Un funcionario de Putin, Primakov, calificó así el momento por el que pasan las dos potencias, luego de que Theresa May rompiera con el Kremlin.
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AGATHA CHRISTIE nunca llegó a pensar en una historia así. El autor usó un potente veneno, “Novichok”, para callar a un enemigo del Kremlin. Una vez más, los servicios secretos de Reino Unido apuntaron a Rusia como responsable. Salvo un hombre, Moscú sigue callado. Mientras, los dos países rompieron relaciones y un funcionario ruso dijo que los tiempos son “peores que los de la Guerra Fría”.
Esto colmó el vaso. Theresa May no aguantó más: rompió con Putin. Ayer dijo que hubo un “uso ilegal de la fuerza por parte del Estado ruso contra el Reino Unido”, dijo, cabizbaja, molesta, enfurecida con el Kremlin.
El rompimiento se veía venir. En un acto que sigue sin aclararse, presuntos agentes rusos atacaron el sistema nervioso del exespía Sergei V. Skripal y su hija, Yulia, en Sallisbury (Inglaterra), la semana pasada. Desde entonces, Londres señala a Moscú y ha citado a una reunión del Consejo de Seguridad para tomar medidas sobre el tema (al cierre de esta edición las potencias seguían reunidas).
De tiempo atrás
Cerca de su cuarto mandato, a Putin no le cabe en la cabeza la idea de una Rusia pequeña, aislada, dominada por las “lógicas” occidentales. Su interés por posicionar al país lo ha llevado a intentar recuperar viejos territorios de la extinta Unión Soviética e inmiscuirse en asuntos internos de Estados Unidos, Francia y Reino Unido, que lo acusan de intervencionista.
Occidente ha criticado que rebeldes separatistas financiados por Rusia enfrenten a las fuerzas ucranianas. Además, se opone a la anexión de Crimea, una región ubicada frente al Mar Negro. También, Londres en particular, dice que el Kremlin está detrás del asesinato en 2006 de Alexander Litvinenko, otro exdetective que estuvo al servicio de Putin.
Todo esto ha llevado a que May no soportara más. Rusia está fuera y dentro de sus fronteras. Y, vive una guerra propia contra detectives disidentes que venden, aparentemente, su información a organismos de inteligencia occidentales.
Ante el Parlamento británico, después de un caluroso “yes” -gesto de apoyo por la bancada parlamentaria- la Primera Ministra anunció que “no hay otra conclusión alternativa que el hecho de que el estado ruso fue responsable del intento de asesinato de Skripal y su hija” y agregó “congelaremos los activos del estado ruso donde tengamos evidencia de que pueden ser utilizados para amenazar la vida o la propiedad de nacionales o residentes del Reino Unido. No hay lugar para estas personas, o su dinero, en nuestro país”.
Los aliados se alinean contra el enemigo. Después de posesionarse, Trump viajó a Londres para reafirmar los estrechos lazos con los británicos. Esta vez no ha sido la excepción. Antes de entrar a la reunión en la ONU, Nikki Haley confirmó que “Estados Unidos cree que Rusia es responsable del ataque a dos personas en el Reino Unido que usan un agente nervioso de grado militar”.
Mentiras, dice Rusia
Lejos, y ocupada de una elección presidencial y un Mundial de fútbol, Rusia no ha dicho nada sobre el ataque contra Skripal y su hija. Sólo un funcionario ha dado declaraciones, anunciando que el rompimiento con Londres demuestra que estamos ante “tiempos peores que los de la Guerra Fría”.
Lo que está detrás de esta lógica es la manera en que Vladimir Putin ve la política. Es mejor, desde su perspectiva, “ser odiado” que “amado”.
Evgenny Primakov Jr., designado "representante de confianza" de Putin, autorizado para hablar en nombre de su campaña durante las elecciones presidenciales rusas, dijo que “en la Guerra Fría teníamos algún tipo de reglas, aunque informales. Tuvimos, hasta cierto punto, una confrontación ideológica ritualizada”. “Ahora no tenemos ese conflicto ideológico. Pero tampoco tenemos ninguna, ninguna regla de comportamiento total entre superpotencias”.
Rusia intenta darle la vuelta al asunto. En una entrevista con The Telegraph, Primakov explicó que todo esto se trata de un montaje para “desacreditar” las elecciones presidenciales rusas. “Francamente, en Moscú estamos en estado de shock. Todo parece una locura. Nadie aquí cree que esto fue un ataque ruso”.
“La idea es hacer que nuestra elección parezca ilegítima. Cometer tal cosa una semana antes de las elecciones presidenciales es una locura. Y cuando tratamos de explicar nuestra posición, nos dicen: 'Rusia es un imperio malvado y tú lo haces' deliberadamente porque lo haces”, concluyó.
¿Qué está pasando?
Expertos le han dicho a diferentes medios que, pese a las recriminaciones de Occidente, Rusia seguirá con su misma política tanto en Ucrania o Crimea, como en Londres, París o Washington.
Según Mark Galeotti, experto en Rusia en el Instituto de Relaciones Internacionales en Praga, en diálogo con The New York Times, la narrativa de Putin encarna su sentimiento de que “Rusia es demasiado temible para ser ignorada. Todo se trata de demostrar que Rusia no solo tiene la capacidad de actuar sino también la voluntad de actuar”.
Moscú no está dispuesto a esperar los dictámenes de la ONU u otras organizaciones multilaterales. Como en Siria, ha tomado acciones unilaterales renunciando a lo que Galeotti llama “ganar el respeto a través del poder blando”, y, enfocándose en el “'poder oscuro'”, que se asemeja a acciones militares y envenenamiento de enemigos.
Lo que está detrás de esta lógica es la manera en que Vladimir Putin ve la política. Es mejor, desde su perspectiva, “ser odiado” que “amado”. Exagente de los cuerpos de inteligencia de la Unión Soviética, el presidente ruso es un jugador de póker de esos que esconden sus ojos atrás de unas gafas de sol. Mira, analiza, y, sin decir nada, actúa. Gana muchas veces, pero el golpe deja varios heridos.