La derecha en A. Latina: conservadores, ultras y libertarios | El Nuevo Siglo
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Sábado, 3 de Junio de 2023
Pablo Uribe Ruan

Cuando Isabel Diaz Ayuso, en mayo de 2021, ganó las elecciones anticipadas para la comunidad de Madrid, España, sectores de la derecha en América Latina -o derechas, son muchas- empezaron a seguirla con atención. La carismática líder del Partido Popular (PP) había demostrado cómo se presentaba un exitoso recambio generacional en su partido, con la reaparición de ideas conservadoras en una España que necesitaba un discurso a favor de la libertad, la iniciativa privada y la reducción de impuestos.

Dos años más tarde, en las elecciones autonómicas y municipales, Ayuso ha revalidado su poder, el de su partido y el de la derecha dura de Vox, logrando un triunfo avasallador, que ha obligado a Pedro Sánchez a adelantar las generales.

Detrás del éxito de la derecha en España hay muchas cosas. La primera, y más importante, es que existe un conjunto de visiones, muchas veces divergentes, sobre la economía y la política, así como en el aborto y los derechos de minorías. Pero la derecha en su totalidad coincide en un mismo objetivo: ganarle a la izquierda, y algo más.



En cada país de Latinoamérica, así mismo, hay conservadores, ultraconservadores, liberales o libertarios, todo depende de la tradición política y del momento en el que está el país. Comparar con las tendencias de la derecha española no es un mal ejercicio, siempre y cuando se tengan claros los contextos.

Naturalmente, se entiende que en Argentina -la economía más cerrada del continente- surja un libertario como Javier Millei que pide “abrazar” -un término muy libertario- el libre mercado o que, en Uruguay, pese a la cercanía, gobierne un conservador reformista como lo es Luis Lacalle Pou.

Conservadores

A los conservadores en América Latina se les identifica con el orden y la autoridad, aunque esta noción excluya otras muchas cosas. En su acepción contemporánea estos dos preceptos se asocian con un sentido del reformismo, que incluye un manejo fiscal y macroeconómico responsable, así como en algunos casos bajar impuestos, al mismo tiempo que proteger moderadamente el asistencialismo. Pasada la “marea rosa”, Pink Tide -como la llaman los medios internacionales- en la región actualmente existen tres gobiernos conservadores.  

Un ejemplo claro de esta tendencia es Lacalle Pou, el joven mandatario de Uruguay. Criticado por ser hijo de expresidente, es quizá la mayor figura de la derecha conservadora en América Latina por su reformismo, así como su capacidad de recuperar el orden en un país acechado por el microtráfico. Ha llevado a cabo un referendo, denominado “reforma de fondo”, con el que ha buscado enfrentar los altos índices de inseguridad, el excesivo gasto público y un crecimiento mediocre.

No lejos de Lacalle se encuentra un conservador, que pasa por un momento crítico en su país. Exempresario, Guillermo Lasso ha sido un reformador que defiende la autoridad como el principio básico de su gobierno. Hace un año, en plenas protestas por la subida de la gasolina, defendió el uso de la fuerza pública para contener las masivas protestas contra su gobierno. Exbanquero, prodolarización y a favor de un estado más ajustado, Lasso es un conservador clásico, que llegó al poder, sin embargo, por fuera de los partidos tradicionales.

Ganador de las elecciones presidenciales en Paraguay hace dos semanas, Santiago Peña también se adscribe a esta tendencia. Del Partido Colorado -el más antiguo de todo América Latina- y exministro ministro de Hacienda, Peña representa los valores conservadores. Otros políticos que hoy no gobiernan pero que también son de esta línea son: Horacio Rodríguez Laretta -segundo de Mauricio Macri- en Argentina, Carlos Mesa en Bolivia y Ricardo Anaya en México.

Comparativamente es posible decir que Lacalle Pou, Lasso y Peña representan valores políticos similares a los del PP. A Lacalle se le puede comparar con Ayuso en España, por ser más directo en la defensa de la libertad y la rebaja de impuestos, mientras que el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, y potencial jefe de Gobierno, es un conservador más institucionalista, que se parece más a Lasso o Peña.

Ultraconservadores y libertarios

Hay veces que coinciden, pero también que chocan fuertemente. Poner en la misma categoría a un ultraconservador como José Antonio Kast con el libertario Millei parece un error. Sin embargo, los dos comparten las mismas ideas sobre el aborto, la autoridad y, en menor medida, los impuestos, pero en otras cosas se diferencian.

Kast, sin embargo, no puede ser denominado libertario porque no centra su discurso en lo que el académico Andrés Malamud ha denominado “ortodoxia ultraliberal”, sino que apuesta generalmente por defender valores como la familia, el orden constitucional y la autoridad, dejando en un segundo plano el libre mercado y los impuestos.

Frente esta diferencia, el Mises Institute en Brasil dice que, por ejemplo, Jair Bolsonaro, un político muy parecido a Kast, es “un conservador amigable con el mercado, pero nunca un libertario”. El expresidente de Brasil lidera la derecha ultraconservadora en América Latina, a la que también se adscriben otros políticos como el exalcalde de Lima, Rafael López Aliaga y eventualmente Nayib Bukele, en El Salvador.

Bukele, Bolsonaro y Kast comparten una defensa férrea por las fuerzas del orden y creen en soluciones de “mano dura” para reducir el desorden y la inseguridad. La identidad nacional que defienden -en el caso de Bukele está por verse- está centrada en símbolos militares y patrióticos.

Al igual que Kast, López Aliaga pertenece al Opus Dei, mientras que Bolsonaro es evangélico. Independiente de ello, la religiosidad explica, en parte, su oposición a la eutanasia, el aborto y el matrimonio de parejas del mismo sexo, temas en los que algunos conservadores como Ayuso o Lacalle Pou pueden llegar a tener posiciones moderadas.

A nivel comparativo los ultraconservadores latinoamericanos tienden a parecerse más a VOX en España que al PP. Eso explica que ultraconservadores como Kast o Eduardo Bolsonaro -hijo de Jair- hayan firmado la “Carta de Madrid” con líderes de VOX, en la que denuncian al comunismo en Iberoamérica.

Los libertarios, en cambio, no tienden a hablar tanto de debates civiles y políticos como el aborto. Milei, por ejemplo, es pro vida, pero hay otros libertarios que defienden el derecho al aborto como un ejercicio libre y autónomo del ciudadano. Su discurso es sobre las virtudes del libre mercado y sus enemigos. “Combinan una especie de ortodoxia ultraliberal, desde Friedman y Von Hayek, y se ve a sí mismo como un guerrero contra el Estado tal como se lo conoce”, así los define Malamud.  

Visto como la mayor referencia política de los libertarios, Millei choca abiertamente con conservadores como Rodríguez Laretta en Argentina por defender la emisión del banco central o creen en fórmulas como el gradualismo, que consiste en rebajar paulatinamente las ayudas sociales.  

Conservadores, ultraconservadores o libertarios, sea lo que sean, la derecha muestra que es diversa y tiene diferentes tendencias. El problema está en que todas ellas se pongan de acuerdo en un proyecto de país, como, de cierto modo, ha pasado en España.