Si quieren ver éxito en Europa, hay que hablar de Polonia | El Nuevo Siglo
Archivo AFP
Sábado, 24 de Junio de 2023
Pablo Uribe Ruan

Nie ma, esas dos palabras, que en polaco significan “no tenemos”, se repetían en cada esquina de Cracovia. Era 1989 y Jan Cieski, un joven reportero local que trabajaba para medios internacionales, escribía que no había carne, ni vino. Por unos meses más, no muchos, Polonia permanecía bajo los vestigios del racionamiento soviético.

Unas décadas después, todo ha cambiado. Nie ma es una palabra en desuso. Ubicada en el centro de Europa, por lo que siempre ha sido ocupada por poderes imperiales como Rusia, Prusia, Napoleón o la Alemania nazi, Polonia ha tenido “la mejor época en 1,000 años de historia del país”, dice Cieski, en El Politico. Esta comparación, algo altisonante, no está tan lejos para describir los avances de una nación que hoy es portada en todos los medios europeos por su excelente desempeño económico.

La Polonia moderna y pos-soviética, que ya cumple 34 años, ha multiplicado su PIB diez veces nominalmente. Lo que explica que, desde 1992, el país no haya sufrido ninguna recesión. Más números respaldan sus indicadores, como el desempleo, que es sólo del 3%, mientras que la mortalidad infantil es menor que la de Canadá y hay menos delitos violentos que en Reino Unido, donde los polacos migraban en masa veinte años atrás.

Tres décadas de crecimiento continuo y vigoroso se deben a una variedad de factores, entre los que se destaca una fuerte clase empresarial nacional centrada en la industria automotriz, así como una enorme confianza de los inversionistas extranjeros por su capital humano.

Al caer el Muro de Berlín, en 1989, Polonia empezó a diversificar su aparato productivo. De ser una de las canteras de la Europa central, con una enorme tradición carbonera, el país pasó a producir sus propios componentes, baterías y motores, en lugar de importarlos de Baviera o Hesse.

Luego, con suministros locales y una mano de obra cualificada, empezó a producir sus propios autos, como el Arrinera, Hydrocar o Melex -marcas poco conocidas en América Latina-.

 

Capitalismo globalizado

 

Sobre este fenómeno, en sus análisis sobre el capitalismo globalizado, Joseph Schumpeter alguna vez dijo que cuando un país logra construir su capacidad exportadora con base en su industria nacional, se destruyen los monopolios industriales ubicados, en el caso de Polonia, en la Europa occidental, o, en concreto, en Francia, Inglaterra, Italia y Alemania. 

Y ese es el caso polaco. El salto de una economía cerrada y controlada por el Estado a una de mercado ha venido acompañado de un plan con vastos recursos como el que tuvieron los países europeos con el Plan Marshall o el milagro japonés, después de la Segunda Guerra Mundial.

Luego del acuerdo de adhesión de la Unión Europea en 2004, con el que logró entrar al bloque, Polonia recibió desde ese año hasta 2021, 210 billones por parte de los fondos europeos manejados por Bruselas, que le apostó desde entonces a financiar un país de unos 37,5 millones de habitantes.

Como en el caso español, es cierto que sin los fondos europeos o la cooperación internacional, Polonia no hubiese sido el caso de éxito que es hoy. Pero ningún otro país de Europa ha manejado tan bien el dinero que ha llegado de Bruselas como los polacos. Con un gobierno y banco central responsables en su política fiscal y económica, la inflación siempre ha estado en un dígito, gracias a un acertado manejo de las tasas de interés que, de paso, han evitado crisis económicas como la de 2008.

 

Paradoja y Ucrania

 

Siendo un modelo desde hace dos décadas, Polonia hoy empieza a experimentar las paradojas del éxito. Bruselas financia cada vez menos al país, no sólo por sus importantes tasas de crecimiento, sino por su abierta postura en contra del bloque, liderada por el partido Libertad y Democracia, que se alinea con países euroescépticos como la Hungría de Víctor Orban.

El éxito económico también ha llevado a que los empresarios se quejen de la dificultad para conseguir trabajadores. Una imagen radicalmente diferente a la de 1992, cuando el astillero de Gdansk, donde nació el movimiento obrero Solidaridad, de Lech Walesa, se quejaba por los miles de puestos que se perdían por su cierre.

Con tan buenos indicadores, Polonia igualmente ha puesto sus ojos en fortalecer el sector defensa y hoy es un actor determinante para enfrentar a Rusia en Ucrania. “Gracias, gracias, por lo que están haciendo”, dijo Joe Biden, de visita en Varsovia, en abril.

La participación de Polonia en esta guerra va mucho más allá de las razones geoestratégicas de la Unión Europea o los intereses de Estados Unidos. Para los polacos, Ucrania es un país hermano y con Rusia, en los últimos 600 años, han tenido más de doce guerras.

Es por eso que, en un ensayo escrito en 2021, Vladimir Putin decía que, a pesar de que ucranianos y rusos eran un “solo pueblo”, las élites polacas habían modificado esta idea con base en una falsa identidad compartida. Lo que, si se mira atrás, no es cierto. Antes de las invasiones de los zares rusos, en Ucrania existía el ducado de Lituania-Polonia, que gobernó desde los 1600 hasta el Siglo XVIII, y sentó las bases de la plural identidad ucraniana.

Invadida tantas veces, Polonia hoy no sólo es sólo un modelo europeo, sino un ejemplo mundial de superación, en el que se ha dejado atrás tanta narrativa negativa, para dar paso a una próspera nación.