LA DEPRESIÓN es un trastorno mental frecuente que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración, así lo determina la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Para el psiquiatra y somnólogo César González, generalmente el problema del sueño es la primera manifestación de un trastorno depresivo y en un 90% de los pacientes deprimidos se presenta el insomnio. Curiosamente, el exceso de sueño denominado hipersomnia está presente en un 10% de los pacientes que padecen depresión.
La Asociación Ibérica de Patología del Sueño, asegura que “la relación entre las alteraciones psiquiátricas y los trastornos del sueño está ampliamente documentada y sobre todo, destaca la estrecha ligazón entre el insomnio, la depresión y la ansiedad”.
Por otro lado, la Doctora Karem Parejo, neuróloga y directora del laboratorio de sueño de la Fundación Clínica Shaio, indica que “la gravedad de la depresión se asocia con la gravedad del insomnio y la presencia de un trastorno es un factor de riesgo para el desarrollo del otro. Hasta el 80% de los pacientes con depresión padecen de insomnio”.
A su vez, la especialista de la Fundación Clínica Shaio, señala que, el insomnio es más frecuente 1,5 veces en el género femenino que en el masculino. Las mujeres, en general, refieren más síntomas y angustia mental en comparación con los hombres en términos de número, intensidad y frecuencia.
Estos trastornos del sueño no solamente los padecen los adultos, ya que el insomnio en los niños también es común, bien sea por malos hábitos como acostumbrar a los niños a dormir con un objeto o mediante una acción, así como por la falta de límites de los padres o cuidadores a la hora de ir a dormir.
Por otra parte, la pubertad se acompaña de una serie de factores que pueden contribuir al desarrollo de insomnio, como disminución del impulso natural de sueño y retraso de los ritmos circadianos que, posteriormente, pueden conducir a un desajuste con los horarios sociales.
¡A dormir bien!
Son muchas las consecuencias de no dormir bien, así lo indica el Doctor César González, psiquiatra especialista en medicina del sueño, “se ha establecido que un adulto saludable debe dormir entre 6 y 8 horas. Quien no lo haga tiene un problema de sueño y repercute en muchas circunstancias de la vida del individuo. Produce somnolencia diurna, cansancio fácil, propensión a generar accidentes, pobre rendimiento académico o laboral y una calidad de vida precaria. Aumenta el riesgo de padecer enfermedades de tipo cardiovascular, del sistema inmune e incluso, se ha encontrado que la mortalidad es mayor en personas que no duermen. Cuando la persona no tiene una higiene del sueño adecuada debe consultar con un profesional de la salud, que tenga conocimientos sobre la medicina del sueño y que haya recibido una formación en el campo”.
Según expertos de Mayo Clinic, las principales causas del insomnio son el estrés, un problema común en la sociedad de hoy debido no solo al ritmo que implica vivir en grandes ciudades, sino también por la situación actual de salud de la cual no se tiene conocimiento de su finalización, así como el distanciamiento social que implica la aparición del coronavirus; también, los malos hábitos al momento de dormir, como usar cualquier dispositivo tecnológico minutos antes de acostarse y la mala alimentación.
Por ello, los especialistas dan una serie de recomendaciones que le sirven a una persona con trastorno de sueño, independiente de su causa y que se denominan en su conjunto higiene del sueño.
• Usar solo la cama para dormir, evitar ver televisión o leer.
• Levantarse de ella si ha pasado media hora y no logra dormir. Buscar una actividad poco estimulante que lo lleve a reencontrar el sueño, para así volver a la cama.
• Establecer horarios para acostarse y levantarse.
• No mirar la hora cuando despierte. Eliminar relojes y celulares de la mesa de noche.
• Evitar café, té y bebidas oscuras que contengan estimulantes.
• Hacer ejercicio matutino, máximo hasta el mediodía.
• Evitar la siesta, de hacerse que sea muy corta.
• Cenar algo liviano y por lo menos, dos horas antes de acostarse.
• Ducharse con agua tibia o al clima poco antes de acostarse.
• Utilizar técnicas de relajación y/ o meditación para inducir el sueño.
• Disminuir o suspender el consumo de cigarrillo y alcohol en las noches.