Venezuela: de nuevo el laberinto de la legitimidad | El Nuevo Siglo
Foto archivo AFP
Sábado, 11 de Diciembre de 2021
Giovanni Reyes

Con más de veinte años en el poder, con una posición totalmente hegemónica, el chavismo ha obtenido un nuevo triunfo en las elecciones regionales del pasado 21 de noviembre.  Solamente tres gobernaciones de las 23 del total, habrían sido ganadas por la oposición según las cifras oficiales.  Y es muy probable que ello sea verdad.  Los tres estados donde el chavismo no ha ganado serían: Cojedes, Nueva Esparta (isla Margarita) y Zulia.

Como parte de toda esta dinámica electoral, una de las situaciones más polémicas surgió en el estado Barinas, donde nació Hugo Chávez (1954-2013).  Allí la oposición habría ganado, pero se anularon los resultados.  Esto es muy significativo porque Barinas se ha considerado desde siempre como el fortín por excelencia del chavismo, el “santuario” de este movimiento político.  Incluso hasta hace poco, luego de los comicios, uno de los hermanos de Chávez, Argenis, renunció a postularse e indicó que sería el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), chavista, quien debía designar al candidato oficial.

La propia renuncia de Argenis que ha sido gobernador de Barinas, constituyó un golpe significativo a la unificación de planteamientos y procederes del PSUV.  Rápidamente los voceros de esa agrupación política indicaron que no había mayores diferencias.  Que esa esa renuncia se debía a situaciones “más bien personales” y el candidato ahora designado era el yerno del fallecido presidente Chávez: Jorge Arreaza, quien ya ha sido vicepresidente del país y Ministro de Exteriores.

El laberinto de estas disposiciones adquiere mayores dimensiones al hacerse público a principios de este diciembre de 2021, que se anula la candidatura opositora, es decir se coloca en situación de ilegalidad al candidato que le disputaría la gobernación al yerno de Chávez.  Hasta aquí los hechos, las evidencias empíricas de la situación.

Lo que en este caso se manifiesta es la carencia incluso de legitimidad legal en los comicios.  Es evidente el desbalance institucional en cuanto a favorecer -a como dé lugar- las posiciones oficialistas.  Esto no es tan extraño en otras latitudes de los países latinoamericanos: se han cooptado las instancias de las instituciones públicas, las derivadas de los poderes ejecutivo, legislativo, judicial.  Y en este caso particular, las autoridades electorales.

De nuevo, es evidente que los actores políticos, los electos, no surgen exactamente de la sociedad y velan por los intereses integrales de la misma.  No.  Surgen de un grupo social y velan por los objetivos de los grupos de presión o colectivos hegemónicos que los apoyaron para el ascenso al poder público.  Eso riñe de manera substancial con los preceptos y métodos democráticos.  Si a ello se une la búsqueda del caudillo por encima de las instituciones se tiene el caso de texto de un Estado premoderno, con toda la cauda de factores propicios al subdesarrollo que ello implica.

A partir de esas consideraciones la oposición política al chavismo no ayuda demasiado en la consecución mínima de estándares democráticos representativos.  La población desea un cambio, poder salir de ese estado de cosas que bordean o se sumergen en una crisis humanitaria, quien lo hubiese dicho hace 20 años, en la potencia petrolera latinoamericana.  Pero las fuerzas opositoras aparecen fuertemente divididas -tanto en el ámbito nacional venezolano como en los Estados, Barinas es un ejemplo.  

Ahora la oposición ha solicitado revisar los procedimientos.  Se eleva la solicitud a los órganos de control que están cooptados, se insiste, por el chavismo.  De manera que yo mismo cobro, pago, me doy el vuelto y me quedo debiendo.  Negocio redondo para controlar el poder.  De allí que la crisis de legitimidad no sólo sea concreta -no se dan oportunidades a la población- sino también legal -se tergiversan los procedimientos electorales mínimos para sustentar la representatividad.

En otras ocasiones el mismo mandatario Nicolás Maduro en medio de la euforia y haciendo gala de actitudes prepotentes que ha copiado del difunto presidente Chávez, estuvo de acuerdo: “bienvenidas las auditorías, las auditorías que quieran”.  Pero ha sido también tradición que al día siguiente, diera marcha atrás.  Además, nótese que no se trata de no tener preocupación por lo social, dado que toda crítica, aun así sea la mínima desavenencia, el gobierno venezolano la tilda de “ataque del imperialismo y la oligarquía”.

La situación es complicada en el ámbito político venezolano sin que para ello se tenga una esperanza o factible solución a la vista.  Lo que se desea es un desarrollo donde todos puedan participar, que se traduzca en incremento de oportunidades por medio del empleo productivo y el emprendimiento de las empresas. De nuevo, lo que se debe fomentar y fortalecer es un desarrollo equitativo en lo social, sostenible en lo económico, sustentable en lo ecológico y que cuente con instituciones efectivas, con entidades incluyentes. Es en ese contexto que se establecen los criterios de estos planteamientos.

Es allí en donde se enraízan, para Maduro y el chavismo, los principales retos que se le plantean. Es evidente que además de este galimatías de procedimientos legales, otro, de los aspectos a encarar es el duro panorama de la economía.  Aun cuando sea difícil de creer, a pesar de la inundación de dólares producto de la exportación del petróleo, las deudas no han dejado de crecer en Venezuela.  Ese es uno de los riesgos del “populismo de las dádivas” que, con mucho, ha caracterizado al gobierno venezolano. 

Otro frente que desafía al chavismo, aunque es difícil establecer hasta qué grado, es el tener un partido oficial dividido. No es la primera vez que las corrientes que encabezan Maduro y Diosdado Cabello parecen estar en una tregua temporal, mientras los militares y al influencia cubana, iraní, china y rusa, también tienen un papel muy importante.

Finalmente están los desafíos del equipo gobernante. Gobernar requiere de cohesión en cuanto a ideas y procesos operativos oportunos.  Es de rodearse de un competente equipo de trabajo y de planes específicos.  Allí está el caso del expresidente de Brasil, Lula Da Silva.  Un caso que ilustra cómo un trabajador puede ser un presidente que promueve el desarrollo y una lucha sostenible contra la pobreza.

Sabiéndose débil y que se mantiene en déficit político, la gran amenaza es que las bravuconadas de los dirigentes se traduzcan cada vez más en acciones represivas.  Algo típico de las dictaduras.  Al respecto resuenan las palabras que tiempo atrás dijera Diosdado Cabello: “Chávez era el muro.  Él contenía las ideas alocadas que nosotros teníamos”.  Ahora el muro no existe, es un pasado del cual se trata de obtener créditos políticos, la añoranza de los tiempos de Chávez.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard.

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