La idea de que México es un país muy violento es ampliamente conocida. Las cifras lo confirman y, si ellas no son suficientes, para eso están las series y libros que muestran el poder del crimen organizado y su arsenal.
En el último reporte del Institute for Peace Studies, México aparece como uno de los 10 países más peligrosos del mundo, un fenómeno que se viene repitiendo año tras año desde 2006 cuando inició “la guerra contra el narco”. Los últimos registros muestran que en el país se cometen 72 muertes violentas al día y que sólo en dos semanas suelen asesinar a 1.076 personas (marzo de este año).
México es muy violento pero a su vez tiene una ciudad que ha experimentado un sorprendente proceso de pacificación. La Ciudad de México (CDMX) (9 millones de habitantes) ha reducido los índices de homicidio a casi la mitad, pasando de 13 homicidios por cada 100 mil habitantes en 2022, a 7 en lo corrido de este año.
En su camino hacia la pacificación, la ciudad ha visto una reducción de todos los delitos, entre ellos los calificados como “delitos de alto impacto”, que se han reducido de 189 (2019) a 80. Entre ellos se encuentra el hurto, un delito común en varias ciudades de Latinoamérica (Bogotá, Rio de Janeiro, Buenos Aires), que se redujo a más de la mitad en CDMX. En particular, el hurto de automóviles con violencia bajó 70 por ciento, al mismo tiempo que las lesiones dolosas por armas de fuego que descendieron 65 por ciento.
Integralidad
De la experiencia de la Ciudad México vale la pena preguntarse dos cosas. ¿Cómo la capital de un país tan violento hoy tiene los índices de homicidio de algunas ciudades europeas? ¿Es posible desligarse como ciudad de las condiciones de inseguridad y violencia a nivel país?
Los analistas locales coinciden en que el éxito de la ciudad se debe a políticas integrales que han buscado mejorar el acceso a la justicia, ampliar las capacidades de la policía y reenfocar los programas sociales y económicos. “Son resultado del entendimiento de que no basta atacar frontalmente el delito sin una política de atención a las causas”, escribe el académico Carlos Pérez-Ricart, en el portal Sin Embargo.
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Este diagnóstico parece razonable y conocido por los tomadores de decisiones desde hace tiempo; sin embargo, en muchos lugares de América Latina solemos estar encerrados entre los dictámenes que explican única y exclusivamente los comportamientos delictuales por las causas objetivas (hambre, pobreza y desigualdad) o aquellos que piensan que simplemente hay que ejercer la autoridad con determinación para resolver plenamente la problemática criminal. Como muestra la experiencia, la respuesta está en la combinación de ambos enfoques.
Efectivos y formación
Sin voluntad política y conocimiento, cualquier cambio que busque transformar las condiciones de seguridad en una ciudad es inviable. A la cabeza de la reducción de la violencia en Ciudad de México ha estado la alcaldesa Claudia Sheinbaum -actual candidata presidencial-, que ha transformado las instituciones a cargo de la seguridad en la ciudad, así como la policía y las finanzas públicas destinadas a esta tarea.
La política de seguridad ha estado a cargo de la Secretaria de Seguridad Ciudadana de la cual es dependiente la Policía de la Ciudad de México, un cuerpo constituido por una tasa razonable de 3.5 policías de por cada 1,000 habitantes o 77,000 elementos operativos, convirtiéndose en la policía más grande de América Latina. Este pie de fuerza está por encima del número ideal que estima el Banco Mundial (1 por cada 1,000), y cuenta con un gigantesco cuerpo de cámaras de videovigilancia multisectorial.
Como eje de su estrategia, decidió subir los salarios de los efectivos. Desde 2019, el pago a policías ha incrementado un 9 por ciento cada año y así periódicamente hasta 2023, como explicó la semana pasada el secretario de Seguridad, Omar García, en comparecencia ante los medios de comunicación. Los policías gozan de incentivos salariales que sirven de aliciente para aumentar el número de nuevos policías que se incorporan a la institución así como la efectividad en sus operaciones.
Para entrar a ser parte de la Policía de la Ciudad de México, los efectivos previamente deben cursar un curso técnico -prevención, investigación y análisis táctico- pero también deben pasar un intenso curso en derechos humanos. No sólo asisten a éstos hombres jóvenes, sino un número importante de mujeres que buscan hacer una carrera policial. En tareas de investigación criminal e inteligencia, las mujeres tienden a ser igual o más efectivas que los hombres, revela la evidencia.
Actividades y coordinación
Para atacar las causas de la criminalidad, la Secretaría de Seguridad ha cambiado las tareas que le competen como entidad líder en la materia, pasando de un enfoque que busca prevenir el crimen a uno en el que investiga directamente el acto ilícito. De manera más sencilla, se la ha dado mayor prioridad a la policía judicial. Con esto, la policía de CDMX hoy investiga y participa en la judicialización de los casos.
“Lo que antes era una desaprovechada e insulsa Subsecretaría de ‘Información e Inteligencia’ que generaba estadísticas irrelevantes, es ahora la Subsecretaria de Inteligencia e Investigación policial que, de mano de la Fiscalía de la Ciudad, realiza verdaderas tareas de inteligencia e investigación”, escribe Pérez Ricart.
Esto demuestra que la Policía de CDMX trabaja de la mano con la Fiscalía y que esta coordinación permite que la atención de los delitos dolosos tenga prioridad por ambas instituciones, en vez de que, como ocurre en otras ciudades, cada uno cumpla con unas tareas determinadas y se pierda un hilo conductor que permita investigar y judicializar en cadena.
Así mismo, la policía trabaja permanentemente con la instancia de integración social para desarrollar planes preventivos para jóvenes en situación de riesgo, buscando atacar las causas con programas como “Reconecta con la Paz”, que ha reducido la reincidencia de los jóvenes inscritos, hasta en un diez por ciento.
Ejercicios como el de CDMX dan fe de que en la región más violenta del planeta -América Latina-, donde se cometen el 33 por ciento de los homicidios del mundo, a pesar de contar con sólo el 8 por ciento de la población total, se pueden pacificar gigantescas ciudades siempre y cuando se implementen políticas integrales que conduzcan al desarrollo de las mismas.