Los Bolsonaro, ¿nueva dinastía en Brasil? | El Nuevo Siglo
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Domingo, 6 de Enero de 2019
Agencia Anadolu

JAIR  Bolsonaro, el primer presidente militar desde la redemocratización de Brasil, llegó oficialmente a la Presidencia este 1 de enero, junto con tres de sus cinco hijos -Flavio, Eduardo y Carlos- en el Legislativo. El clan Bolsonaro inaugura así una dinastía que reúne más de 15 millones de seguidores en las redes sociales, plataformas gracias a las cuales han llegado al poder.

Durante la campaña electoral, la familia utilizó WhatsApp y mensajes directos en Facebook para atacar a sus rivales políticos, comentar propuestas y defender la imagen del patriarca como un hombre honesto y sencillo, y no como un ultraderechista misógino, racista y homófobo.

Después de la victoria, los hijos del presidente siguen utilizando esas plataformas para comentar sobre el futuro del Gobierno y actúan como si formaran parte directa del gabinete de Bolsonaro, aunque no tengan ningún puesto formal en la Presidencia.

El pasado 1 de enero Carlos Bolsonaro (a quien el presidente llama “pitbull”) llegó a acompañar a su padre en el desfile por Brasilia antes de la toma de posesión. Ocupó el asiento del fondo del Rolls Royce presidencial, a modo de guardaespaldas.

El primogénito de Jair Bolsonaro es Flavio, de 37 años, considerado como el más comedido y centrado entre los hijos, a pesar de haber hecho discursos radicales contra homosexuales, al igual que su padre.

Flavio ha sido diputado estatal por cuatro periodos (16 años) en la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro y el pasado mes de octubre fue elegido como senador. La expectativa era que se convirtiera en un líder del Senado, pero ese plan ha fallado debido a las sospechas sobre transferencias financieras de Fabricio José de Queiroz, un exchofer y exasesor de Flavio.

Según una denuncia del Consejo de Control de Actividad Financiera (COAF), Queiroz movió, durante un año, cerca de 1,2 millones de reales, valor incompatible con su renta. Entre las transferencias se identificó un pago de 24.000 BRL a nombre de la primera dama, Michelle Bolsonaro.

Flavio Bolsonaro, su padre y toda la familia niegan las acusaciones, pero las autoridades consideran que ellos todavía no han dado las explicaciones necesarias. Fabricio Queiroz no compareció para declarar ante el Ministerio Público, pero habló con una cadena de televisión, a la que dijo que es inocente.

Antes de esa crisis, Flavio Bolsonaro iba a todas partes con su padre y utilizaba las redes sociales cada día. Ahora apenas concede entrevistas. Fuentes cercanas a la familia indican que él actuará, por lo menos en un primer momento, tras las bambalinas del Senado y no en un primer plano. Ese cambio ha sido bien recibido por el eje militar del Gobierno Bolsonaro, molesto por las constantes intervenciones familiares. “Ellos tienen que madurar. Hay que ponderar todo lo que se dice para que no tengamos desgastes”, le dijo a la Agencia Anadolu un portavoz militar.

Carlos Bolsonaro, el segundo hijo, el “pitbull”, es señalado como el más leal, intenso y conflictivo del trío de hijos. Él fue el responsable de las redes sociales del presidente durante las elecciones presidenciales, pero dejó la función después de un conflicto con otros asesores de Bolsonaro. Volvió a su puesto de concejal en Río, disminuyó sus viajes a Brasilia, pero sigue actuando tras bastidores.

Es el más parecido a su padre en cuanto al discurso radical contra la izquierda y la prensa, a quien llama “canallas”. Carlos insiste en que se esclarezca el atentado sufrido por Bolsonaro durante la campaña (a quien apuñalaron en el estómago) y acusa incluso al círculo más cercano del presidente: “La muerte de Jair Bolsonaro no interesa solo a los enemigos declarados, sino también a los que están muy cerca", aseguró en Twitter. Quizás por esa desconfianza sigue a su padre a todos lados y fue uno de los pocos que lo acompañó, por ejemplo, a la reunión el pasado viernes con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.

A ese encuentro también acudió Eduardo Bolsonaro, de 34 años, uno de los que más se ha aprovechado del apellido de su padre. Expolicía federal, exmodelo y surfista aficionado, Eduardo fue elegido como diputado federal con un récord nacional de votos: 1,8 millones, casi tantos como su número de seguidores en Instagram (2,2 millones).

El tercer hijo del presidente se porta como un canciller paralelo: formó una red con derechistas de varios países y, a principios de diciembre, promovió la Primera Cumbre Conservadora de las Américas. Fue él quien se puso en contacto con Steve Bannon, jefe de campaña de Donald Trump, para recibir consejos sobre cómo llegar al poder.

La primera dama

La llegada de la familia al poder también pone los focos sobre la primera dama, Michelle Bolsonaro, de 38 años, la tercera esposa del presidente. En un gesto inédito en la historia de las tomas de posesión presidenciales en Brasil, la mujer de Jair Bolsonaro habló en el Palacio del Planalto, en Brasilia, antes de su marido. Lo hizo con el lenguaje de señas, el idioma de los sordos, para quienes realiza trabajo voluntario desde hace años.

Antes de que iniciara su relación con el presidente, hace 11 años, Michelle, de origen humilde, ya trabajaba con proyectos sociales. “Es algo que Dios ha puesto en mi vida. Agradezco la oportunidad de poder ayudar a los demás”, ya había dicho la primera dama, que es evangélica, en una rueda de prensa en octubre.

Durante la toma de posesión, afirmó que las personas con discapacidades serán “prioridad” en su trabajo social en el Gobierno y defendió un Brasil de “igualdad y educación para todos”.

Contrario a los demás miembros de la familia, Michelle apenas utiliza las redes sociales; solo tiene un perfil privado en Instagram.

Mientras ella se mantiene más reservada ante el país, los seguidores del clan Bolsonaro ya divulgan en WhatsApp, a modo de broma, los planes para que se perpetúen en el poder: Eduardo Bolsonaro será elegido presidente en 2026, sucediendo a su padre, que lograría la reelección en 2022. Y en el 2034 sería coronado Rey Eduardo I, después de ocho años en Brasilia.