara aversión que tienen todos los movimientos de la derecha contra la Unión Europea.
El eje central de estos grupos es la Declaración de Praga de 2009, en la que el ECR (Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos, ultraderechistas del Parlamento Europeo) definió su política como “eurorrealismo”, un término que había usado al principio de la década de los 2000 David Cameron para definir la posición de los conservadores ingleses frente al bloque europeo.
“Por eurorrealismo se entiende una visión antifederalista de la integración europea en la que los parlamentos nacionales deben reforzarse en los procesos de toma de decisiones europeos mediante una aplicación más estricta del principio de subsidiariedad”, describe el Grupo de Estudios Políticos.
Unidos, los conservadores en toda Europa han optado por formar fuertes coaliciones mayoritarias con los ultraderechistas. El continente se inclina por la derecha, en un giro que va a cambiar probablemente los ejes de la Unión Europea y la política centralista de las últimas décadas en el continente.