EN los últimos meses, varios países de América Latina han levantado las alertas por un incremento en los decomisos de fentanilo médico. Aunque este fenómeno presenta riesgos, tiene amplias diferencias con respecto al fentanilo ilícito que ha generado una crisis en Estados Unidos y México.
El caso más reciente ocurrió el 6 de octubre, cuando el Organismo de Investigación Judicial de Costa Rica (OIJ) afirmó al medio CRHoy que desde 2022 se habían decomisado más de 1.000 dosis de fentanilo en el país y que se habían abierto diez investigaciones judiciales por la distribución ilegal de este opioide sintético.
El fiscal de Jurisdicción Especializada en Delincuencia Organizada afirmó al medio que estos decomisos evidencian “un aumento exponencial en el uso de (fentanilo)” en Costa Rica.
“Las puertas del infierno ya están en Costa Rica con el fentanilo… Los carteles mexicanos están buscando subsidiarias para producir en cada país y elaborar esta droga tan agresiva que va a crear zombies a nivel mundial”, manifestó el exministro de seguridad de Costa Rica, Gustavo Mata, a dicho medio de comunicación.
Las declaraciones ocurren en medio de una tendencia regional en donde parecen haber aumentado los decomisos de fentanilo médico en diversas presentaciones en varios países latinoamericanos, incluyendo Argentina, Colombia, Panamá, Ecuador, Brasil, Honduras y Venezuela. Esto ha generado preocupaciones entre las autoridades, debido a que las sobredosis por este opioide sintético han cobrado cientos de miles de vidas en Estados Unidos y México durante la última década.
Como resultado, se ha propagado una narrativa de pánico. Reportajes que incluyen frases como “la llegada de la droga zombie”, “la amenaza de la droga mortal” o “alerta máxima por fentanilo” se han reproducido en medios de toda la región. Algunos reportajes incluso han argumentado que las organizaciones criminales mexicanas buscan expandir el mercado de fentanilo más allá de Estados Unidos.
El fentanilo es altamente adictivo y tiene el potencial para que los grupos criminales generen grandes ganancias con pocas cantidades. Sin embargo, los registros de incautaciones de este opioide en Centroamérica y Suramérica presentan diferencias considerables con respecto al fentanilo producido y comercializado en México y Estados Unidos.
Hasta ahora, la evidencia indica que se trata de economías criminales distintas.
Uso médico vs. Ilícito
El fentanilo que se produce de manera ilícita en México y se trafica a Estados Unidos es sintetizado en laboratorios rudimentarios y por cocineros con conocimientos básicos o nulos en química.
Esto implica que durante el proceso de producción no necesariamente se realizan las limpiezas adecuadas de precursores y pre-precursores químicos, lo cual pone en riesgo la salud de los consumidores. Además, los productores no suelen llevar un control de la calidad ni de la cantidad de fentanilo presente en las dosis finales. De esta manera, los usuarios desconocen cuánto fentanilo están consumiendo, por lo que el riesgo de sobredosis aumenta.
Sin embargo, en todos los casos registrados en Centroamérica y Suramérica, el fentanilo encontrado por las autoridades no fue producido de esta manera, sino que fue desviado o robado de centros médicos u hospitales locales, los cuales utilizan el opioide sintético como anestesia o para tratamiento del dolor en enfermedades crónicas.
A diferencia del fentanilo ilícito, el de uso médico es producido en laboratorios farmacéuticos especializados, con los equipos requeridos y bajo un estricto control de calidad. Además, es comercializado en presentaciones con una concentración controlada del opioide, para ser administrado a los pacientes sin mayor riesgo.
Un caso representativo de este tipo de desvíos se conoció en Panamá el pasado marzo, cuando el procurador general Javier Enrique Caraballo denunció la pérdida de 19.000 dosis de fentanilo del complejo hospitalario del seguro social. Las investigaciones encontraron que por lo menos 50 funcionarios médicos y administrativos participaban del desvío y robo de fentanilo.
Casos similares se han visto en Brasil, donde en el estado de Espíritu Santo se han dado tres incautaciones de fentanilo a lo largo del año. Allí, las autoridades aseguran que el fentanilo proviene de desvío hospitalario.
En julio, las autoridades argentinas decomisaron 500 ampolletas de fentanilo, una de las presentaciones más comunes en las que se comercializa este opioide legalmente, mientras eran transportadas por un servicio de paquetería en la provincia de Misiones. En Colombia también se han presentado decomisos de ampolletas de fentanilo en Bogotá, Medellín, Cúcuta y Tuluá.
No obstante, esto no significa que comercializar fentanilo médico de manera ilícita en las calles no conlleve riesgos. En algunos casos, el opioide puede ser manipulado por personas sin conocimientos químicos, y mezclado con otras drogas, sin que los usuarios tengan conocimiento de ello.
Por ejemplo, en febrero del año pasado, 24 personas murieron por consumir cocaína adulterada con carfentanilo, un análogo del fentanilo, en Buenos Aires. En la colombiana Medellín, los servicios hospitalarios han comenzado a recibir casos de personas que han consumido drogas sintéticas como tusi, adulteradas con fentanilo.
Distintas redes de suministro
El fentanilo de origen ilícito tiene una cadena de suministro altamente organizada y con una participación de diferentes actores que se mueven entre esferas legales e ilegales.
Esta comienza en países como China, donde empresas químicas producen y comercializan precursores, pre-precursores o sustancias químicas esenciales para la producción de fentanilo.
Los productos son comprados por intermediarios en México -individuos, importadores o empresas fachada- quienes luego facilitan los químicos a las redes productoras de fentanilo, dentro de las cuales se encuentran diferentes cocineros que sintetizan la droga. Allí, diversos actores criminales, incluyendo redes asociadas a los carteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, se involucran en la compra de la droga y el transporte de la misma hacia Estados Unidos.
Hasta ahora no hay evidencia de que este modus operandi se haya expandido a otros países de Centroamérica y Suramérica. Los casos identificados se limitan a la participación de redes pequeñas y con poca organización.
En Colombia, por ejemplo, las redes vinculadas al desvío de fentanilo parecen ser novatas. Se valen de estrategias como reportar más dosis de fentanilo de las utilizadas o de recetas médicas para acceder al medicamento.
Por ejemplo, en Cúcuta, en la frontera con Venezuela, un auxiliar de enfermería fue capturado (agosto pasado) en posesión de 98 ampolletas de fentanilo, las cuales presuntamente obtuvo del hospital en el que trabajaba.
“Hasta ahora no tenemos en el radar a redes o grupos organizados (involucrados en la comercialización de fentanilo)”, dijo a InSight Crime una funcionaria del gobierno con conocimiento del caso de fentanilo en Cúcuta, quien pidió no mencionar su nombre por no estar autorizada a hablar del tema.
De manera similar, el fiscal Esteban Chavarría, de la Jurisdicción Especializada en Delincuencia Organizada (Jedo) de Costa Rica afirmó a CRHoy que han detectado redes pequeñas de profesionales de medicina que formulan recetas para obtener el fentanilo y desviarlo hacia el mercado ilegal.
En Honduras, también se han adelantado investigaciones sobre el desvío de fentanilo de uso médico desde hospitales públicos. “Son los mismos altos funcionarios, los médicos, los que estaban haciendo este desvío (de fentanilo)” comentó José Corea, fiscal de la Fiscalía Especializada Contra el Crimen Organizado.
En Brasil parecen involucrarse grupos más sofisticados. Si bien el fentanilo proviene de desvío hospitalario, parece haber una vinculación con redes productoras de drogas, pues en dos de las tres incautaciones realizadas, el fentanilo médico fue manipulado en laboratorios clandestinos. A pesar de que no se ha comprobado que el opioide esté siendo mezclado con otras drogas, dentro de los laboratorios se encontraron cocaína y marihuana.
Tendencias de consumo
Las dinámicas de consumo de drogas son otro factor diferencial entre las experiencias de países de América Latina y la crisis por el consumo de fentanilo que se vive en Estados Unidos.
El actual auge del consumo de fentanilo en Estados Unidos tiene sus orígenes en la profunda crisis por el consumo de opioides recetados, que comenzó a mediados de los años 90.
En ese entonces, empresas farmacéuticas comenzaron a promocionar fuertes opioides adictivos -como la oxicodona- para el tratamiento de dolores. Estos medicamentos fueron recetados masivamente, derivando en adicciones a estos opioides y a otros como la heroína.
América Latina no tiene un contexto de consumo de opioides comparable al de Estados Unidos. Es poco probable que el consumo de fentanilo tome dimensiones similares, pues no existe un gran grupo de clientes potenciales.
Sin embargo, no es completamente imposible. Otras drogas sintéticas como el tusi (cocaína rosa), el éxtasis y la ketamina ya tienen un mercado de consumo en la región, lo que puede traer retos similares para los gobiernos en el futuro