¿Por qué los tailandeses no quieren acabar con la monarquía? | El Nuevo Siglo
Manifestantes a favor de la democracia levantan el brazo y hacen un saludo con tres dedos arriba durante una manifestación antigubernamental.
Foto Anadolu
Domingo, 25 de Octubre de 2020
Redacción internacional

Aunque durante dos años el color de los Chalecos Amarillos ha representado la oposición a los gobiernos europeos, en Tailandia quienes visten esa tonalidad por estos días son los partidarios de la monarquía.



En 10 días de protestas masivas en Bangkok y 12 provincias, el amarillo en las camisetas de los adeptos a una monarquía con más de 700 años ha hecho sentir su voz de aliento a esta institución. Del otro lado, están los movimientos juveniles que llevan la bandera para concretar reformas en el Gobierno y la Casa Real.

Las imágenes de las protestas se volvieron virales esta semana y han recordado las impresionantes protestas en Hong Kong, con cuerpos de Policía armados con chorros que tiñen de azul a los opositores y con gases lacrimógenos contra los manifestantes, que se defienden con sombrillas o con cualquier elemento que sirva como escudo.

El rey ausente y el primer ministro ultra poderoso

Maha Vajiralongkorn o Rama X es el rey de Tailandia desde diciembre de 2016. Es hijo del rey Bhumibol, quien fue uno de los monarcas que más tiempo ha reinado en la historia (siete décadas en total), mientras Tailandia pasaba a convertirse en una potencia del sudeste asiático.

“El rey y la monarquía siempre han sido vistos como algo sagrado y dentro de la Constitución está incluido el respeto a esa institución. Incluso, insultarlos está penalizado como ley de “lesa majestad”, con penas de hasta 15 años”, afirma Ruvislei González, jefe del Equipo de Investigación sobre Asia y Oceanía del Centro de Investigaciones de Política Internacional CIPI.

Un ejemplo perfecto del respeto a la monarquía ocurrió en 1992, cuando el Ejército reprimió con severidad unas protestas que pedían el retorno de la democracia. Para frenar los fuertes enfrentamientos de ese mayo sangriento, en el que cientos de personas fueron arrestadas y desaparecidas, el propio rey Bhumibol llamó a los rivales políticos para ponerse de acuerdo y evitar una confrontación más cruenta. Ambos líderes se arrodillaron ante el rey en el palacio Real de Bangkok en un suceso que le dio la vuelta al mundo por televisión.

“Incluso los sucesivos golpes de Estado del siglo XXI contaron con la venia del rey Bhumidol y el país redactó 19 constituciones desde el fin de la monarquía absoluta, en 1932, con su beneplácito”, dice González.

Para algunos grupos promonárquico, como Thai Pakdee, es imposible separar a la monarquía de la sociedad, ya que esta es un pilar como la religión y el Estado. Además, al rey se le debe el progreso social de Tailandia en los últimos 70 años y el hecho de que la economía en las zonas rurales se desligara del cultivo del opio.



Esta veneración fue presenciada en Bangkok cuando cerca de un millón de personas asistieron a las honras fúnebres del rey Bhumibol en 2016, pero hoy la suerte de su sucesor es diferente.

Maha Vajiralongkorn es un monarca que ha dejado atrás el hermetismo con el que la casa real manejaba su vida íntima para convertirse en una figura polémica que no ha creado una conexión emocional con su pueblo y que permanece gran parte del tiempo en resorts de lujo en la Baviera alemana.

Incluso, a principios de octubre, el ministro de Asuntos Exteriores teutón, Heiko Maas, afirmó ante el Parlamento que “la política relativa a Tailandia no debe realizarse desde suelo alemán. Si hay huéspedes en nuestro país que realizan sus negocios estatales desde nuestro país, actuaremos para contrarrestar eso".

Para González, “el rey está enfrentando el desprestigio por sus conductas y lujos. Las críticas contra él también han aumentado porque pocas veces está en Bangkok y decidió gestionar de manera personal la multimillonaria riqueza de su familia, lo que ha colmado la paciencia de muchos tailandeses”.

Recordemos que el patrimonio del rey Maha se calcula en más de 28.000 millones de dólares, convirtiéndolo en el monarca más rico del mundo.

Además del rechazo a los poderes de la monarquía, Tailandia tiene una larga historia de disturbios políticos y protestas. En el país ha habido 12 golpes de Estado desde 1932.

“Asimismo, el Ejército ha sido desde 1932 el árbitro de esa polarización política en el país”, asegura González.

Ahora, los manifestantes tienen como objetivo principal la renuncia del primer ministro, el general retirado Prayuth Chan-ocha, quien gracias a los cambios constitucionales obtuvo poderes excepcionales y hoy actúa también como ministro de Defensa.

Chan-ocha llegó al poder en 2014, cuando lanzó un golpe militar contra el Gobierno de Niwatthamrong Boonsongpaisan, suspendió la Constitución y ordenó arrestar a varios miembros del Gobierno. En ese momento, se proclamó como líder y, mediante una nueva Constitución, en 2016 consiguió que 250 senadores, una tercera parte del Congreso, fueran elegidos por la junta militar.

A eso se suma que en 2019 se consagró como primer ministro en unas polémicas elecciones que para muchos de los votantes representaban una oportunidad de reforma.



Nuevas generaciones se toman las calles

El pasado mes de febrero, el Tribunal Constitucional tailandés ordenó la disolución del Partido Anakot Mai (Nuevo Futuro), el cual había logrado una importante base de jóvenes seguidores que se sentían representados con las ideas de cambio y la fuerte presencia del partido en redes sociales. De hecho en las elecciones de 2019, Nuevo Futuro logró ser el tercer partido más votado en Tailandia y por eso la decisión del máximo tribunal llevó a miles de ciudadanos a manifestarse en las calles.

Fue entonces cuando el primer ministro negó cualquier relación con la decisión del tribunal, mientras se esparcía el rumor de que su intento por callar a la oposición había funcionado.

Sin embargo, el coronavirus cambió la dinámica de la protesta y solo hasta este octubre los jóvenes volvieron a las calles, usando aplicaciones como Telegram para convocar nuevas protestas.

“Los manifestantes reniegan de la actual Constitución porque esta no fue redactada por plebiscito. Fue redactada por la anterior junta militar”, dice González.

Panusaya Sithijirawattanakul, una líder estudiantil de 22 años, ha sido una de las caras más visibles de las protestas luego de que leyera en plaza pública un manifiesto con 10 sugerencias de reforma. Algunas incluyen acabar con la ley de lesa majestad, separar la riqueza personal del rey de las propiedades reales, recortar el presupuesto anual del palacio y reformar la educación, que busca adorar a la monarquía.

Tanto Panusaya como otros estudiantes han sido arrestados en los últimos meses por hablar en contra de la monarquía y exigir cambios constitucionales, el fin de la persecución contra líderes de la oposición y activistas de derechos humanos; la disolución del Parlamento y nuevas elecciones, así como la modernización de la monarquía.

“Aunque Tailandia tiene un historial de protestas, algo que llama la atención de esta es que es la primera vez que se realizan en contra de la monarquía. Sin embargo, los tailandeses no quieren eliminarla, quieren modernizarla”, comenta González. Para gran parte de la sociedad, el peso de la tradición y la defensa de la histórica institución sigue siendo un deber.



Ante las multitudinarias protestas, el 15 de octubre Chan-Ocha citó una norma de 1914 para declarar el estado de excepción, y en la última semana el Gobierno ha cerrado varios medios de comunicación y ha pedido a los operadores de telefonía bloquear Telegram.