La pandemia mundial hizo que los seres humanos cambiaran sus rutinas. Ahora no solo conviven con sus mascotas y familiares, también tienen que aprender a enfrentar otros asuntos
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La pandemia ha cambiado la forma de vivir y de interactuar con el entorno.
Principalmente en las calles hay miedo. Miedo de un virus invisible que se puede transmitir entre seres humanos. El hombre, un animal social, se quedó solo con la definición de bípedo implume y muchos sufren por ello.
Si bien, antes del encierro la modernidad traía sus enfermedades (sedentarismo, mala alimentación, estrés, entre muchas más) esta nueva etapa de la vida viene cargada con sus propios males y para esta vez la mayoría se generan en la psique del hombre, en lo profundo de cada uno, en el inconsciente.
En un documento publicado por la Universidad de Buenos Aires, la Facultad de Psicología aseguró que esta nueva pandemia trae consigo un elevado nivel de incertidumbre que “precipita y mantiene un estado de captación ansiosa que constituye la preparación frente a una amenaza nueva y desconocida”.
De hecho, Camilo Torres, egresado de la Universidad Nacional de Colombia y estudiante de la Maestría en Discapacidad de la misma institución, le expresó a EL NUEVO SIGLO que “no hay nada que el cerebro humano deteste más que la falta de información, la incertidumbre. Si alguien pierde su libertad o no puede salir por situaciones como la falta de dinero o por una incapacidad es otra cosa, se afronta de manera distinta, hay unos plazos. Por ejemplo, cuando usted sufre una fractura sabe que le toca esperar unos meses con un yeso y hacer unas terapias. Sin embargo, esta situación es distinta: estamos encerrados, básicamente, por miedo al exterior y eso es un asunto difícil de manejar”.
El estudio realizado por la Universidad de Buenos Aires sugirió que uno de los sentimientos más comunes es el miedo, que puede experimentarse como miedo a perder la salud, a las posibles consecuencias de la enfermedad, a la falta de recursos, a la falta de insumos básicos. Las personas también pueden sufrir, según el estudio, de “frustración, enojo, ambivalencia, desorganización, aburrimiento, tristeza, sentimiento de soledad, sensación de encierro, ansiedad y trastornos del sueño”.
“Es posible sentir miedo ante una situación que se percibe como nueva y amenazante. Es posible que pensamientos como ‘me puede pasar a mí’ o ‘puedo contagiar a mi familia’, emerjan. Frente a ello pueden aparecer pensamientos negativos asociados a la muerte propia o de la familia, así como también temor a contagiar a los seres queridos y provocarles un daño. Estos sentimientos pueden generar tanto reacciones funcionales como disfuncionales. Dentro de las reacciones funcionales es posible que aparezcan conductas creativas, actividades formativas o recreativas. En el caso de las reacciones disfuncionales que pueden incrementarse aquellas conductas que implementamos para regular nuestras emociones negativa, encontramos como ejemplo consumir noticias compulsivamente, entre otras”.
Nerviosismo
De hecho, el Colegio de la Psicología de Madrid, España, sostuvo en un informe que otros sentimientos negativos y persistentes que pueden vivir las personas en esta cuarentena son nerviosismo, agitación o tensión, con sensación de peligro inminente o pánico.
Además, la persona puede experimentar otras situaciones como que “no puede dejar de pensar en otra cosa que no sea la enfermedad o la preocupación por enfermar. Necesita estar permanentemente viendo y oyendo informaciones sobre este tema. Tiene dificultad para concentrarse o interesarse por otros asuntos. Le cuesta desarrollar sus labores cotidianas o realizar su trabajo adecuadamente. El miedo le paraliza y le impide salir a la calle”.
A su vez, el Colegio precisó que hay que poner atención si la persona “está en estado de alerta, analizando sus sensaciones corporales, e interpretándolas como síntomas de enfermedad, siendo los signos normales habituales. Le cuesta controlar su preocupación y pregunta persistentemente a sus familiares por su estado de salud, advirtiéndoles de los graves peligros que corren cada vez que salen del domicilio. Percibe un aumento del ritmo cardíaco, respiración acelerada (hiperventilación), sudoración, temblores sin causa justificada. O presenta problemas para tener un sueño reparador”.
Torres expresó que hay otras situaciones que pueden hacer de la cuarentena algo mucho más tortuoso. “Hay una situación que algunos teorizan como ‘too much closeness’, es decir mucha cercanía. Por más que amemos a nuestros familiares, ahora compartimos los mismos espacios con ellos y aguantarlos es mucho más difícil. Además que el miedo nos hace más emocionales. Muchos tomamos actitudes irracionales. Conocí un caso en estos días de una persona que no permitía ni que se abriera la ventana”.
El psicólogo advirtió que “hay una situación extra que puede afectar a las personas, y es el aburrimiento. Aunque en estos días es normal, por la falta de rutinas claras, puede pasar que las personas comiencen con una añoranza mal sana y comiencen a dejar de hacer para el futuro para pensar en el pasado”.
La ansiedad duele
La incertidumbre del virus ha golpeado a unos más que a otros. Es el caso de los odontólogos particulares, quienes no han podido ejercer su oficio de manera apropiada.
Adriana Santamaría, odontóloga particular, le dijo a este Diario que no abre su negocio desde que se decretó la cuarentena. “Yo he decidido cuidarme. Ejercer la odontología bajo estas condiciones es muy difícil. Uno está expuesto al contagio porque trabaja con saliva y por más que se tenga careta y demás, el riesgo es latente”, explicó.
Según contó, “hace poco me llamó un paciente desesperado porque tenía un dolor de muela que lo estaba atacando desde la mañana. Decía que sentía que se le iba a caer la cara. Yo me arriesgué. Lo conozco hace mucho tiempo. Lo atendí, pero no tenía nada. Se me hizo raro y lo mandé para la EPS. El médico general que lo vio le dijo que podía ser un cuadro de ansiedad”.
Santamaría sostuvo que no volverá a atender a nadie mientras pasa la cuarentena. “Es verdad que yo vivo de mi negocio, de lo que hago, pero no puedo hacer nada. Por ahora me bandeo con los ahorros que tengo. Mi miedo es a salir, pero también he hablado con muchos pacientes que tienen el mismo miedo. La calle es un peligro para todos”.