Los iraquíes votaron este sábado para elegir un nuevo Parlamento, que tendrá que supervisar la reconstrucción de un país devastado después de tres años de guerra contra el grupo yihadista Estado Islámico (EI).
Cerca de 24,5 millones de iraquíes estaban llamados a las urnas para elegir a 329 diputados en una jornada que transcurrió sin incidentes relevantes hasta el cierre de los colegios electorales.
Los votantes mostraron su voluntad de cambio para recomponer un país exhausto tras la guerra contra los yihadistas. Muchos de ellos, de distintas confesiones y provincias, afirmaron votar para expulsar a "los tiburones de la corrupción", en un periodo en el que el Parlamento deberá supervisar la reconstrucción de Irak.
En febrero, Bagdad obtuvo 30.000 millones de dólares en compromisos de sus aliados para rehabilitar sus deficientes estructuras, pero los habitantes temen que ese dinero acabe llenando los bolsillos de los políticos.
"Voté por un candidato que nunca se había presentado, espero que estos nuevos respondan a los deseos de los iraquíes que sufren de la corrupción desde hace 15 años", explicó Mohamed Jaafar, de 80 años, en la provincia de Diwaniyah, al sur de Bagdad.
En Mosul, antigua "capital" iraquí de los yihadistas en el norte del país, Omar Abed Mohamed, un desempleado de 32 años, quería "cambiar las caras de quienes han llevado a la destrucción del país".
Y en Qaraqosh, una ciudad cristiana cercana de Mosul, los electores mostraron sus ansias de "estabilidad" y de detener el "éxodo" de los cristianos en esa localidad a la que sólo regresó una parte de los 50.000 habitantes que habían huido durante la ocupación yihadista.
Pero los políticos no parecían dispuestos a abandonar sus escaños y, para no ser desalojados, se inscribieron como cabezas de lista. En Irak, los 329 escaños se atribuyen en proporción al número de votos y los candidatos elegidos, en función de su posición en las 87 listas. Se espera que los primeros resultados se conozcan el martes.
- Chiitas divididos pero sin rivales -
La votación tiene lugar además en un contexto de tensiones regionales, al ser Irak el punto de encuentro de dos enemigos: Irán, que tiene una fuerte influencia en los partidos chiitas que dominan la vida política iraquí, y Estados Unidos, que jugó un papel militar crucial en la victoria contra el grupo EI, proclamada en diciembre.
Era la primera vez que los chiitas no se presentaban en una lista común, a causa de la lucha por el poder entre los hombres fuertes de esta comunidad, mayoritaria en Irak.
Pero su fragmentación no debería alterar el equilibrio de fuerzas intercomunitarias en un sistema político pensado para que ninguna formación tenga una posición dominante y así evitar la vuelta a la dictadura.
Al menos cinco listas chiitas estaban en liza: las del primer ministro saliente, Haider Al Abadi, la de su predecesor, Nuri Al Maliki, que no digirió su derrota de 2014, y la de Hadi Al Amiri, donde se incluían los veteranos de las Fuerzas de Movilización Popular, claves en la lucha contra el EI.
También figuraban listas de representantes de dos estirpes de altos dignatarios religiosos: Ammar Al Hakim, al frente de Hikma, y el líder populista Moqtada Sadr, que cerró una alianza inédita con los comunistas.
Otra novedad: los kurdos podrían perder al menos una decena de los 62 escaños que tenían en la anterior legislatura, y perder además la llave de gobierno.
Tras el referéndum de independencia organizado en septiembre en el Kurdistán iraquí, las tropas gubernamentales retomaron la provincia petrolera de Kirkuk y los territorios que los combatientes kurdos controlaban de facto fuera de los límites oficiales de su región autónoma.
Por último, la minoría sunita, que dominó el país hasta la caída de Sadam Husein hace 15 años, debería seguir ocupando una posición marginal.
Al contrario que en los tres comicios precedentes organizados desde la invasión perpetrada por Estados Unidos en 2003, esta campaña electoral no se vio empañada por la violencia, pese a las amenazas de los yihadistas, muy debilitados.
La seguridad parece haber mejorado desde la derrota del grupo EI, a tenor de los datos de la organización Iraq Body Count, según la cual el número de víctimas civiles de la violencia política y confesional fue de 1.589 durante los cuatro primeros meses de 2018, un 73% menos que el año pasado en el mismo periodo.