Pacto del PSOE con PP: 'puerta del sol' político en España | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Domingo, 1 de Diciembre de 2019
Claudia Bermúdez
De repente la gobernabilidad está en manos de quienes quieren romperla, los nacionalistas catalanes.  Ante dicha posibilidad y el acuerdo con Podemos crecen las voces para que Sánchez contacte a conservadores

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“Lo mismo que antes”, es una frase popular tan repetida como universal. Y eso es lo que desde hace más de un año aplica, literalmente, a la situación política en España, donde el bloqueo institucional se mantiene pese a escoger las urnas como la salida, las que en cuatro ocasiones han dejado el mismo escenario: un Parlamento tan fragmentado que ninguna fuerza política tiene la posibilidad de formar gobierno.

La última cita de los españoles a las urnas fue el pasado 10 de noviembre y aunque se cumplió con el vaticinio que los socialistas liderados por Pedro Sánchez obtendrían el mayor número de votos, volvieron a ser insuficientes para poder formar gobierno en solitario. En esa jornada, el PSOE inclusive perdió curules, mientras que en segundo lugar se ubicó la otra mayor formación política española: los conservadores del Partido Popular. En tanto tuvo un inusitado auge el populista Vox y una debacle la extrema derecha de Ciudadanos.

Ante ese repetitivo escenario y para destrabar el nudo institucional, el vencedor Sánchez se apresuró a algo impensable: un acuerdo exprés con Pablo Iglesias de Podemos -el que no había fracasado solo días atrás-, quién consiguió lo que antes le había sido negado para un hipotético nuevo gobierno: la Vicepresidencia.

Y fue entonces, como bien lo señala el columnista de Europa Press, Charo Zarzalejos, “cuando se comenzó a ver el precio del poder. Este precio tiene dos vertientes: cuánto se está dispuesto a pagar y a quién se está dispuesto a pagar”. Así Sánchez define su costo por mantenerse en el poder y se dispone a co-gobernar con un movimiento político abismalmente contrario en temas tan trascendentales como la cuestión catalana.

Sin embargo las matemáticas aún no dan y los voceros socialistas han sido enfáticos en señalar que Sánchez “no se someterá a un debate de investidura sin tener amarrados antes todos los apoyos y abstenciones necesarias para que prospere. No irá a una investidura fallida”, según declaró esta semana la portavoz del Ejecutivo, Isabel Celaá.

Pero es que para asegurar el éxito en su campaña deberá comprometerse, aún más, con otro espectro de la política española, los movimientos catalanes con asiento en el Parlamento: ERC (Esguerra Republicana de Cataluña) y Partido Nacionalista Vasco (PNV). El solo inicio de las negociaciones con el primero de estos despertó un alud de críticas en todas las fuerzas vivas de España que califican de inconcebible que de repente la gobernabilidad de España esté precisamente en manos de quienes quieren romperla, de unos partidos desafectos a la Constitución, la monarquía y la unidad española.

Ante esta situación, el cuánto se está dispuesto se verá al término de las complejas negociaciones que han iniciado los socialistas con Sánchez y aunque, en principio, no aceptaría el derecho de autodeterminación que exigirán las formaciones nacionalistas para abstenerse de apoyar la investidura, la que lograría en una segunda votación, ahí en adelante todo estaría abierto, incluso una modificación constitucional, la misma que será imposible si la misma no cuenta con los partidos a los que Sánchez no ha querido ni mirar (conservadores del PP y Ciudadanos).

Pero este escenario es el más complicado de todos porque se consideraría fuera del marco constitucional y es por ello que con el paso de los días crecen las voces para que los socialistas abandonen su preacuerdo con Podemos y busque el apoyo de los conservadores del PP y Ciudadanos, pese a la desconfianza y encontrones que han tenido desde que el propio Sánchez promovió, a comienzos de año, una moción de censura que puso fin al gobierno del entonces líder de dicha formación, Mariano Rajoy, precisamente por mostrarse inamovible frente a las exigencias de los independentistas catalanes.

Dicho acuerdo político (PSOE-PP-Ciudadanos e inclusive Navarra Suma) no solo es viable sino la mejor opción para salir del nudo gordiano de la política española y poder gobernar con un viento de cola favorable en el Parlamento para sacar avante los urgentes proyectos que necesita el país. Y así lo reconocen no solo algunos analistas y expertos políticos sino gremios poderosos como el de los empresarios que esta semana no solo señalaron que era la única salida positiva, sino que fueron más allá al aseverar que antes de un gobierno del PSOE y Podemos, gran parte de los españoles preferirían nuevas elecciones.

Pero envalentonado por su triunfo electoral, el socialista Pedro Sánchez no ha considerado esa posibilidad. Es más, no ha sido ni cortés, porque no ha respondido llamados del líder de los populares, Pablo Casado, como tampoco parece reconocer al PP como el principal partido de oposición. Y aunque los conservadores han ratificado que no facilitarán la investidura se han mostrado dispuestos a un acuerdo programático que les permita hacerlo, lo que como han dicho sus voceros “no será un cheque en blanco”, en el sentido de que dejarán que siga en el poder pero con un férreo control político a su gestión y proyectos.

Por su parte Ciudadanos, sin líder tras la renuncia de Albert Rivera por la debacle electoral, ha instado a que Sánchez a que cambie la “mesa de la vergüenza” con los catalanes del RC por un acuerdo con los populares y ese movimiento.

Así se lo pidió la portavoz de Ciudadanos en el Congreso, Inés Arrimadas, el pasado viernes, al enfatizar: “Cambie dicha mesa de vergüenza por una mesa de constitucionalistas” y para evitar que esta legislatura no sea una pesadilla “es necesario que él rectifique y cierre la puerta a los nacionalistas, populistas y separatistas”.

Fue enfática en señalar que Ciudadanos no está proponiendo “un gobierno a tres”, sino “un acuerdo de gobierno a tres” que pacte reformas en el ámbito de las pensiones, la educación, el modelo laboral o la despoblación y que “frene los pies a los nacionalistas y los separatistas de una vez por todas”.

Asimismo, rechazó de plano que la formación naranja favorezca la investidura de Sánchez como presidente de un Ejecutivo donde esté Unidas Podemos: “Ningún ciudadano de este país ha votado a mi partido para que hagamos vicepresidente del Gobierno a Pablo Iglesias y para que les demos las llaves de España a los nacionalistas y los separatistas”.

Finalizó esta diputada insistiendo en que “cuando se polarizan los escenarios, cuando se fragmenta el Congreso, cuando hay más partidos y más diputados nacionalistas y separatistas, más importante es el centro político".

Es una verdad sabida y evidente que la atomización política derivada de los resultados de las urnas puede ‘desatomizarse en los pactos o acuerdos programáticos’ para facilitar formar un gobierno o la gobernabilidad del elegido. Y eso es precisamente lo que debe hacer el socialista Sánchez para poder seguir en el poder, pero no a un costo tan alto y con tan poco apoyo nacional como el que pretende con su actual socio, Podemos, y los futuros: los nacionalistas catalanes.

Y es aquí como bien recuerda otro analista español en su columna esta semana de Europa Press, Fermín Bocos, la idea atribuida a Bismarck de que un estadista es aquel que piensa en las próximas generaciones y no en las siguientes elecciones. Ello para decir a los socialistas que están a tiempo de otro pacto por el bien de la política, el futuro y la unidad de España.