Salvadoreños aguardan a “San Romero de América” | El Nuevo Siglo
Domingo, 17 de Mayo de 2015

A 35 años de su asesinato cuando oficiaba misa y tras muchos meses no sólo de bloqueo a su proceso de beatificación, sino de intentos de denigrar al religioso lo que fue admitido por el Vaticano, monseñor Óscar Arnulfo Romero será elevado a la gloria de los altares este sábado.

Entre la alegría que genera su proclamación de Santo, y los imborrables recuerdos de cuando el religioso cayó muerto sobre el altar de la pequeña capilla donde oficiaba, los salvadoreños  se preparan física y espiritualmente para el gran día, el de la canonización de quien han bautizado como “el santo del pueblo”.

Óscar Arnulfo Romero, el arzobispo de San Salvador, es el referente con el que el papa Francisco desea alentar una iglesia más comprometida con los pobres. Su beatificación se surtió  sin necesidad de probar un milagro tras ser proclamado un mártir por su fe, lo que resulta coherente con su papado y respalda la lucha por la justicia social en América Latina.

El obispo italiano Vincenzo Paglia, postulador de la causa, ha dicho que el papa Francisco pretende "señalar al mundo el ejemplo de Romero", un pastor que "sale de la sacristía para estar con los pobres" y se convierte en "mártir de su pueblo".

Ese es "el significado más profundo de la beatificación", de acuerdo con Paglia.

Romero fue abatido de un disparo en el corazón el 24 de marzo de 1980 mientras oficiaba misa en la capilla del hospital de cancerosos La Divina Providencia, en el norte de San Salvador.

La víspera, había hecho un dramático llamado a los soldados a desobedecer órdenes de disparar contra el pueblo: "les ruego, les suplico, les ordeno, en nombre de Dios, cese la represión", clamó.

Durante el funeral en la catedral de San Salvador, el 30 de marzo, más de 100.000 fieles fueron dispersados a balazos por los soldados, que mataron a docenas.

El Salvador vivía una tensa situación política originada en las luchas de sectores sociales por lograr mejores condiciones de vida y la respuesta brutal de un régimen sostenido por la fuerza de las armas.

El asesinato conmovió al mundo, polarizó aún más a la sociedad salvadoreña e hizo estallar la guerra civil que duró 12 años (1980-1992) y cobró la vida de al menos 75.000 personas.

Vida eclesial y transformación

Romero nació el 15 de agosto de 1917 en Ciudad Barrios, un pueblo cafetalero en las montañas del departamento de San Miguel, 156 km al noreste de San Salvador.

En 1931 ingresó al seminario menor de San Miguel, donde era conocido como "el niño de la flauta" por su habilidad con el pequeño instrumento de bambú que le había regalado su padre.

En 1937 llegó al seminario en San Salvador y siete meses más tarde viajó a Roma para estudiar teología, donde vivió las penurias de la Segunda Guerra Mundial.

Fue ordenado sacerdote en abril de 1942 y desde entonces recorrió un largo camino de servicio en varias parroquias y en diferentes puestos de jerarquía.

En 1970 fue designado obispo auxiliar de la capital y en 1974 obispo de Santiago de María, en el departamento de Usulután.

Cuando fue ungido arzobispo el 23 de febrero de 1977, a los 59 años, no existía duda sobre sus tendencias conservadoras y no contaba con la confianza del clero progresista.

Pero el asesinato de su amigo el sacerdote jesuita Rutilio Grande junto a dos campesinos, en marzo de 1977, cambió profundamente su visión y estilo. En adelante, la denuncia de la injusticia sería su bandera.

Excelente orador, Romero denunció la injusticia social y la represión militar a través de la radio católica YSAX y el semanario Orientación, ambos silenciados por el régimen con potentes bombas. Fue llamado "la voz de los sin voz".

 La reivindicación

Pese a que en su pontificado en ocasiones se negó a recibir a Romero cuando iba al Vaticano a mostrarle fotos y otras pruebas de la represión, el papa Juan Pablo II se arrodilló ante su tumba el 6 de marzo de 1983 y repitió el gesto el 8 de febrero de 1996.

Ante su sepultura han desfilado gobernantes de todo el mundo, entre ellos el presidente estadounidense Barack Obama.

En 1993, una Comisión de la Verdad de la ONU señaló como autor intelectual del crimen al mayor del ejército Roberto D'Aubuisson (ya fallecido), fundador de la entonces gobernante Alianza Republicana Nacionalista (Arena, derecha).

Todo clamor de justicia por el asesinato chocó con el sistema judicial controlado por la derecha y luego con una ley de amnistía que el Congreso aprobó en marzo de 1993 y dejó impunes abominables crímenes de la guerra civil.

El 24 de marzo de 2010, el primer presidente izquierdista en la historia del país, Mauricio Funes, rompe el silencio que mantuvo la derecha en 20 años de gobierno y en nombre del Estado pide perdón por el asesinato de Romero, declarándolo "guía espiritual de la nación".

La causa para canonizarlo fue abierta en la Iglesia local en 1994 y en 1996 pasó a Roma donde se estancó hasta que en abril de 2013 Francisco la desbloqueó.

El 3 de febrero pasado, el Papa firmó el decreto que le declara mártir de la Iglesia al haber sido asesinado por "odio a la fe", con lo cual no fue necesario demostrar ningún milagro para su beatificación.

Ya es llamado, por la voz popular, "San Romero de América".