Sin sorpresa | El Nuevo Siglo
Viernes, 6 de Febrero de 2015

“Si hubiera dicho lo contrario, le toca renunciar”. Esa fue la respuesta que un dirigente de Cambio Radical le dio ayer a un periodista de EL NUEVO SIGLO respecto a las declaraciones de uno de los codirectores del Partido Liberal, Horacio Serpa, quien indicó que la coalición de Unidad Nacional sólo iría hasta 2018, razón por la cual la colectividad de las toldas rojas tendrá candidato presidencial propio para competir por la sucesión de Juan Manuel Santos. Según el dirigente de Cambio, el partido del vicepresidente Germán Vargas Lleras, a quien muchos ven como seguro presidenciable en 2018, nadie en La U o en los liberales puede renunciar a la vocación de poder y menos cuando faltan más de tres años para la próxima elección presidencial. “… Si un dirigente de La U, liberal o de Cambio sale ahorita diciendo que no tendrán candidato propio para 2018, pues le toca renunciar”, sentenció la fuente consultada.

Baraja roja

Ahora bien, hay mucho trecho entre prometer que se tendrá candidato presidencial propio en tres años y la posibilidad de presentar un perfil lo suficientemente fuerte para pelear por la sucesión en la Casa de Nariño. En las toldas rojas sostienen que sí hay con quien jugarse. Mencionan los nombres de senadores como Juan Manuel Galán y de altos funcionarios como Simón Gaviria o Juan Fernando Cristo, entre otros. Lo cierto es que el último candidato presidencial del liberalismo fue Rafael Pardo, en 2010, cuando sumó un poco más de 630 mil votos en la primera vuelta. Antes, en 2006, el aspirante había sido el propio Serpa, quien quedó tercero en la contienda, con apenas 1,4 millones de votos, lejos de los 2,6 millones de Carlos Gaviria y de los 7,3 millones logrados por el triunfador Álvaro Uribe.

Desminado (I)

Dada la extensión del país y el hecho de que el conflicto armado se ha extendido a casi todos los rincones del territorio, los cálculos más optimistas sobre lo que tardaría y costaría el desminado en Colombia son muy dispares. Unos estudios, que tienen como principal referencia lo que pasó en Centroamérica, advierten que por lo menos se necesitarían diez años para erradicar las minas ‘quiebrapatas’ y la inversión no sería inferior a 10 millones de dólares por año. Otros estudios sostienen que los costos no serían tan altos, principalmente porque las tecnologías de detección, desactivación o explosión controlada de las minas antipersona han avanzado mucho desde las operaciones que se realizaron en Centroamérica. Así las cosas el desminado no sería mayor a cinco años y el costo podría estar por los lados de los 60 millones de dólares.

Desminado (II)

Otro de los problemas para el desminado en Colombia, según un alto militar retirado, se refiere a que la tecnología estándar que se utiliza  a escala internacional no necesariamente funciona en el país, debido a que la ‘malicia indígena’ de los guerrilleros ha llevado a que muchas minas sean no sólo artesanales sino que, incluso, no tienen ningún  elemento metálico que permita su fácil detección. “… Lamentablemente en Colombia la subversión desarrolló métodos de construcción y colocación de minas que no se han visto en otros lugares del país… Hay desde minas enterradas hasta otras camufladas en matas de café o coca… Hay también otras puestas en la parte altas de árboles que se sueltan cuando se producen movimientos en sus alrededores”, precisó la fuente castrense.