Las áreas de confrontación en el planeta | El Nuevo Siglo
MUERTE, devastación y desplazamientos dejan los conflictos bélicos. Imágenes como ésta se registran, casi que, a diario, en algunas regiones del mundo. /Archivo AFP
Sábado, 21 de Octubre de 2023
Giovanni Reyes

Con base en múltiples criterios, es por demás decepcionante la dinámica actual en el mundo. Terrible y decepcionante, esta diatriba de sangrientas confrontaciones. Es increíble y conmovedor que en pleno Siglo XXI estemos dispuestos a zanjar únicamente por la vía violenta, en el extremo de la crueldad, nuestras diferencias.

Desde luego que las causas que imperan están dominadas por intereses económicos -ejemplo Siria- o bien con énfasis en la subjetiva posición de economía y preceptos teológicos -Israel y Palestina- o de índole geopolítica -Ucrania, Rusia y la región caucásica al sur de Moscú. Sin embargo, esos intereses aparecen ocultos, generalmente pertenecen a las “agendas en la sombra” de diferentes actores políticos.

En muchas ocasiones, por no decir en todas las actividades en donde la sangre suplanta nuestra capacidad de llegar a acuerdos, se impone la lógica de la guerra ya advertida por el filósofo francés, Paul Valéry (1871-1945); a este personaje se le atribuye la expresión: “¿Qué es la guerra? La guerra es una actividad donde se masacran hombres que no se conocen, en nombre de hombres que, como si se conocen, no se masacran”.

En este momento podemos reconocer cuatro puntos activos de conflicto bélico: (i) Rusia-Ucrania; (ii) Siria, cuya tragedia comenzó desde marzo de 2011, hace ya doce años; (iii) el diferendo de Nagorno-Karabaj, que enfrenta a Armenia y Azerbaiján; y más recientemente (iv) Israel-Palestina. 

Existen otros casos que no son litigios de beligerancia plena en la actualidad, pero no por ello, menos importantes. Allí está el caso del mar meridional de China, el diferendo de Taiwán, y la península coreana con la conflictiva demarcación del paralelo 38. Recuérdese que este último caso es añejo. Tal límite se estableció desde 1902 debido a la disputa de Rusia -norte- con el expansionismo japonés de la época -sur de la penínsL


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Y como era de esperarse, hay matices con el mismo denominador de crueldad y de sangre derramada. En este sentido, el caso más lacerante -que ha sido bastante documentado por la prensa internacional- es el de Palestina-Israel. Al respecto es elemental condenar la atrocidad del terrorismo de Hamas desde el lado de la Franja de Gaza.

Lo mínimo que se debe hacer es condenar ese ataque terrorista como se condena una inmensa y vergonzosa cicatriz en la historia humana: el Holocausto contra el pueblo judío. Pero en el otro extremo es de evitar la eliminación, el exterminio de la población palestina. Nadie quiere otro genocidio. Es un problema de humanismo elemental, de protección de seres humanos inocentes, de lado y lado. 

Por supuesto que, subrayo, el ataque de Hamas a los israelíes como punto de inflexión a esta tragedia es totalmente deplorable. Jóvenes inocentes muriendo en medio de lo que era un festejo en el territorio judío. Además de eso, en el otro lado del desamparo, la referencia la brinda una señora palestina, habitante de Gaza. Su testimonio es una situación compartida por muchos en ese territorio: “No somos Hamás, Hamás no es Palestina; sufrimos por el sólo hecho de haber nacido en este territorio. ¿Qué he hecho yo para que maten a mi esposo y a mis dos hijos, para que no tengamos ahora nada que comer, ni siquiera agua para beber?”. 

Uno desea pensar que no todo está perdido, que se ha recorrido camino en medio de este, por demás, sinuoso problema en el Oriente Medio.  En efecto, es de recordar que el 13 de septiembre de 1993 fueron refrendados los denominados Acuerdos de Oslo, se firmaron en Washington, bajo el auspicio del Presidente Bill Clinton. 

El documento contó con las firmas de: Yasser Arafat (1929-2004) de Palestina, e Isaac Rabin (1922-1995), primer ministro de Israel. Había esperanza, se tenían avances. Parecía ser una solución sostenible; se le salía al paso a los violentos de uno y otro lado; latía allí, la arquitectura de dos Estados en el disputado territorio.

Hubo grupos lo suficientemente sensatos para oponerse a la violencia en ese momento.  Pero las alegrías duraron poco. El sábado 4 de noviembre de 1995, en Israel, luego de un acto público -a raíz de lo que se podría haber reconocido como un fallo en la seguridad del premier Rabin- se desemboca en lo impensable: un joven judío balea mortalmente al dirigente israelí.  Siguen las ocupaciones, han sido infructuosos los esfuerzos para resucitar los Acuerdos de Oslo… bueno, todo lo demás, historia.

Desde otra óptica, no es de ser ingenuos. Por lo general se acepta que hay tres súper rentables negocios mundiales moviendo grandes masas de dinero: (i) armamentismo; (ii) trata de personas; y (iii) narcotráfico.

Estas guerras constituyen grandes oportunidades de enriquecimiento, tanto en la fase de acumulación de inventario, en compra de armamentos, prueba de nuevos equipos en alcance y coberturas; así como en la fase de conflicto directo, y luego -faltaba más- la etapa de reconstrucción. Todo esto con altos costos de vidas, eso sí. Los límites muchas veces los impone la avaricia, el sentido de acumulación.

A pesar de todo quizá, todavía puede haber esperanza. Por ahora, los retos incluyen los conflictos actuales y latentes, una no superada pandemia y sus efectos recurrentes, crisis de abastecimiento, además de calentamiento planetario y las incertidumbres de la inteligencia artificial.  

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario.

(El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna).