El sinuoso rumbo de las elecciones en Brasil | El Nuevo Siglo
Foto archivo Xinhua
Sábado, 18 de Agosto de 2018
Giovanni Reyes

El domingo, 7 de octubre próximo, se llevarán a cabo las elecciones de presidente y vice-presidente en Brasil.  Si ninguno de los candidatos obtiene la mayoría, se realizaría una segunda ronda el domingo 28.  Las apuestas están abiertas y la gran incógnita es saber si el expresidente Luiz Inacio Lula Da Silva (1945) podrá ser candidato o no.

Como se sabe, el hasta ahora dos veces presidente de la mayor economía de América Latina -responsable de cerca del 46 por ciento del total de producción de la región- se encuentra detenido. Pero nada está escrito.  Tiene alta popularidad y de ser candidato es muy probable que el triunfo estaría seguro. 

Ese rasgo, no obstante ahora que las discusiones y los debates -no pocas veces encendidos- cobran vigor, puede jugar en su contra. Los sectores más conservadores podrían optar a “cualquiera menos Lula”, unido a lo que se dirima en tribunales. Y lo sabemos.  Cuando hay necesidad de un dictamen, usted puede tener dos abogados y de ellos obtenerse al menos unas cinco conclusiones diferentes.  Siempre el asunto de las interpretaciones.

Tal y como lo documenta Juan Manuel Karg desde México, el primer rasgo, el más evidente, es que estas elecciones en Brasil conllevan plena incertidumbre.  No sólo está el factor Lula. Se tiene una multiplicidad de candidatos quienes en medio de sus discursos altisonantes, faltaba más, dejan más preguntas que respuestas. 

En todo caso, es de tener presente que en política lo que realmente vale es determinar los hechos, los logros de las personas y candidatos, de los equipos que les apoyan, y quizá algo más importante: qué grupos están detrás de las candidaturas.  Eso nos brindará una pista sobre los sectores que impondrán su lógica de beneficios al momento que una determinada opción se haga con el gobierno en el país.

Véase a Trump.  Sectores clave para el multimillonario dinero de la campaña fueron precisamente los petroleros, además de los productores y mercaderes de armas.  Precisamente ellos son quienes ahora se frotan las manos con los negocios.  Eso de que murieron tan sólo el lunes 13 de agosto 40 niños en un bus en Yemen, son cosas “que suceden”, “efectos indeseados”, “nuestras oraciones están con ellos” dice Trump.  Además, allí están las excusas de los cínicos degradados -otro síntoma de la barbarie actual- “el hombre siempre se ha matado entre sí, siempre ha sido violento”.  Los pretextos están a la mano, a la carta.

 

Tomando eso en cuenta, en el caso de Brasil, hasta ahora, la segunda opción con más preferencias es una dupla de exmiembros del ejército: dos ultra-derechistas, poco amigos de moderaciones y como de esperarse, fuertemente inclinados a soluciones fáciles y violentas; ellos son Jair Bolsonaro, quien votó, según se indica, por la salida de Dilma Rousseff, en nombre del torturador de la expresidenta, Brilhante Ustra.

Con un candidato así no se esperaría que su compañero de fórmula fuese Nelson Mandela, como bien puntualiza Karg.  Para nada.  Su fórmula de boleta es el general Mourao quien ha insistido en que “toda esta maraña se resuelve rápidamente con un golpe militar”. Se estima que para esta fórmula, el voto cautivo que le estaría apoyando, el “voto duro”, rondaría un 15 por ciento del electorado.

No obstante estos candidatos, la opción que representa la certeza de aplicación de políticas neoliberales sería Gerardo Alckmin (1952).  Es el Gobernador de Sao Paulo, es decir tiene experiencia política y también ha corrido en campañas previas.  Fue derrotado por Lula Da Silva en 2006 y su partido, el PSDB fue el de la dirigencia que aplicó los planes de ajuste más ortodoxos, más duros en la economía del país. En esas condiciones no sorprende que muchos de la élite de las grandes corporaciones vean bien una presidencia de Alckmin.

Por los lados de la izquierda se presentan los candidatos Ciro Gomes y Guilherme Boulos.  Se trata de candidaturas a las que les ha costado despegar. Muchos estiman que de hecho no llegarían a una segunda vuelta, pero su caudal electoral -especialmente en una votación muy cerrada- puede ser factor decisivo.

En medio de todo, se presenta la candidatura de Marina Silva (1958) es la alternativa ecologista, tercer lugar en la elección pasada, en 2014.  Su posicionamiento trata de ocupar el centro político y con ello hacerse con los réditos que no se ubican en los extremos.

Con todo, esta elección en Brasil es por demás atípica. Un candidato con gran caudal de votos está detenido. Lío de abogados y jueces de por medio -por no decir de influencias económicas convincentes- pueden determinar la viabilidad o no de esta candidatura.  Ciertamente la perplejidad y los riesgos para la democracia brasileña son palpables. 

En medio de todo el escenario se instala, todos los días, en todos los resquicios del país, el fantasma de las amenazas, la corrupción y las consecuencias generales de la operación “Lava Jato”, la que destapó los escándalos.  Brasil camina sobre el alambre, las opciones están por demás abiertas.  Uno de los mayores peligros es continuar con el proceso de desgaste de la clase política tradicional. La gente desesperada puede dar saltos al vacío.

 

 Se temería incluso la implosión del gigante de América del Sur. Los costos de los errores se pueden imponer fácilmente. Y uno no cree las cosas hasta que las mismas suceden, son irreversibles. Uno espera que se pueda aprender siempre algo. Los espejos están allí, a la vuelta de cada día.  Un elocuente y oneroso ejemplo: las ineptitudes de Trump y todo el costo que ello implica. Quiera Dios que en contraste con los estadounidenses, al menos un poco de sensatez se imponga en Brasil, en la escogencia del nuevo ocupante del Palacio de Planalto.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario.

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