Eln no renunciará a minas quiebrapatas: alias Uriel | El Nuevo Siglo
AFP
Viernes, 21 de Junio de 2019
Redacción Nacional
“No tenemos aviones (…) para equilibrar un poquito la fuerza”, dijo el comandante del Frente de Guerra Occidental de ese grupo guerrillero
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Alguna vez fue un universitario que se internó en la selva de Colombia para empuñar las armas. Y ahora, a los 40 años, Uriel forma parte de la nueva generación de comandantes del Eln, la última guerrilla que desafía con violencia a un Estado en América.

Después de dos décadas de clandestinidad, este hombre encabeza el Frente de Guerra Occidental, uno de los de mayor actividad y expansión tras el pacto de paz con las Farc en 2016, hasta entonces la organización armada comunista más poderosa del continente.

En una entrevista con la AFP en la selva del Chocó, el comandante Uriel advierte que su organización no renunciará a los recursos que recibe por la producción o tráfico de cocaína en las zonas de influencia rebelde, ni a las minas antipersona, ni al secuestro (12 personas están en poder del Eln según el Gobierno).

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“Son tributos de guerra y como en cualquier otro espacio, cuando no se pagan los tributos, hay privación de libertad para forzar ese pago”, explica en medio de la ofensiva militar que siguió a la ruptura de las negociaciones de paz que por año y medio sostuvo el Eln, primero en Quito y luego en La Habana.

Son malos augurios en un conflicto con varios protagonistas que deja 8 millones de víctimas entre desplazados, muertos y desaparecidos.

Solo Chocó es el epicentro de una disputa territorial entre el Eln y el Clan del Golfo.

También es uno de los puntos estratégicos de salida de cargamentos de cocaína que parten del Pacífico colombiano hacia Centroamérica y Estados Unidos.

“Nadie está por presiones”

Uriel forma parte del relevo generacional de una organización surgida en 1964, en plena Guerra Fría, y dirigida por guerrilleros con edades que promedian los 68 años. Sobre ellos pesan múltiples órdenes de captura por terrorismo, reclutamiento de menores, homicidio, secuestro, entre otros delitos.

Uriel también es el líder más mediático y conectado a redes sociales, aunque nunca descubra su rostro ante las cámaras.

El pasamontañas rojinegro, el fusil de asalto sobre las piernas y el tono firme lo muestran severo ante sus tropas, jóvenes negros e indígenas del Pacífico colombiano que alegan pobreza, maltrato familiar, violencia estatal o todas juntas a la hora de pisar un campamento en la selva. Según autoridades, muchos son enrolados a la fuerza.

Uriel lo niega. “Nadie en el Eln está por fuerza, nadie está por presiones (...) Estamos por voluntad propia y la retirada del Eln es libre, cuando alguien no quiere pertenecer más a la organización lo plantea y hay salida”.

Una expansión paulatina

El presidente Iván Duque está empeñado en la derrota militar del Eln tras el ataque con carrobomba que en enero mató a 22 cadetes de policía en Bogotá.

Los guevaristas son un ejército de 2.300 combatientes y una afinada red de inteligencia, que opera en el 10% de los 1.100 municipios colombianos.

Es una fuerza relativamente pequeña -y con altos índices de desaprobación en encuestas- si se compara con los 265.000 efectivos de las Fuerzas Militares, sin contar la Policía.

Entonces, ¿por qué seguir combatiendo si no pueden ganar la guerra?, pregunta la AFP. “Porque si no, no habría esperanzas. El hecho de mantenerse es la posibilidad de ver un cambio. Es como la lucha que dan algunos contra los transgénicos: crean bancos de semillas (...) Nosotros tenemos una semilla de revolución, tenemos una semilla de transformación social, nuestro legado es cultivarla, es mantenerla, es reproducirla”.

Aunque el Eln ha tenido un crecimiento paulatino, también sus “estructuras han sido fuertemente golpeadas”, según el jefe guerrillero.

Uriel examina con cuidado esa expansión. “No estamos desbocados a un crecimiento que después se nos salga de las manos. Paradójicamente sigue habiendo jóvenes todos los días que vienen a buscar refugio en las filas guerrilleras, que vienen a buscar un espacio (...) Vamos a seguir incorporando pero no de manera descriteriada; no en una carrera loca por crecer (...) Si no, nos volvemos un cuerpo grandísimo con muy poquita cabeza”.

Métodos cuestionados

El comandante del Frente de Guerra Occidental descarga sobre Duque una futura negociación de paz. “La pelota la tiene el Gobierno, es su decisión si los diálogos no se reanudan”.

Entretanto, los guerrilleros seguirán en el campo de batalla, cuidando según él afectar en lo mínimo a la población civil aunque esto no evite el desplazamiento. Entre 2017 y 2018 hubo 21.100 casos en Chocó, según el registro oficial de víctimas.

“Es criterio del Eln buscar la mínima afectación a la población no combatiente (...) ¿Que la gente se siente temerosa? Sí, claro, algunos prefieren desplazarse (...) Hay una particularidad en el Chocó. Precisamente por las necesidades mucha gente se desplaza para buscar la ayuda. Suenan tres tiros cerca o lejos, pero es la posibilidad de irse a una cabecera municipal a pedir subsidios, a pedir ayuda”.

Uriel reconoce que la guerrilla no renunciará a las minas antipersona, un arma usada por los diferentes grupos ilegales a lo largo del conflicto interno y que han afectado a 11.440 personas desde 1990.

“Creemos que siguen siendo un arma válida en esta guerra popular”, sostiene, con una salvedad: “Hemos criteriado su uso. Las comunidades están avisadas en las partes donde se ponen y pueden haber accidentes, que son mínimos, lo que pasa es que la matriz mediática se centra en esos casos que son la excepción (...) Nosotros no tenemos aviones para bombardear las zonas, para equilibrar un poquito la fuerza. Nosotros con 150 gramos de explosivos enterrados en un frasco paramos el avance de un ejército”.