Languidece el Polo Norte | El Nuevo Siglo
LA mitad del hielo marino ya se ha perdido en comparación con el nivel que se consideraba histórico
Foto archivo AFP
Viernes, 11 de Diciembre de 2020
Giovanni Reyes

Por Giovanni Reyes*

En muchos casos puede tratarse de un tema incómodo. En particular en esta época nuestra donde prevalece el entretenimiento banal como elemento recurrente y tema de conversación. Sin embargo, se trata de un tópico que es indispensable abordar. Está en juego nuestra supervivencia como especie, la de las futuras generaciones. Todo esto está plenamente validado, por más negacionismo que cómodamente se trate de diseminar.

Es el tema del calentamiento global. He aquí una primera aclaración.  Es calentamiento del planeta lo que está prevaleciendo, y no cambio climático. Con esta última denominación se puede tener la perspectiva inexacta o engañosa, según la cual podrían estar ocurriendo compensaciones en los incrementos y bajas de temperatura en diferentes regiones mundiales. Eso puede ocurrir en lo específico, al estudiar algunas zonas particulares, algunos microclimas. No obstante, la generalización es evidente y reiterativa. Estamos ante un fenómeno creciente de aumento en las temperaturas globales.



La última publicación, que hace énfasis en la desaparición de glaciares del Polo Norte, ha sido dada a conocer el pasado mes de noviembre.  En ella intervinieron, intercambiando datos, elementos conceptuales y bases informativas, además de inferencias estadísticas, varias organizaciones entre las que se destaca la Agencia Atmosférica y Oceánica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés).

En una primera revisión del documento, tropezamos con un dato sobresaliente: 2020 ha sido uno de los años históricamente más cálidos en el Ártico.  Efectivamente.  Ha sido el año que esta región ha tenido que soportar más calor, luego de 2012.  Los números promedio dan cuenta de ello: durante el período 2019-2020 se tuvo una media de temperatura anual superior en 1.9 grados centígrados, con respecto a las cifras anuales observadas en el período de 30 años que va de 1981 a 2011.

Se tiene la confirmación de que el Ártico se calienta dos veces más rápido que el resto del planeta.  Esto supone mayores niveles de degradación en los ecosistemas considerados hasta no hace mucho, conjuntos ecológicos con equilibrios dinámicos estables.  De allí que las alteraciones y los daños en toda la zona del Polo Norte estarían teniendo mayores deterioros que las correspondientes regiones del Polo Sur, la Antártida.

Se ha podido establecer que la banquisa -el hielo que flota en el agua- como es normal, se derrite en verano y se vuelve a formar en invierno.  Sin embargo, el punto es que los volúmenes de recomposición de hielo cada vez tienden a ser menores.  No recuperan los niveles de hielo que se ha derretido de marzo a septiembre de cada año.

En algunos casos, inferencias similares que se han dado a conocer desde hace cerca de cuatro décadas, han debido soportar la crítica de “científicos” y tanques de pensamiento que son financiados por la poderosísima industria mundial relacionada con combustibles fósiles.  Es obvio que estos sectores ven como competencia “desleal” a sus negocios, los mecanismos que desde los gobiernos de países civilizados se promueven a favor de la investigación, ingeniería de producción y aplicación de procesos sobre energías limpias.

Los datos de los que ahora disponemos pertenecen a detecciones mucho más cuidadosas, en particular desde 1979. Un factor decisivo en esta mayor calidad de elementos cuantitativos ha sido la creciente mejora en los satélites.  En la actualidad no es posible negar, con un mínimo de honestidad, que el deshielo es un fenómeno creciente y verificable.

El informe citado, del mes de noviembre pasado, puntualiza que “la mitad del hielo marino ya se ha perdido en comparación con el nivel que se consideraba histórico”.  Agregando que “existe suficiente evidencia para concluir que el hielo ahora es más delgado, más joven y menos compacto que lo que solía ser”.



La información contenida en el Artic Report Card 2020, resalta además lo que desde hace más de 100 años hemos sabido: la interacción de los ecosistemas mundiales, incluyendo los de aire y agua. Esto fundamenta una conclusión adicional: aunque el fenómeno de pérdida de hielo, de descongelamiento, ocurre con mayor intensidad en el Ártico, los efectos se diseminan a otras regiones del planeta.

Entre las repercusiones, que se tendrían como externalidades a partir del deshielo del Polo Norte, estarían los cambios en las corrientes marinas.  En América Latina se tiene, en el Atlántico, la corriente Ecuatorial que desciende de aguas más frías, buscando el Ecuador por el litoral occidental de países centroamericanos y Colombia. Complementariamente, ascendiendo siempre por el occidente desde latitudes más bajas en el sur, busca el Ecuador la corriente de Humboldt, llegando a refrescar las costas de Guayaquil. 

Las repercusiones originadas en estos cambios en el hielo del Ártico están afectando las condiciones de temperatura y lluvia especialmente en la franja tropical de Latinoamérica.  Eso contribuye a los fenómenos de El Niño -épocas de anormal sequía- y de La Niña -temporadas de cuantiosas lluvias.

Si a todo eso se agregan los significativos niveles de deforestación en los países del trópico, no es de extrañar que las inundaciones generalizadas sean frecuentes.  Los desastres pueden ocurrir en el pacífico de México, Guatemala, Nicaragua, Colombia o Perú.  En otras latitudes han sido históricos los desastres de este tipo en Mozambique y Bangladesh, para citar sólo dos ejemplos de los más conocidos.

Es indispensable estar en el extremo recalcitrante de la sandez para negar estas realidades. Las bases que tenemos son sólidas. Está en juego nuestra sobrevivencia. Mientras más tardemos en actuar, con medidas de prevención y mejora, las mismas serán menos operativas y más costosas, menos eficaces para contener daños y sufrimientos, menos efectivas para hacer que los desastres pudieran todavía ser reversibles.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor Titular, Escuela de Administración de la Universidad del Rosario

(El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna)