Honduras: sin asumir presidencia, Castro enfrenta crisis política | El Nuevo Siglo
XIOMARA CASTRO, esposa del derrocado Manuel Zelaya, debe asumir la presidencia de Honduras este jueves,
Foto AFP
Domingo, 23 de Enero de 2022
Redacción internacional con Europa Press

SIN asumir la presidencia de Honduras, la izquierdista Xiomara Castro enfrenta una crisis política que amenaza tanto su posesión como su gobernabilidad.

Castro deberá jurar el cargo el miércoles marcando el regreso de la izquierda al poder tras doce años de gobiernos conservadores y convirtiéndose en la primera mujer en esa máxima dignidad. Sin embargo desde el viernes enfrenta una inédita situación cuando 18 diputados de su partido Libertad y Refundación (Libre, izquierda), violando un pacto con sus aliados, hicieron alianza con el hoy oficialista Partido Nacional (derecha) para designar a un presidente provisional del Congreso provisional, cuyo titular debía definirse este domingo. Pero, sorpresivamente, la rebelión se mantuvo lo que llevó a que el Parlamento dividido, en ceremonias separadas, escogiera cada cual a un presidente del hemiciclo.

De esta forma, los diputados disidentes de Libre, con apoyo de formaciones de derecha, eligieron a Jorge Cálix como presidente del Congreso en un centro social. En paralelo, los conresistas leales a la electa mandataria nombraron al diputado del Partido Salvador de Honduras (PSH), Luis Redondo, en la sede parlamentaria. 

Cálix, acusado de "traidor" por Castro, prometió sin embargo trabajar por el programa de la presidenta electa, que en teoría debe asumir el gobierno este jueves, pero que ahora podría estar en vilo ante tal sorpresiva como inédita situación.

Tras su elección con 79 votos, gracias a que la bancada del Partido Nacional (gobierno saliente) lo respaldó, Cálix se dijo dispuesto a apoyar al nuevo Ejecutivo. “Nuestra agenda legislativa tiene como prioridad hacer realidad el plan de gobierno de Xiomara Castro", aseguró.

Entre tanto en la sede del Congreso se daba la elección oficial y en cumplimiento del acuerdo al que llegaron días atrás Castro y el Partido Salvador de Honduras (PSH), se escogió para el mencionado cargo a Luis Redondo, de esa formación, con 96 votos, incluyendo los de los suplentes.

Vale recordar que se requieren 65 votos para lograr la dirección del Congreso, la mitad más uno de los 128 escaños. El nuevo Congreso estaba integrado hasta antes de la disidencia de los izquierdistas por 50 diputados de Libre, 44 del PN (del actual presidente Juan Orlando Hernández), 22 del Partido Liberal (PL, derecha), 10 del PSH y dos de otros partidos.

La mandataria electa encabezó una vigilia con sus seguidores la noche del sábado en la sede del Parlamento para denunciarla ‘traición’ de los 18 diputados de su partido, que de inmediato fueron expulsados y, este domingo, instó a respetar el orden constitucional e invitó a los hondureños a su posesión presidencial. De esta forma trinó: “Reconozco la presidencia del Congreso encabezada por el diputado Luis Redondo, le invito a mi juramentación junto al pueblo el 27 de enero".

Este escenario político avivo los temores de un golpe de Estado, aunque se cumpla como está previsto el traspaso de poder, lo que de plano fue descartado por el disidente izquierdista y titular del Congreso ‘paralelo’, Cálix quien sostuvo que "mientras yo ostente la presidencia del primer poder del Estado no habrá ningún golpe de Estado contra la presidenta electa".

El sociólogo y analista político, Eugenio Sosa consideró que “se viene una crisis de incalculables dimensiones” y anticipó que “Xiomara no va a ceder. Ella mantendrá tanto su reconocimiento a Redondo como su juramento presidencial”.

 

Los otros desafíos

Aunque Castro logre, tal cual está contemplado, su juramentación este jueves ante el Congreso que preside Redondo, se desconoce que pasará con el ‘poder legislativo disidente’ que lidera Cálix.

Ese es su más inmediato y vital reto. Conjurar esa crisis política y desactivar la intentona rebelde para asegurar tanto su permanencia como gobernabilidad. Una vez lo logre deberá encarar los múltiples y graves retos de este país centroamericano, a saber: altos índices de pobreza, violencia y una corrupción que se ha instaurado a todos los niveles en las instituciones, inclusive en la presidencia de la República.

De esta forma el desafío de Castro va más allá del clásico cambio entre un gobierno de un signo político y otro, pues tendrá que tomar las riendas de un país que da claros signos de haberse convertido ya en un Estado fallido, con las estructuras del narcotráfico impregnándolo todo, después de que sus dos antecesores en el cargo hayan estado relacionados directa o indirectamente con el mercado de las drogas.

El derrocamiento de Manuel Zelaya en 2009 trajo consigo un importante aumento del tráfico aéreo irregular, ya que tradicionalmente los carteles del narcotráfico han utilizado Honduras como puente para trasladar su cocaína a Estados Unidos sin tener que pasar por México, donde los poderosos grupos del crimen organizado imponen sus propias reglas.

La relación entre un hecho y otro queda en evidencia cuando dos familiares directos de los antecesores de Castro, el hijo de Porfirio Lobo, Fabio, y el hermano de Juan Orlando Hernández, Juan Antonio, están cumpliendo condenas de prisión por narcotráfico en Estados Unidos.

En cuanto al presidente saliente, cuyo nombre apareció una docena de veces en la investigación que sirvió como base para condenar a su hermano, su futuro es incierto y corre el riesgo de ser extraditado tras dejar el cargo y ser enjuiciado en Estados Unidos por estos mismos delitos.

El contundente triunfo de Xiomara Castro en noviembre pasado, con más del 50 por ciento de los votos, quince puntos por delante del segundo, en un proceso con cerca de un 70 por ciento de participación, vino acompañado del hecho de que se convirtió en la candidata presidencial más votada de la historia de Honduras.

Ella hereda un país muy deteriorado, con un tejido social dañado por la subida del precio de los combustibles y de los alimentos, con uno de los índices de homicidios más altos del mundo, con infraestructuras dañadas por el paso de dos huracanes en 2020 y con las estructuras del Estado infectadas por el narcotráfico y la corrupción.

Ante este escenario, Castro ya presentó un ambicioso programa para acometer una serie de cambios profundos, en el que una de las propuestas estrella es la convocatoria de una Asamblea Constituyente para llevar a cabo la redacción de una nueva Constitución, precisamente una de las causas por las que su esposo, el expresidente Zelaya, sufrió un golpe de Estado en 2009.

En este plan de acción, Castro se ha comprometido a derogar algunas leyes como la de seguridad y la controvertida ZEDE, por la cual ciertas zonas quedarían sujetas a un régimen administrativo especial, donde por un supuesto un intento por atraer la inversión y crear puestos de trabajo, serían los inversores quienes decidirían en asuntos de naturaleza jurídica, de seguridad y de fiscalidad.

Reducir el precio de la energía, acabar con los impuestos al combustible, contrarrestar a los monopolios y oligopolios que operan sin cortapisas en el país, la lucha contra la corrupción, así como un aumento del salario mínimo y de la puesta en marcha de una renta universal para las familias más pobres, son algunos de los objetivos que se ha marcado la entrante gobernante.

La migración masiva es otro de los problemas del país, con un aumento del desempleo debido a la crisis del coronavirus, y no solo porque uno de cada diez hayan salido en el último año, sino porque además en el mismo periodo de tiempo unas 50.000 de estas personas han sido devueltas desde México y Estados Unidos ahondado aún más en la crisis humanitaria que asola la región.

Otra des la metas marcadas por el futuro gobierno es intentar proteger y reforzar la autonomía de las mujeres en un país con los índices de feminicidios más altos de la región, con altas tasas de embarazos entre menores de edad, en el que el aborto está prohibido bajo cualquier condicionante y en el que cada año 2.300 mujeres son violadas.

 

Socios internacionales

Algo más previsible parece que será la nueva posición de Honduras dentro del tablero político internacional, pues todo hace prever un acercamiento a los vecinos de la región en los que gobierna la izquierda tras haber sido en la última década aliado incondicional de Estados Unidos, incluso cuando la Justicia de aquel país abría investigaciones por narcotráfico a funcionarios destacados del gobierno.

No obstante, las previsibles críticas de los detractores por un acercamiento a socios como Cuba o Venezuela, pueden quedar contrarrestadas después de que Castro haya también logrado contar con el apoyo de un electorado más al centro tras la alianza forjada con el Partido Salvador de Honduras, liderado por quien será ahora su vicepresidente, el presentador de televisión Salvador Nasralla.

Tampoco se descarta que el futuro gobierno recupere sus encuentros con China, después de que en los últimos doce años, Honduras haya sido uno de los pocos países que mantenía relaciones diplomáticas con Taiwán.

No obstante, Castro ya ha dejado claro que no pretende romper sus vínculos con Taiwán, en un intento también por mantener en buen estado las relaciones de Honduras con Estados Unidos, país que ya ha confirmado la presencia de la vicepresidenta, Kamala Harris, en la investidura.