Brasil y Colombia: ¿potencias emergentes de energía eólica marina? | El Nuevo Siglo
PARQUE eólico en la costa colombiana de La Guajira, Colombia. Esta región del norte del país ha sido descrita como el “epicentro” de la transición energética nacional, pero algunos proyectos han provocado conflictos con comunidades indígenas. /Foto Dialogue Earth - David González
Viernes, 13 de Septiembre de 2024
Agencia IPS

EL DESARROLLO de la energía eólica marina está entrando en un momento decisivo en América Latina, tras años de expectativas que han despertado esperanzas en esta fuente de energía, pero que aún no se han traducido en la puesta en funcionamiento de una sola turbina frente a las costas de la región.

El pasado agosto, el Senado de Brasil tenía previsto votar un marco regulador de la energía eólica marina que será esencial para el avance del sector, mientras que Colombia espera este mes ofertas de empresas que quieran explorar su zona marítima.

Los expertos afirman que la expansión de la energía eólica marina podría contribuir a reducir el uso de combustibles fósiles e incluso impulsar el empleo y las economías locales, ya que para ello será necesario tanto construir parques eólicos marinos como modernizar infraestructuras terrestres como los puertos.

En los países que están ampliando su sector eólico marino, las inversiones pueden ser “palancas de desarrollo económico e industrial enormes”, dijo a Dialogue Earth, Ramón Fiestas, director para América Latina del Consejo Global de la Energía Eólica (GWEC, en inglés).

Sin embargo, el nivel de inversión que requiere el sector es muy elevado. Según un estudio de la consultora Centro Brasileño de Infraestructuras (CBIE), debido a los costos de construcción en el mar, el costo por megavatio de la energía eólica marina puede ser tres veces más caro que el de las instalaciones eólicas terrestres. Si se tienen en cuenta los costos de las nuevas líneas de transmisión submarinas, la cifra se multiplica por diez.

Además, los expertos afirman que faltan pruebas de relevancia local sobre los riesgos socioambientales de los parques eólicos marinos. “No existe ningún estudio sobre los impactos de estos proyectos en el hemisferio sur”, afirma Adryane Gorayeb, coordinadora del Observatorio de Energía Eólica de la Universidad Federal de Ceará, en el noreste de Brasil.

Gorayeb señala que, en general, los estudios sobre la costa latinoamericana son escasos, “tanto en términos geofísicos como biológicos, ecológicos y sociales”, lo que genera preocupación por los posibles impactos marinos del desarrollo de infraestructuras energéticas en alta mar.

El potencial costa afuera de Brasil

En el mar, los vientos son más constantes e intensos que en tierra, y la superficie es más amplia para los parques eólicos, lo que ofrece un mayor potencial de generación de energía. “Eso es algo enormemente valioso en el sistema eléctrico”, afirma Fiestas.

Brasil ya es el mayor productor de energía eólica terrestre de América Latina, y tiene potencial técnico para generar más de 1200 gigavatios (GW) en la marina, también conocida como costa afuera o por el vocablo inglés offshore, según un informe del Banco Mundial.

Esto representaría una gran expansión de la capacidad total instalada del país en todas las fuentes de electricidad, que superó los 200 GW en julio.

El documento también afirma que el sector podría generar 516 mil puestos de trabajo de aquí a 2050 y aportar al menos USD 168.000 millones a la economía brasileña.

El potencial eólico marino de Brasil es “vigoroso, consistente, geográficamente diverso y situado cerca de los centros de demanda”, según el informe. Por todo ello, “la eólica marina podría ocupar un lugar destacado en la combinación energética a largo plazo del país”, añaden sus autores.

Esto ha atraído a muchos interesados. Hasta abril, se habían presentado 97 solicitudes de licencia para proyectos eólicos marinos ante Ibama, la agencia medioambiental del gobierno brasileño, que abrió un registro incluso antes de que se haya promulgado un marco regulador para el sector.

Según datos de Ibama, la mayoría de los proyectos propuestos se sitúan en el estado más meridional de Brasil, Rio Grande do Sul (27), y en Ceará (25), en el noreste, a una distancia de entre 10 y 40 kilómetros de la costa. Se espera una capacidad instalada de 234 GW con todos los proyectos propuestos en el país.

Los datos de la agencia muestran que las solicitudes se han acelerado desde 2022, cuando se promulgó un decreto que regulaba la transferencia de zonas marinas del gobierno al sector. Pero el establecimiento del marco regulador sigue siendo un obstáculo clave.

“El primer paso es disponer de un marco jurídico. Sin él, no pasará nada, porque el mar es un bien federal”, afirma Elbia Gannoum, presidenta de la Asociación Brasileña de Energía Eólica (Abeeólica), que agrupa a más de 150 empresas activas en el sector.

Subastas colombianas

Con más de 3000 kilómetros de costa, Colombia quiere acelerar su sector eólico marino desde 2022, para lo que ha aprobado un plan de acción y una resolución   y que establece las directrices para las subastas.

A diferencia de Brasil, Colombia no pretende aprobar una ley específica para regular las empresas de energía eólica marina y se basa en la normativa existente sobre generación de electricidad. Pero este vacío normativo podría presentar riesgos, agravados por una crisis institucional.

Las directrices legales dicen que el presidente del país tiene la responsabilidad de nombrar a seis expertos a tiempo completo para apoyar a la Comisión de Regulación de Energía y Gas (Creg), pero este organismo pasó recientemente casi un año con solo expertos provisionales en el cargo, y hoy solo cuenta con un funcionario nombrado.

“Estos son proyectos (offshore) que son de largo plazo, entonces se requieren unas reglas claras que permitan a la gente hacer sus inversiones”, dijo Santiago Arango, investigador en energía y profesor de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional de Colombia en Medellín.

En octubre anterior, el gobierno lanzó la primera subasta de América Latina para proyectos eólicos marinos, cuyo plazo se amplió hasta este septiembre. Los interesados compiten por licencias temporales de ocho años para evaluar la viabilidad de las zonas marinas. Posteriormente, los contratos podrán convertirse en concesiones para construir y explotar parques eólicos marinos durante un máximo de 30 años, con una prórroga opcional de 15 años.

Los ganadores deberán ser elegidos en agosto de 2025, y se espera que las licencias se concedan en diciembre del mismo año.

Colombia tiene una capacidad total instalada de 20 GW en todas las fuentes de electricidad, con objetivos de capacidad eólica marina de siete GW para 2040 y 13 GW para 2050. Según el plan de acción, el potencial técnico de esta fuente de energía se sitúa entre 50 GW y 100 GW.

Pero no todos confían en este progreso. “Son unas metas supremamente ambiciosas”, afirma Arango, “dudo que se logren”.

Retos socioambientales

A pesar de las grandes ambiciones y expectativas del sector eólico marino, Adryane Gorayeb y otros expertos advierten que si se apresuran los estudios para acelerar la instalación de proyectos, esto podría destruir los ecosistemas marinos, perjudicando a la pesca, el turismo y la navegación.

Gorayeb cita las posibles repercusiones en la biodiversidad marina y las corrientes oceánicas de la construcción y el funcionamiento de las empresas eólicas marinas. También hay que tener en cuenta las posibles repercusiones ambientales a lo largo de la cadena de suministro, por ejemplo, en la extracción de madera para la construcción de turbinas.

En Colombia, preocupa especialmente la Alta Guajira. Esta región septentrional ha estado en el punto de mira del sector eólico y el gobierno la ha considerado el “epicentro” de la transición energética del país, pero también alberga a muchas comunidades indígenas.

“Es importante llevar a cabo una buena gestión social de estos proyectos, más allá de las consultas previas que exige la ley”, dijo Santiago Arango.

Con respecto a estas preocupaciones en Brasil, Elbia Gannoum, de Abeeólica, sugirió que el proceso de concesión de licencias será suficiente para evitar cualquier impacto perjudicial.

“Una vez que el titular tenga el título, realizará los estudios necesarios y, basándose en ellos, solicitará la autorización del Ibama”, dijo. “Los estudios incluyen la evaluación de la población marina, las actividades de los pescadores y los impactos del petróleo”.

El historial hasta la fecha de los parques eólicos terrestres en toda América Latina, incluidos Brasil, Colombia y México, sugiere que la concesión de licencias y la experiencia acumulada no siempre han sido suficientes para evitar impactos perjudiciales sobre la biodiversidad y las comunidades en determinados casos.

Otra fuente de incertidumbre que rodea la entrada de los países latinoamericanos en el sector eólico marino, señalada por los expertos, es la capacidad actual para integrar las instalaciones en sus sistemas energéticos. Según expertos, hasta que no se disponga de infraestructuras maduras, la eólica marina requiere la construcción a gran escala, normalmente de parques con una capacidad instalada superior a 500 MW./Agencia IPS

(Artículo editado y publicado originalmente en Dialogue Earth).