De conformidad con tendencias actualizadas sobre lo que se espera sea el desempeño económico de los países de Latinoamérica y el Caribe para 2025, se pronostica que la región llegue a crecer entre un 2.3% y un 3% anual.
Aunque existen diferencias que pueden llegar a ser significativas entre naciones, es claro que se evidencian dos grandes condicionantes generales. Por una parte, las cifras se han estabilizado, luego de la caída de producción y desempeños económicos -inflación, desempleo y comercio exterior- debido a la pandemia del covid-19. Por otro lado, aún cuando ese crecimiento es aceptable -dentro del contexto histórico de la región- se encuentra lejos de los niveles de 5% de crecimiento, que permitirían ir amortiguando al menos y de manera sostenible, las condiciones de pobreza en los diferentes países.
De nuevo, las naciones más estables, con mayores márgenes de maniobra macroeconómica y macrosocial, son las más funcionales: Uruguay, Costa Rica, Panamá, Chile y relativamente Trinidad y Tobago. En el otro extremo, los países más disfuncionales, con mayores conflictos, y condiciones macroeconómicas frágiles, son: Haití, Venezuela, Nicaragua, Honduras, Guatemala y hasta cierto punto Guyana.
Este último país está viviendo una auténtica recomposición económica a raíz del descubrimiento de petróleo en su actual territorio, situación que ha vuelto a colocar sobre las mesas de discusión el tema limítrofe de El Esequibo; un litigio de vieja data con Venezuela. La referida zona en disputa llega a comprender cerca de 160,000 kilómetros cuadrados.
En referencia al desempeño de las economías más grandes de la región, de manera resumida se tiene: Brasil terminaría creciendo este año de 2024 con 1.5% de aumento de producción -producto interno bruto (PIB)- y se recuperaría levemente para el año entrante con un 2.2%. México tendría un crecimiento de 2.6% en 2024, y de 2.1% -un tanto desacelerado- en 2025. Ambos países aportan casi un 55% del total de producción regional.
Argentina para este año que está por terminar puede ver estancada o contraída su economía como parte de los drásticos ajustes que durante este año ha realizado la administración Milei. Se esperaría que para el año próximo el crecimiento pudiese estar alrededor de 2.6%. Colombia y Chile cerrarían este año con un 1.8% de crecimiento y se esperaría que la economía dirigida desde Bogotá, creciera un 3.1% para el año entrante. Tal indicador para 2025, respecto a Chile, se ubicaría en 2.4%.
El cuadro de las principales economías lo cierra Perú, país que, en medio de su inestabilidad política de casi dos años para acá, cerraría con 2.4% de crecimiento tanto este año como el próximo.
En cuanto a subregiones complementarias, el Caribe, sin incluir a Guyana estaría cerrando el presente año con un crecimiento de 4.1% y tendría para el año entrante una cifra similar. En este sentido, como es ampliamente reconocido para las economías caribeñas, la influencia del sector turismo es por demás determinante.
Centroamérica, por su parte, tendría también, para 2024 un cierre de 3.7%; se espera que para fines de 2025 el crecimiento llegue a una cifra de entre 3.6% y 4.1%. En este caso, los países que estarían desempeñándose con mayores incrementos serían Costa Rica, El Salvador y hasta cierto punto Nicaragua.
Latinoamérica y el Caribe -una vez estabilizados los indicadores a partir de los efectos del covid-19 y con aumentos recurrentes en deuda externa- deben enfrentar varios factores que plantean desafíos y que han tendido a ser constantes en los últimos años.
Uno de ellos se refiere a las tensiones políticas. De un lado, los diferentes y actuales conflictos internacionales, pueden ser factores que incrementen los precios de los energéticos, en particular el petróleo y derivados. A esto debe sumársele, por otro lado, el conjunto de políticas que implementará el mandatario Trump desde el 20 de enero. Esto afectaría en especial las condiciones de migración y de envío de remesas.
A ello debe sumarse las amenazas sobre el establecimiento de aranceles respecto a importaciones que Washington realiza a partir de países latinoamericanos, en especial México. Se estima que este último país, en un 87% de sus exportaciones, tiene como mercado la potencia del norte.
Otro aspecto de desafío lo constituyen los efectos del calentamiento global o cambio climático en la región. Se ha hecho evidente desde hace al menos ocho años, la mayor frecuencia, intensidad y duración de ciclones en particular en el Caribe y países del vecindario. Los costos en infraestructura, capacidad productiva y dotaciones básicas para la población -vivienda, alcantarillado y agua potable- pueden de manera intempestiva, comprometer la competitividad de varios países.
Otro factor que Latinoamérica y el Caribe debe enfrentar para 2025, se refiere a la posible desaceleración económica global.
Esto comprende no sólo una baja o estancamiento en la producción, sino también decaimiento en el ritmo de comercio internacional. La contracción en la producción estaría afectando a Europa, China y quizá a Estados Unidos. Es de tener presente que en general, la política del mandatario Trump se basaría en una perspectiva aislacionista, con todas la ventajas y desventajas que esto conlleva.
Con todo, las perspectivas económicas para América Latina en 2025 apuntan hacia una recuperación moderada. El crecimiento dependerá de factores internos -competitividad, instituciones, políticas monetarias, cambiarias y fiscales. También afectarán condiciones externas que ahora lucen amenazantes.
La cooperación e integración en América Latina y el Caribe sería muy útil a fin de enfrentar los desafíos que tiene la región, tales como deuda externa, comercio internacional y recuperación de desastres naturales.
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor Titular, Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.