CONCLUIDA la tregua y sin darse la liberación de todos los civiles rehenes de Hamás, que estaban siendo ‘canjeados’ en razón de uno a tres por presos palestinos, la posibilidad tanto de una nueva pausa como el regreso de los militares en manos de esa organización terrorista se vislumbra compleja y lejana.
La cuestión de los soldados rehenes en la Franja de Gaza se perfila así como una de las más espinosas en las negociaciones entre Hamás e Israel, donde prácticamente en cada familia hay un militar en activo o un reservista.
En su ataque contra Israel el 7 de octubre, el movimiento islamista Hamás capturó a cerca de 240 personas y las llevó a la Franja de Gaza, según las autoridades israelíes.
Las familias de los rehenes, respaldadas por una gran parte de la opinión pública israelí, exigen que cada uno de ellos sea liberado. Los soldados, sin embargo, constituyen un caso aparte.
"Cada familia tiene un hermano, una hermana, un primo" que ejerce como soldado, subraya David Khalfa, codirector del Observatorio de África del Norte y de Medio Oriente para la Fundación francesa Jean Jaurès.
Khalfa describe una "relación casi inquebrantable entre la sociedad civil, el Estado y el ejército, con lazos morales, emocionales y afectivos muy estrechos".
Entre los 240 rehenes hay al menos 11 soldados, entre ellos cuatro mujeres, y cerca de 40 hombres en edad de ser reservistas, según un recuento de AFP. No existen datos oficiales precisos sobre el número de soldados rehenes.
Con la tregua que se cumplió durante siete días, fueron entregados por Hamás 80 rehenes a cambio de 240 palestinos. Pero el viernes se retomó con fuerza la guerra tras el ataque de milicianos palestinos a Jerusalén que el día anterior segó la vida de tres ciudadanos y dejó heridos a ocho más.
Moneda de cambio
El ataque del movimiento islamista en el sur de Israel dejó 1.200 muertos, en su mayoría civiles, según las autoridades.
La cuestión de los rehenes militares encuentra dolorosos ecos en la historia de Israel. En 2014, el país liberó cerca de 450 prisioneros palestinos a cambio de un empresario israelí y el cuerpo de tres soldados.
Y en 2011, tras una cuativerio de cinco años en Gaza, el soldado Gilad Shalit fue liberado a cambio de 1.027 prisioneros palestinos.
Entre los presos liberados estaba Yahya Sinuar, el jefe de Hamás en Gaza, considerado como uno de los artífices del ataque del 7 de octubre.
El caso de Shalit marcó los espíritus porque fue la primera vez en casi tres décadas que un militar israelí había sido liberado. Pero al mismo tiempo, desencadenó un debate -que sigue vive hoy- sobre las concesiones aceptables para liberar a los soldados.
El ataque del 7 de octubre cambió la situación y evidenció el fracaso del Estado, el ejército y los servicios de inteligencia en mantener la seguridad de la población.
Tanto Hamás como la Yihad Islámica, el otro gran movimiento islamista de la Franja que retiene a rehenes, son conscientes de que los soldados son una gran moneda de cambio.
Para ellos, cualquier hombre adulto es un reservista y por ende, un soldado.
Ambos grupos quieren canjearlos contra la totalidad de los prisioneros palestinos (cerca de 7.000).
Pero para Avi Melamed, excargo de la inteligencia israelí, se trata de una concesión "que ningún gobierno israelí podrá aceptar jamás".
Tamar Zohar, abuela de uno de los soldados secuestrados, Omer Neutra, de 22 años, se niega a renunciar a la esperanza de volver a "abrazar pronto" a su nieto. "Queremos que en el proceso de retorno de los rehenes, que esperamos se reanude rápidamente, se incluya a soldados", afirmó.
"Vivo o muerto"
También está el tema de los soldados capturados que han fallecido. La presión para que sus cuerpos sean recuperados y enterrados después con los honores que se merecen es fuerte.
"Conservar (...) los cuerpos de los soldados es sádico", pero será difícil que ambos bandos se pongan de acuerdo sobre su valor", dice Avi Melamed.
Hamás afirma que más de 15.000 personas, en su mayoría civiles, murieron en los bombardeos israelíes en la Franja de Gaza.
Israel prometió hacer todo lo posible para que los cuerpos de sus soldados muertos sean repatriados.
La presión de la opinión pública será fuerte para que los cuerpos que permanecen en Gaza sean regresados a Israel, analiza Eva Kuluriotis, una experta independiente. Es importante "inhumar los cuerpos de manera adecuada, respetando los rituales", añadió
Además, "el gobierno considera también que tiene un deber hacia el ciudadano israelí, que esté vivo o muerto", señaló.
Esperanza que se apaga
En tanto, los familiares de los más de 130 rehenes israelíes aún en manos de Hamás en Gaza vieron disiparse el viernes sus esperanzas de reencontrarse rápidamente con los suyos, debido al fin de la tregua.
"Nos hicieron entrever la posibilidad de que los liberen, vuelvan a nuestro lado y retomen su vida", afirmó visiblemente emocionado Ilan Zecharya, tío de Eden Yerushalmi, de 20 años, una de las pocas mujeres que no fueron liberadas durante la semana de tregua.
"Estaba muy cerca de salir" de su cautiverio, agregó, tras tomarse una pausa para beber un vaso de agua durante un discurso en un mitin organizado en Tel Aviv por el Foro de Familias de Rehenes.
"Les pedimos a todos, y a nuestro país, un nuevo mecanismo" que permita proseguir con las liberaciones, imploró, dirigiéndose tanto a Hamás como a Catar y a Egipto, que ofician de mediadores.
En los medios de comunicación, familiares de secuestrados afirman que no se han realizado todos los esfuerzos posibles para liberar a todos los rehenes e instan al gobierno israelí a proseguir las negociaciones.
La tregua permitió canjear a 80 rehenes israelíes, todos ellos mujeres y niños, por 240 presos palestinos, igualmente mujeres y menores.
Una veintena de extranjeros o personas con doble nacionalidad, en su mayoría tailandeses que trabajaban en Israel, también fueron liberados, fuera del marco del acuerdo.
Otra fuente de angustia para los familiares es la situación de los rehenes heridos, "que sufren y no reciben ninguna atención médica", afirmó Eli Shtivi, padre de Idan Shtivi, secuestrado en una fiesta rave en la cual fueron asesinadas 364 personas.
Según Eli Shtivi, la Cruz Roja "no está haciendo su trabajo" para resolver esas situaciones.