Lula inició tercer mandato lleno de desafíos | El Nuevo Siglo
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Domingo, 1 de Enero de 2023
Agence France Presse

“RECONSTRUIR” Brasil prometió el dirigente izquierdista Luis Inácio Lula da Silva al jurar ante el Congreso como presidente del gigante sudamericano, un tercer mandato marcado por múltiples retos políticos, económicos y sociales.

Entre ellos destaca recomponer un país fracturado, mejorar sus relaciones internacionales y luchar contra la pobreza con una economía que gracias a la gestión del saliente mandatario, el conservador Jair Bolsonaro, se ha recuperado y que aunque tiene buenas perspectivas para este año podría sufrir un retroceso si Lula, como se prevé, adopta decisiones “muy izquierdistas”.

El segundo a bordo, el vicepresidente Geraldo Alckim, sostiene que este gobierno está frente a una "tarea hercúlea" ya que, en línea con el equipo de transición, calificó al ejecutivo anterior como “cuatro años de gestión irresponsable, que dejaron a Brasil en un estado lamentable: penuria y retrocesos en materia social, educativa, de salud y medioambiente”.

Sin embargo, los indicadores económicos son positivos y esperanzadores, contrariando tales señalamientos.

La formación del gabinete de Lula fue la más laboriosa de las últimas tres décadas. Semanas de arduas negociaciones permitieron finalmente poner de acuerdo a los aliados de izquierda que facilitaron el triunfo electoral con sectores centristas clave para asegurarse el futuro respaldo parlamentario. 

El Congreso resultante de las elecciones de octubre tiene más representantes y senadores derechistas que antes, pero ello no necesariamente impedirá al pragmático Lula gobernar mediante alianzas, desde la extrema izquierda a la centro-derecha.

Es por ello que Lula se vio ‘forzado’ a aumentar de 23 a 37 los ministerios en este gobierno, lo que de suyo inquieta por el gasto que ello representa y por el rompecabezas que será para Lula y su vice conciliar posturas contrarias en varios temas dentro de la coalición de apoyo, conformada por 14 partidos.

"Hacer feliz a Brasil de nuevo" 

Lula se topa con un país partido en dos, con 58 millones de brasileños que no votaron por él. Dos meses después de las elecciones, bolsonaristas radicales siguen acampando frente a los cuarteles para reclamar una intervención militar.

La victoria de quien dijo querer "hacer feliz a Brasil de nuevo" fue por estrecho margen: apenas 50,9% de los votos, contra 49,1% contra su adversario de extrema derecha Jair Bolsonaro.

Lula deberá además pacificar las relaciones con la Corte Suprema, el pilar de la democracia brasileña blanco de duros ataques bolsonaristas. Antes de asumir su cargo, el futuro ministro de Justicia, Flavio Dino, extendió la mano a los jueces.

Las primeras medidas de Lula serán sobre medioambiente, educación e igualdad racial, si sigue las recomendaciones de su equipo de transición. También restringirá la posesión de armas, que se incrementó fuertemente bajo el mandato de Bolsonaro.

A menudo popular en el exterior, Lula buscará reconciliar a Brasil con los países que tuvieron malas relaciones con su antecesor.

El equipo de transición había deplorado "la pérdida de prestigio de Brasil". El país debe además unos 1.000 millones de dólares a instituciones internacionales, entre ellas la ONU.

La comunidad internacional espera de Lula gestos rápidos y contundentes sobre cambio climático y medioambiente, tras los estragos de la era Bolsonaro, comenzando por la Amazonía.



El jueves pasado nombró ministra de Medioambiente a una personalidad reconocida internacionalmente, Marina Silva.

"Haremos todo lo necesario para lograr reducir a cero la deforestación y la degradación de nuestros ecosistemas de aquí a 2030", prometió Lula ante la COP27 en noviembre pasado.

Sin embargo, para lograr restaurar su credibilidad, Brasil deberá restablecer los órganos de contralor y luchar contra la corrupción bajo el riesgo de chocar con los intereses particulares de la agroindustria.

Otro enorme desafío será la situación económica y social, dado que la prioridad de Lula es "cuidar al pueblo más pobre".

La aprobación por el Congreso de una enmienda constitucional que le permita financiar sus promesas de campaña -al menos durante un año- fue una buena noticia. La distribución de la popular "bolsa familia" de 113 dólares por mes a los hogares más pobres no se verá limitada por el tope del gasto público. Lula podrá incrementar el salario mínimo.

Unos 125 millones de brasileños padecen inseguridad alimentaria y 30 millones, hambre.

Sin embargo, la enmienda aprobada "no resolvió su mayor desafío en los próximos años, el problema fiscal, ya que mantendrá y expandirá gastos sin una expectativa de ingresos de la misma medida, y con el desafío adicional de hacerlo sin subir impuestos", anticipa Joelson Sampaio, de la Fundación Getulio Vargas (FGV). Los mercados temen una explosión de la deuda pública, que ya alcanza el 77% del PIB.

Según, Alex Agostini, economista jefe de Austin Rating, la nueva administración deberá "proponer un marco de control fiscal concreto y eficiente", para evitar "una pérdida de confianza que cause un efecto dominó en la economía", controlar la inflación y mantener la recuperación del empleo y la renta, en un escenario de desaceleración económica global.

"Otro desafío será mantener la caída del desempleo (actualmente en su nivel mínimo desde 2015, 8,3%) y el control de la inflación, en un contexto de reducción de la economía mundial", señala Agostini.

Compromiso constitucional

Exactamente 20 años después de acceder al poder por primera vez, Luiz Inácio Lula da Silva, de 77 años, fue proclamado ayer presidente junto a su vice, Geraldo Alckmin, al pronunciar su "compromiso constitucional".

La ceremonia se inició con un minuto de silencio en recuerdo del exastro brasileño Pelé y de Benedicto XVI, ambos fallecidos esta semana a los 82 y 95 años, respectivamente.

Vestido con traje y corbata azul, Lula prometió en su primer discurso "reconstruir" el país sobre las "ruinas" del legado de Bolsonaro.

"Vaciaron los recursos de salud, desmontaron la educación, la cultura, la ciencia y la tecnología, destruyeron la protección del medio ambiente", dijo Lula, que también reafirmó su compromiso de reducir a cero la deforestación en la Amazonía.

"No hace falta derribar ningún árbol más", dijo el mandatario, asegurando que esto no impedirá apoyar al poderoso sector agrícola de Brasil. "Es posible vivir sin talar madera, sin incendios, sin invadir nuestros biomas,", afirmó.

Al Congreso, Lula llegó en el tradicional Rolls Royce negro descapotable junto a la primera dama "Janja", ante los vítores de sus seguidores, algunos de ellos con lágrimas en los ojos. 

Contrariamente a la tradición, su predecesor estuvo ausente. Bolsonaro viajó el viernes a Estados Unidos, dos días antes de finalizar su periodo de gobierno.

Por primera vez desde 1985, un mandatario saliente no pasó la banda presidencial, acto que tendrá lugar más tarde en el Palacio de Planalto.

Al izquierdista lo arroparon una veintena de jefes de Estado, el mayor número para una toma de posesión en Brasil. Entre estos, figuraron los mandatarios de Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Honduras y Uruguay, además del rey de España, Felipe VI.

Washington envió a la secretaria de Interior, Deb Haaland, la primera indígena en integrar un gabinete en Estados Unidos, mientras que por parte de China asistió el vicepresidente Wang Qishan.

Tras la ceremonia en el Congreso, Lula caminó por la rampa del palacio presidencial de Planalto y recibió la faja, una cinta de seda verde y amarilla, los colores de la bandera nacional, bordada en oro y diamantes.

Después pronunció un discurso ante unas 30.000 personas reunidas en la Explanda de los Ministerios que, por primera vez en la historia, tuvo un vasto dispositivo de seguridad.

"En los primeros 100 días deberá demostrar qué rumbo tomará el gobierno. La victoria electoral fue apretada y enfrentará un país dividido con una oposición aguerrida. Necesita liderar un gobierno de pacificación y unión nacional", explicó Leandro Consentino, politólogo del instituto Insper de Sao Paulo.

El exsindicalista deberá conquistar "credibilidad" sobre el manejo de las cuentas públicas ante una situación fiscal delicada, pese a que sus promesas de campaña requieren un aumento del gasto para financiar programas sociales, agregó el experto.

Según una encuesta del instituto Datafolha del sábado, solo 51% de los brasileños considera que Lula gobernará mejor que Bolsonaro. Vuelve así medio país a creer en la promesa de la izquierda: el cambio. Hay que esperar porque las circunstancias para Lula son muy diferentes a las de sus dos mandatos anteriores y, en consecuencia, será muy difícil que vuelva a lograr el “milagro económico” por lo que ganó popularidad en su segunda presidencia. /Redacción internacional con agencias