La pandemia del coronavirus obligó al cierre masivo de instituciones educativas, afectando alrededor de 70 millones de estudiantes de Colombia, México, Chile, Perú y Ecuador, y aunque el tiempo que durará aún incierto, lo que sí es seguro es que tanto estudiantes como profesores deben hacer una transición forzada a la educación en línea.
“No todos los docentes están preparados para educar en línea, pues el manejo de una clase, un grupo, un proceso y un sistema de aprendizaje en línea (e-learning) cambia, y la dinámica y la lógica de esta educación son diferentes a la presencial; salir de la zona de confort, además, puede perturbar a algunos maestros, y no todos los docentes tienen las habilidades y las competencias en el dominio tecnológico y tampoco para educar en línea, lo que genera otra barrera”, afirma la docente Diana Padilla, alumni colombiana del máster universitario de Educación y TIC (E-learning) de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Ante un sistema educativo no diseñado para educar en línea, los profesores han tenido que acomodarse y adaptarse al contexto, diseñando estrategias de acuerdo con la realidad que viven ellos y sus estudiantes, lo que genera que salgan a la luz las barreras pedagógicas.
Ahora bien, con el confinamiento, queda la incógnita de si se continuarán desarrollando metas o proyectos basados en la educación, como la que estableció el Banco Mundial para el año 2030 con el objetivo de disminuir la “pobreza de aprendizaje”, es decir, reducir el porcentaje de niños que a los diez años no pueden leer y comprender un relato simple, o si simplemente serán estrategias de emergencia durante las crisis, como las implantadas por parte de los diferentes gobiernos.
“Aunque estas estrategias sean interesantes no son suficientes, pues no todas se adaptan a las necesidades de los estudiantes; además, no todos tienen acceso a recursos tecnológicos como la infraestructura o el internet”, asegura Padilla.
En países como Colombia, educar o aprender de manera presencial en sitios rurales es difícil, pues son horas desplazándose desde zonas alejadas, y los recursos tanto económicos como tecnológicos son escasos. Con la pandemia, el panorama es aún más complejo: “estas familias no tienen computador, celular o internet; para estos niños y jóvenes, la educación a distancia es mediante sus acudientes, con el envío de talleres físicos para que puedan desarrollar las diferentes actividades, y las teleclases que se dictan por televisión o radio”, añade la docente.
Para lograr brindar educación y acompañamiento a los estudiantes durante el confinamiento, los docentes deberán salir de su zona de confort, romper paradigmas y hacer aquello que hasta la fecha tal vez no habían hecho, asegura la maestra, de manera que se puedan implementar diversas metodologías educativas de emergencia durante el confinamiento pero que, a su vez, sirvan como medio para retroalimentar y mantener una constante comunicación con los estudiantes. Porque, por ahora, el principal objetivo de enseñar a distancia es evitar el abandono escolar, ya que al perder el contacto con el estudiante, este se alejará del proceso educativo y todo lo vinculado con la institución.
Durante la emergencia sanitaria y después de la misma, el papel que juegan los padres o acudientes en la educación de los menores es fundamental, pues son fuente de motivación para los estudiantes y un vínculo de comunicación constante con los colegios, de manera que se necesita un fuerte acompañamiento educativo por parte de ellos desde casa.
Más allá de una plataforma
Señala el informe que garantizar que los estudiantes adquieran los conocimientos es una de las premisas de la educación, pero en estos tiempos las instituciones se han visto afectadas por el hecho de no saber cómo relacionarse con los estudiantes en la educación virtual. Pasan a plataformas de videoconferencia para continuar ofreciendo clases tal como lo venían haciendo pero mediante otro canal.
En ese sentido, Albert Sangrà, profesor de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, señala que “lo importante es entender qué ha cambiado el contexto de aprendizaje. Nada es lo mismo y, por lo tanto, no podemos pretender continuar haciendo lo mismo como docentes o como familia. Para motivar a los estudiantes a participar de forma no presencial, es fundamental no replicar las metodologías presenciales en entornos digitales no presenciales. Es importante establecer unos ritmos distintos en la cotidianeidad del aprendizaje, que se lleva a cabo en otro sitio, con otras personas alrededor, que no son las mismas con quienes lo hacen habitualmente”.