BLANCO Y NEGRO
La inteligencia militar colombiana ingresó a cuidados intensivos. No la salvarán las vacunas y no quedan UCIs libres. Lo ocurrido en la Brigada 30 de Cúcuta se suma a otras tantas incursiones mortíferas a centros militares.
Increíble que un Ministro de Defensa recién “condecorado” por un Congreso “enmermelado” haya descuidado la inteligencia militar, de la cual depende la seguridad del Estado que él juró defender al posesionarse.
Cada que se quiere mostrar eficiencia investigativa, salen a hacer méritos todos los doses: el 2, el F2, el G2 y desde luego los hackers. Toda esa parafernalia de los diferentes grupos de inteligencia del Estado. Son unos magos para hacer seguimientos a periodistas, opositores y a personajes independientes, que tanto escozor ocasionan a los gamonales y caudillos del CD.
Nadie alcanza a explicarse cómo una camioneta, conducida por alguien que no se identifica cuando busca ingresar a una brigada, burla los sistemas de seguridad del fuerte militar en el que se alojan fuerzas especiales de procedencia norteamericana, encargadas de hacer seguimiento a las supuestas operaciones que “prepara” Venezuela contra Colombia, en las contadas horas que aún le quedan a Maduro.
Para entrar a cualquier edificio se exige a los ciudadanos documentos de identificación confiables, huellas dactilares, fotografías, datos particulares y cuanto se le antoje al vigilante de turno. Difícil entender cómo se puede exonerar de todos estos requisitos a una persona que quiera ingresar a un cuartel repleto de militares nacionales y extranjeros.
Lo acontecido en Cúcuta fue tan escandaloso que obligó al presidente Duque a tomar su flamante avión bien pasada la noche para trasladarse a la capital de Norte de Santander. Allí se realizó el acostumbrado, mas poco efectivo, tradicional Consejo de Seguridad.
¿Qué diablos pasó en la Brigada 30, atestada de “2” y de los llamados ronderos en moto? Hay que recordar también lo de la Escuela General Santander de la Policía en Bogotá, y las famosas camionetas blancas repletas de paramilitares que se paseaban por Cali, disparando contra los manifestantes, y los “paras” que con fusiles de largo alcance asesinaban a los participantes en las marchas. La Policía se codeaba con ellos, pero nadie los veía.
La camioneta de Cúcuta ingresó sin permiso alguno y se ubicó estratégicamente buscando ocasionar el mayor daño… Hizo explosión e impactó a muchos soldados nuestros y a un estadounidense muy levemente. Esa situación aminoró el escándalo.
Investigaciones van y vienen sin resultado alguno. Al final, el Fiscal descubrió que la camioneta fue comprada a plazos y que algunos subalternos la habían visto ingresar. Hubo inculpaciones para el Eln y para algunos soldados y suboficiales rasos que fueron detenidos.
Las investigaciones siguen “hasta sus últimas consecuencias”, mientras los heridos sanan y la inteligencia con todos los “2” mira para otro lado. ¡Fin!
BLANCO: La nueva reforma tributaria, sin IVA.
NEGRO: El alegre paseo de Carrasquilla por Miami, mientras arde Colombia.