La Estrella Fluvial Inírida está compuesta por un gran complejo de humedales, llamados por algunas comunidades como rebalses. En ella pasan los ríos Inírida, Guaviare y Atabapo, tres afluentes del país que junto con el Ventuari en Venezuela dan forma al gran río Orinoco, el tercero más grande del planeta.
Esta riqueza hídrica determina el modo de vida de las comunidades que allí habitan, de las comunidades anfibias en las que las inundaciones no son un problema, pues es su hábitat natural y su despensa, tanto para la especie humana como para las demás especies animales y vegetales.
¿Quién no ha escuchado alguna vez que el agua es fuente de vida?
Esta región de 400.000 hectáreas, al hacer parte de la transición entre la Amazonía y el Orinoco, posee características de ambos biomas, dando como resultado la existencia de diversidad de bosques inundables, otros no inundables en terrazas altas, y vastas zonas cubiertas de arenas blancas con vegetación arbustiva y herbácea. En la zona se han identificado más de 1.170 especies de plantas.
Adicional a la variedad de sus suelos, en la Estrella Fluvial de Inírida habitan en cifras aproximadas 250 especies de aves, 100 de mamíferos entre ellas dos gigantes de agua dulce como las toninas o delfines de río y las nutrias; además 470 especies de peces entre ornamentales y de consumo.
Los ojos del territorio
El estado de conservación de esta región, no sería el mismo sin las prácticas propias de las comunidades que la habitan: algunas comunidades campesinas e indígenas de las etnias Puinave, Curripaco, Piapoco, Cubeo, Wanano, Tukano y Sikuani; sí, otra gran variedad en este caso, de lenguas nativas y culturas.
Esta multiplicidad de características en un mismo ecosistema, llevó a que en el año 2014 la Estrella Fluvial Inírida fuera designada como sitio Ramsar, abarcando más de 250.000 hectáreas de su territorio para ser conservado y hacer un uso sostenible de sus recursos.
A pesar del proceso de consulta previa llevada a cabo en la región antes de la designación; las comunidades empezaron a manifestar sus temores y creencias acerca de lo que significaba esta declaración internacional. Leoni Dasilva, líder indígena de la etnia Curripaco, cuenta que “al principio los mayores pensaban que con la designación les iban a quitar las tierras y que les iban a prohibir sus prácticas ancestrales en sus territorios, pero a medida que han aclarado sus dudas se han enterado que la invitación es a cuidar y seguir conservando lo que tenemos todos”.
En este proceso de entendimiento, WWF Colombia, gracias al trabajo conjunto con la organización Mesa Ramsar EFI y al apoyo de varias organizaciones que intervienen en la región, han liderado la formación de interlocutores al interior de las comunidades para que el mensaje de la conservación y uso sostenible de los recursos prevalezca en el diario vivir.
Hoy, la Estrella cuenta con más de 50 personas que participan en el monitoreo de pesca y territorio quienes han adoptado un papel de liderazgo, como apoyo a los capitanes o autoridades tradicionales de cada comunidad. Así lo describe Leonardo Camico: “El monitoreo se puede enseñar a otros. Se debe llevar el mensaje de la importancia de cuidar el territorio. Lo mejor es caminar y vigilar, ver lo que está pasando, porque los territorios son libres. Hace poco tiempo el territorio se veía abandonado, como sin dueño, ahora que lo recorremos entendemos la importancia de ser sus ojos”.
Entender la importancia de las y los monitores, no es posible si no se conocen los tensionantes a los que se exponen sus comunidades y sus territorios. Prácticas ilegales como la minería, la pesca indiscriminada, la tala de bosques, el riesgo de invasiones o la comercialización de sus tierras, se tornan cada vez más complejas, distanciando a las comunidades étnicas y locales de su vocación inherente de conservar y cuidar su casa, su territorio.
La incidencia de la investigación propia
Gracias al proceso que se ha construido durante más de 10 años, uno de los resultados más palpables y que enorgullece a las y los monitores de pesca son las dos resoluciones de ordenamiento pesquero; pues en ellas pueden evidenciar que el trabajo de investigación propia que realizan, sí puede tener resultados incidentes para sus ecosistemas.
Solo las comunidades saben sus verdaderas necesidades y las de sus territorios. Son ellas quienes saben administrar los beneficios y adversidades de su entorno y esa es la razón principal por la que las acciones de conservación que se realizan, parten de ellos mismos, de su propia lectura y sentir; promoviendo la permanencia de sus saberes milenarios.