Alguna vez, uno de los hombres más pragmáticos del siglo XX, Deng Xiaoping, repitió en uno de sus discursos un refrán de la cultura popular para explicar los cambios que atravesaba su país. “No importa de qué color es el gato, lo que importa es que cace ratones”, dijo, trayendo al mundo una frase que ha servido para definir los momentos que necesitan de pragmatismo por encima de las ideologías y el dogmatismo.
Dogmático y algo sectario, Javier Milei parece estar siguiendo los principios de aquel expresidente chino, con su pragmática posición frente al Brasil de Luiz Inacio Lula Da Silva y su intención de sacar adelante la ratificación final del Acuerdo de Asociación entre el Mercosur y la Unión Europea, cada vez más cerca de quedar en firme tras 25 años de negociaciones.
Este martes, la cancillería de Argentina anunció que Milei asistirá a la cumbre del G20 que tendrá lugar en Río de Janeiro el 18 y 19 de noviembre, en el primer evento en el que Lula y Milei se estrecharán las manos por primera vez y de paso buscarán un objetivo común: ratificar el acuerdo entre la UE y el Mercosur. Según Infobae, Argentina, si no se ratifica en el G20, Milei y Lula buscarían a toda costa que se firme el 5 de diciembre en Uruguay, durante la cumbre de presidentes del Mercosur.
Multilateralismo
En tiempos de crisis en el multilateralismo, la entrada en vigor del acuerdo de Mercosur y la UE caería como un bálsamo para todos aquellos que creen en el comercio entre bloques regionales dando paso a una nueva fase de integración regional en la parte sur de Sudamérica, una región caracterizada por sus desafíos políticos y económicos que han limitado la posibilidad de comerciar con otras partes del mundo.
“Impulsar el Acuerdo de Asociación UE-Mercosur es importante por dos motivos. Primero, porque es uno de los pocos acuerdos comerciales aún posibles con un gran potencial de creación de comercio, ya que los aranceles del Mercosur siguen siendo altos en muchos sectores (manufacturas, productos químicos, productos farmacéuticos, agricultura) y lo mismo ocurre en algunos sectores de la UE, (en especial, en agricultura)”, explica Ernest Talvi, analista del “Real Instituto El Cano”, de España.
El Acuerdo de Asociación UE-Mercosur impulsa un proceso de convergencia económica entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, los países de este bloque económico. También, de ratificarse, demostraría que una organización intrarregional del sur global es capaz de negociar con una de las tres potencias del mundo, la UE, y poner condiciones económicas y políticas que beneficien a sus intereses.
¿Fin del punto muerto?
Unos más que otros, las negociaciones de los acuerdos de asociación suelen demorarse más de lo esperado. Sin embargo, el Acuerdo entre la UE-Mercosur ha enfrentado un camino tortuoso, con sendas demoras que han dado la sensación, muchas veces, de que este acuerdo nunca va ser ratificado. Los puntos muertos han sido repetitivos.
Todo empezó en 1999, tanto tiempo, cuando Fernando Henrique Cardozo y Carlos Menem manifestaron su interés de comerciar con la Europa en ese tiempo de Jacques Chirac, Helmut Kohl y Tony Blair. Lo que comenzó como un manual de buenas intenciones empezó a enfriarse y entró del todo al congelador de 2006 a 2012, seis años muertos. Nuevamente, en 2016, por iniciativa de Mauricio Macri y Angela Merkel, las partes se volvieron a sentar.
Tres años después, en 2019, la UE manifestó que no negociaría con Jair Bolsonaro, por sus posiciones medioambientales y en contra de las minorías, aunque para ese entonces el Mercosur y el bloque europeo ya habían firmado el acuerdo de asociación comercial. Todo volvió a congelarse para que se culminara el proceso con la ratificación de la parte política y jurídica.
El Acuerdo de Asociación UE-Mercosur es un acuerdo mixto, que incluye un componente comercial y otro de diálogo político y cooperación. En la parte política, persisten las diferencias sobre los mecanismos de aprobación y ratificación del acuerdo.
Aunque en principio el acuerdo está bloqueado por temas políticos y jurídicos, Emmanuel Macron ha dejado ver que al menos en Francia este acuerdo tiene varios enemigos. La razón: la carne buena y barata proveniente de Uruguay, Argentina y Brasil llenaría las estanterías de los mercados franceses, acostumbrados a vender chuletas producidas en Normandía y Bretaña por productores subsidiados que en su momento hicieron parte de los “Chalecos Amarillos” y cumplen los estándares medioambientales exigidos por la UE; este tan solo es un ejemplo de muchos.
“No podemos tener una situación en la que imponemos regulaciones medioambientales a los agricultores (europeos) y luego permitamos importaciones de países que no las tienen”, ha dicho Leo Varadkar, primer ministro de Irlanda y aliado de Macron en la oposición al acuerdo.
No todos los mandatarios tienen esa postura. Para el canciller alemán Olaf Scholz este acuerdo es una oportunidad para la UE. “Soy partidario de los acuerdos de libre comercio, también del acuerdo de Mercosur”, ha dicho el líder alemán.
A pesar de la férrea oposición de Macron, la mayoría de Europa estaría a favor de ratificar la parte política y jurídica del acuerdo. Las elecciones al Parlamento Europeo de junio dejaron mal parado al presidente francés quien ya no cuenta con suficientes aliados para que el parlamento y otras instituciones de la UE bloqueen el acuerdo.
Mientras los europeos aún definen su posición, dos contradictores políticos se han puesto de acuerdo, Lula y Milei, que navegan en el mismo barco, guiados por un pragmatismo que les ha permitido anteponer sus diferencias políticas y fijarse en las ventajas que traería para la región acceder a un mercado de más de 800 millones de personas.
“Vamos a avanzar con el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea y si hay que ceder, aún en alguna cuestión sensible, como temas vinculados con el sector agrícola, estoy dispuesto a hacerlo. No podemos quedar aislados”, le ha dicho Milei a algunos interlocutores de su confianza en las últimas dos semanas.
*Analista y consultor. MPhil en Universidad de Oxford.