Una gran sorpresa se llevaron científicos al descubrir cocodrilos de color naranja, únicos en el mundo, que viven en medio de excrementos de murciélagos en cuevas, en Gabón, conocido por su diversidad geológica y su fauna.
“Cuando me acerqué con mi linterna en la cueva, ¡vi ojos rojos... de cocodrilo! Era en 2008. Dos años después, sacamos a un primer espécimen de la cueva y nos dimos cuenta de que era naranja”, recuerda el geoarqueólogo (especialista en sedimentos arqueológicos) Richard Oslisly.
Un doble hallazgo extraordinario que ocurrió mientras él y un equipo de investigadores intentaban encontrar restos de presencia humana en las cuevas de Abanda, en el sur de Gabón.
El “cocodrilo naranja cavernícola”, que puede medir hasta 1m70, es único en el mundo y sólo ha sido visto en las cuevas del país africano, según Oslisly.
“Al principio pensamos que el color podía deberse a su alimentación, ya que comprobamos que esos reptiles comen murciélagos naranjas”, explica el investigador francés.
Pero tras unos estudios más minuciosos, los científicos presentaron otras hipótesis: una “despigmentación” causada por la falta de luz en esas cuevas o la nocividad del “guano”, una sustancia compuesta por excrementos de murciélagos en la que esos animales se mueven en toda su vida subterránea.
“La orina de los murciélagos empezó a atacar su piel y transformó su color”, explica Olivier Testa, espeleólogo y miembro del equipo científico.
Oslisly, Testa y el investigador estadounidense Matthew Shirley multiplicaron desde 2010 las expediciones científicas para conocer mejor a esos cocodrilos.
Al cartografiar las cuevas, encontraron cuatro cocodrilos naranjas sobre unos 40 ejemplares de esa especie “cavernícola”.
Decenas de cocodrilos con una pigmentación “normal” viven en cuevas vecinas conectadas con la superficie, dice Testa, mientras que los especímenes naranjas viven en cuevas a las que sólo se puede acceder mediante pozos verticales.
Una presencia de 3.000 años
“Creemos que decenas de cocodrilos se instalaron en las cuevas de Abanda hace unos 3.000 años, lo cual se corresponde bastante bien con un periodo en el que el nivel del mar había caído y en que esta zona costera volvió a ser terrestre”, explica Shirley.
Los cocodrilos naranjas quedaron probablemente atrapados en la cueva “tras entrar por pasillos cuando eran pequeños” y no poder salir de allí al crecer, según Oslisly.
Varios pasillos más o menos estrechos e interconectados forman una red de cuevas en Abanda y quedan a veces inundados por la crecida de las aguas de la capa freática.
Shirley sostiene, sin embargo, que los cocodrilos se instalaron tal vez en su cueva por decisión propia y que quizás no estén atrapados en ese lugar.
En la oscuridad total, esos animales sobreviven con un régimen alimentario particular. En las cuevas no hay peces ni crustáceos, y se alimentan con murciélagos, saltamontes y grillos. “Es un entorno especialmente exigente”, indica Shirley.
Según los investigadores, esos ejemplares, tanto los naranjas como los del color normal, pertenecen al grupo de cocodrilos enanos “Osteolaemus tetraspis” y están “en mutación”.
El ADN de esos especímenes no es suficientemente distinto del de su primo enano de la superficie para convertirlo en una nueva especie, dice Shirley, pero esos animales desarrollaron su propia “firma genética”.
Los cocodrilos de las cuevas tienen, en efecto, un grupo de genes único transmitido de generación en generación, comprobaron los científicos al comparar las muestras de sangre de los ejemplares cavernícolas con los de sus primos enanos que viven únicamente en la superficie en Gabón.
Aunque el cocodrilo ya es una especie protegida en Gabón, Oslisly aboga por que las cuevas de Abanda se conviertan en un “santuario íntegramente protegido”.
“Aún queda mucho por descubrir en las cuevas de Abanda”, asegura el geoarqueólogo, que espera promover allí el "turismo científico"./