América Latina y el Caribe están tomando medidas audaces en la lucha contra la contaminación por plásticos. Los países de la región están creando leyes y políticas osadas para impulsar una nueva economía del plástico y proteger sus preciosos recursos naturales.
Un planeta sin contaminación por plásticos es el tema que durante este año vienen impulsando diferentes organizaciones, incluida la ONU y por ello ha invitado a reconocer lo poderosa que puede ser la acción directa de los gobiernos para abordar este problema global.
Los beneficios del plástico son innegables. Es barato, liviano, duradero y fácil de hacer. Se puede usar de mil formas distintas. Nuestra comida se mantiene fresca por más tiempo gracias al plástico y la medicina moderna no existiría sin él.
Pero las mismas propiedades que hicieron del plástico un producto revolucionario han propiciado también un ciclo de producción irresponsable y un consumo y desperdicio excesivos.
Cada año se descargan en los océanos alrededor de 13 millones de toneladas de plástico, incluidas micropartículas que entran en la cadena alimenticia, y afectan la salud de todos los seres vivos del planeta.
Las proyecciones actuales muestran que la producción mundial de plástico se disparará en las próximas décadas: se espera que llegue a la asombrosa cifra de 619 millones de toneladas en 2030.
En América Latina y el Caribe, los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil han entendido la urgencia de reconsiderar la manera en que producimos, usamos y gestionamos el plástico. Ahora, se están tomando medidas decisivas “aguas arriba” para enfrentar la creciente marea de plásticos.
Antigua y Barbuda fue el primer país del continente en prohibir las bolsas plásticas en 2016. Poco después, Colombia dictó una prohibición similar y en 2017 aplicó un impuesto a las bolsas grandes de plástico que ha permitido reducir el consumo 35% y recaudar US$ 3,6 millones en el primer año.
Costa Rica adoptó una estrategia nacional para reducir drásticamente el uso de plásticos desechables para el año 2021 y Panamá se convirtió en 2017 en el primer país de América Central en vetar las bolsas de polietileno.
El Congreso chileno aprobó en días pasados una prohibición nacional de bolsas plásticas de un solo uso y “biodegradables”, mientras que Ecuador pretende transformar las remotas Islas Galápagos en un archipiélago libre de plásticos: a partir del 21 de agosto de 2018 no se podrán vender ni usar sorbetes, envases de polietileno expandido, bolsas y botellas de plástico.
Mientras tanto, Belice y Bahamas están promoviendo estrategias ambiciosas para erradicar los plásticos y proteger la biodiversidad del mar Caribe, que es el segundo más contaminado con plásticos en el mundo.
El liderazgo y una fuerte intervención de los gobiernos son clave para adoptar nuevos modelos de negocios sostenibles. Las regulaciones y los incentivos pueden guiar a las empresas a innovar y buscar rentabilidad utilizando alternativas al plástico.
En América Latina y el Caribe, fabricantes, innovadores y consumidores ya se pusieron mano a la obra.
En Perú, empresas privadas están usando botellas reciclables para elaborar mochilas que tienen un poncho incorporado y sirven para abrigar a los escolares más pobres de los Andes. En Tamaulipas, México, un grupo de jóvenes fabrica platos desechables utilizando la fibra del nopal en lugar de plástico, mientras en Chile, estudiantes universitarios diseñaron una herramienta de localización geoespacial para recuperar basura marina.
Luchar contra la contaminación por plásticos ayudará a preservar ecosistemas preciosos, mitigar el cambio climático y proteger la biodiversidad y nuestra salud. ¡Esta es una batalla clave que debemos librar hoy para garantizar mañana un planeta más justo y sostenible!