Se han producido fugas masivas de metano en todo el mundo, desde Estados Unidos hasta Turkmenistán, que se conocen también como “superemisores”. Estos escapes enormes, que en su mayoría se deben a fallos en los equipos, pueden durar semanas. En 2015, una de las instalaciones de almacenamiento de gas natural en Los Ángeles arrojó a la atmósfera un aproximado de 100.000 toneladas de metano, un potente gas de efecto invernadero, en el transcurso de cuatro meses.
En junio de 2022, investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia afirmaron haber descubierto el evento conocido más reciente de superemisión en una plataforma de petróleo y gas en el Golfo de México. Dicha instalación descargó 40.000 toneladas de metano durante un período de 17 días en diciembre de 2021, lo que equivale al 3% de las emisiones anuales de petróleo y gas de México. Los investigadores afirman que dicha cantidad podría nunca haber sido de conocimiento público si no fuera porque fue captada por un satélite de la Agencia Espacial Europea.
Aunque el vertido fue captado, sigue siendo difícil rastrear las emisiones de metano, un gas incoloro e inodoro y responsable de más del 25% del calentamiento global que experimenta la Tierra en la actualidad. Debido a su estructura química, el metano atrapa más calor en la atmósfera por molécula que el dióxido de carbono (CO2), por lo que es 80 veces más dañino que el CO2 durante los 20 años posteriores a su emisión a la atmósfera.
A medida que los países desarrollan planes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y evitar las peores consecuencias del cambio climático, los expertos y expertas afirman que es vital contar con un mejor control de la cantidad de metano que se libera a la atmósfera, incluidos los eventos de superemisores. En efecto, si se reduce el metano antropogénico (de origen humano) en un 45% en este decenio, se mantendría el calentamiento por debajo del umbral establecido en el Acuerdo de París.
Nueva base de datos
Para rastrear y medir las emisiones de metano, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente inauguró en octubre de 2021 el Observatorio Internacional de Emisiones de Metano. Dicho observatorio cataloga los vertidos y fugas del sector de los combustibles fósiles, y próximamente catalogará también los residuos y las liberaciones agrícolas.
Las industrias del petróleo y el gas son los principales productores de metano, puesto que emiten gas durante la perforación, la producción y otras partes de sus operaciones. En determinadas ocasiones, el metano se libera intencionalmente de las instalaciones de petróleo y gas por razones de seguridad.
En contraste, el sector agrícola es otro gran emisor de metano, en particular la ganadería y el cultivo de ciertos alimentos, como el arroz. Los desechos son la tercera fuente más común de metano antropogénico, ya que las bacterias descomponen la materia orgánica en los vertederos.
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El Observatorio Internacional de Emisiones (IMEO) tiene como objetivo crear una base de datos públicos de emisiones de metano verificadas empíricamente. En la actualidad, los países a menudo solo cuentan con estimaciones que a veces pueden ser varias magnitudes más inferiores que los niveles de emisiones reales.
“Una imagen más precisa de las emisiones de metano proporciona a los gobiernos y las empresas la información que necesitan para actuar con confianza”, declaró Mark Radka, jefe de la Subdivisión de Energía y Clima del Pnuma. “Esto aplica tanto para las buenas políticas como para las buenas prácticas de gestión”.
Medición del metano
“El gran desafío es saber exactamente cuánto (metano) se está emitiendo, dónde se está emitiendo y durante cuánto tiempo se ha emitido para así poder reducir las emisiones al nivel que necesitamos”, declaró Manfredi Caltagirone, director del Observatorio Internacional de Emisiones de Metano.
La mejor manera de medir las emisiones de metano es mediante la combinación de conocimientos operacionales y el uso de tecnologías de cuantificación de metano, drones y aeronaves equipadas con sensores.
Asimismo, los satélites se están convirtiendo en un medio eficaz para detectar y medir las emisiones de metano enormes. Si bien el uso de satélites no siempre es práctico, ya que las lecturas de metano pueden estar ocultas por condiciones ambientales como la cubierta de nubes, los bosques densos o la cubierta de nieve, son particularmente útiles para detectar y cuantificar eventos de superemisores como el del Golfo de México. (Según conclusiones de las investigaciones, la fuga masiva habría sido causada muy probablemente por un mal funcionamiento del equipamiento de las instalaciones).
De hecho, el equipo de investigación que descubrió el evento superemisor en el Golfo de México está en proceso de expandir su trabajo a sitios de producción de petróleo y gas en zonas marinas ubicadas en otras partes del mundo.
Si los actuales inventarios de emisiones de metano son problemáticos, ¿merecen la pena? Para Giulia Ferrini, Oficial de Gestión de Programas del Pnuma, la respuesta es un rotundo sí, bajo la condición de que se implementen algunos cambios en la metodología.
Según ella, mantener inventarios precisos y transparentes es fundamental para evitar el cambio climático. Caltagirone y Ferrini argumentan que los inventarios de metano específicos de cada lugar, o en el ámbito de activos, que se fundamentan en mediciones son un componente esencial de la mitigación porque el Acuerdo de París se basa en la transparencia y la rendición de cuentas. La recopilación de estos datos en el ámbito de activos proporciona la información necesaria a aquellos que tienen el poder decisorio de reducir las emisiones.