Retos latinoamericanos: inseguridad y drogas | El Nuevo Siglo
Foto cortesía
Sábado, 29 de Junio de 2019
Giovanni Reyes

Las cifras son por demás evidentes en cuanto a los niveles de violencia, exclusión y negocios del narco en Latinoamérica.  Es de constatar algunas cifras.  En cuanto a la inseguridad, Latinoamérica tiene el 8 por ciento de la población mundial, pero muestra el 33 por ciento de los homicidios del mundo.  Por otra parte, en la región, el 10 por ciento de las personas con mayor poder económico, poseen 14 veces, lo que corresponde al 40 por ciento de las personas más pobres, tal y como lo ha dado a conocer la organización Christian Aid.

De manera complementaria, es de ver matices en función de grupos sociales.  La evidencia muestra que las oportunidades son más escasas para las minorías tanto indígenas como de población afroamericana.  Se sabe que América Latina tendría unos 45 millones de indígenas y unos 150 millones que son parte de la descendencia afro.  Esos grupos estarían constituyendo en total casi un 32 por ciento del total de la población regional. 

Se trata de grupos vulnerables, que tienen los mayores niveles de desempleo y problemas al momento de acceder a los sistemas de educación formal.  Por supuesto, como era de esperarse, hay diferencias entre las nacionalidades. De esa cuenta, Guatemala y Bolivia estarían teniendo más de un 50 por ciento de su població, perteneciente a ascendencia indígena; son los únicos dos países en la región que mostrarían ese rasgo. 

En cuanto a la población afro, la misma tiene un peso muy importante en países como Brasil o en algunas regiones específicas de Ecuador, Guatemala o Colombia.  Pero el rasgo esencial es el conjunto de condiciones de vida con relativos aislamientos y víctimas de segregación y de prácticas racistas.  Es difícil, por ejemplo, imaginar una presidenta mujer que sea afro o indígena en algún país latinoamericano.

El problema de las drogas, entretanto, se constituye en un elemento de trágico cuño, que actúa asociado a los niveles de violencia.  Es un problema que va estableciendo nuevos ejes de poder político real, o bien permea o penetra ejes que ya estaban establecidos. 

De allí que es pertinente reconocer que esos ejes de poder real ante los cuales responden los actores o funcionarios electos, en lo fundamental, son las fuerzas armadas, las grandes corporaciones y los intereses de potencias que tienen mayor posicionamiento hegemónico, ya sea Estados Unidos, o bien Rusia o China. La violencia que se genera alrededor del problema de la droga con toda la cauda de muertos que esto ha acarreado, está animada por un estímulo concreto y económico: la demanda de estupefacientes. Desafortunadamente este componente casi nunca entra en nuestros análisis.

En referencia a este factor, se calcula que desde hace 10 años, la demanda de cocaína, por ejemplo, se estima que habría tenido un incremento de 62 por ciento tan sólo en Estados Unidos.   Este es un problema esencial.  Nótese que este “negocio” de droga tiene los tres rasgos esenciales que lo hacen una actividad tan lucrativa como perdurable.

El mercado de droga, en ese sentido, tiene tres rasgos fundamentales: (i) una gran cantidad de demanda; (ii) una demanda inelástica; y (iii) un mercado en el cual no hay substitutos.  En términos del volumen de demanda, se estima que son más de 30 millones de consumidores más o menos constantes tanto en Estados Unidos como en Europa. 

Además, esta demanda es inelástica.  Con esto se hace referencia a que, similar a lo que ocurre con el sector de la salud, los consumidores tienden a gastar lo que sea necesario.  No escatiman esfuerzos. 

La dependencia de los adictos es tal que tratan de conseguir el satisfactor a como dé lugar; para ellos no hay droga cara.  De allí que, en las plazas donde prevalezca la demanda se tengan efectos multiplicadores de criminalidad, los que están asociados a la disputa de territorios y monopolios de distribución.

El tercer rasgo, sobre que no existen substitutos, las tendencias son relativas.  Se están produciendo drogas sintéticas que a su vez luchan en mercado de drogas tradicionales. Quizá cuando las potencias más hegemónicas del planeta puedan hacer sus utilidades y tener un posicionamiento dominante en estos mercados, se comprenda por fin que el problema es más bien de salud pública.  Se comprenda al final, que incurrimos en grandes fallos, en inmensos costos que aún nos están afectando.

Ha sido alentador que al menos en la teoría se tenga cierta formulación de políticas públicas, que se hayan adelantado planes de substitución de cultivos, pero mientras la rentabilidad de los mercados de la droga sea alta, se tiene, a partir de ello, un estímulo constante.  De nuevo, el factor del aumento de demanda y de los rasgos propios de su consumo, se asocian estrechamente con la criminalidad.

Las sociedades de México y Centro América, que tienen su mercado natural en Estados Unidos, están siendo rehenes del problema de drogas. Alrededor de esta problemática se ha desangrado la sub-región y se ha constituido toda una infraestructura de apoyo, de respaldo para estas actividades, por más ilícitas y sangrientas que sean.

A esto, reiteradamente, se agrega el problema estructural de la falta de oportunidades para una población creciente, además de los escenarios de corrupción e impunidad. Sociedades que no tienen mayores oportunidades educativas ni de empleos productivos.  Que no tienen ampliadas sus capacidades ni sus alternativas.

Estos son elementos que se relacionan con los problemas de migración, en especial en la región norte de Latinoamérica. Hasta ahora, el problema persiste, no obstante las prácticas y acciones represivas que se llevan a cabo en Estados Unidos, México, y el denominado Triángulo Norte de Centro América –El Salvador, Guatemala y Honduras.

(*) Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor, Facultad de Administración de la Universidad del Rosario