
Un reciente estudio ha esclarecido el verdadero origen de 10 momias enmascaradas que forman parte de la Colección de Momias más grande del país, custodiada por la Universidad Nacional de Colombia (UNAL). Estas no pertenecen a la Serranía del Perijá, como se había creído por años, sino a diversas regiones de Cundinamarca, con fechas de antigüedad que oscilan entre el 425 d. C. y el 1700 d. C.
Daniella María Betancourt Navas, magíster en Antropología de la UNAL e integrante del Laboratorio de Antropología Física, explicó que estas momias presentan un tratamiento característico en el rostro, donde se aplicaba una base moldeable que recreaba rasgos como ojos abiertos, labios y nariz. Esta técnica permitía representar a los fallecidos con una apariencia similar a la de los vivos.
Por mucho tiempo, se creyó que estos restos pertenecían a la etnia yuko-yukpa, un pueblo indígena nómada de la Costa Caribe que habita la Serranía del Perijá. Sin embargo, investigaciones recientes han determinado que su origen se encuentra en el altiplano cundiboyacense, gracias a estudios isotópicos de estroncio y oxígeno-18, herramientas utilizadas en arqueología y medicina forense para rastrear la procedencia de personas y animales.
“Llegamos a esta conclusión por las características isotópicas, que indican una altura cercana a los 1.400 msnm, y por el análisis del estroncio, que señala un origen en el altiplano”, señaló la investigadora Betancourt. Además, registros históricos de cronistas apoyan estos hallazgos. Dentro de las nuevas regiones de procedencia identificadas se encuentra Tocaima, Cundinamarca, y otras zonas de los Andes centrales y orientales.
Un rompecabezas histórico
La reconstrucción del pasado de los 34 individuos que conforman la Colección de Momias ha sido un desafío que ha requerido la colaboración de antropólogos, odontólogos, genetistas y arqueólogos. Muchos de estos restos fueron recuperados tras procesos de guaquería y posteriormente donados al Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH) y al Museo Nacional, pero sin información clara sobre su procedencia.
Mediante análisis de isotopía, un método costoso que permite conocer la dieta, el posible lugar de origen y las condiciones climáticas en las que vivieron estos individuos, se lograron avances significativos. Este proceso se llevó a cabo con la colaboración de laboratorios en Estados Unidos y México, donde se analizaron muestras óseas y se establecieron patrones en la alimentación de estas poblaciones prehispánicas.
Los resultados indican que todas las momias compartían una dieta basada en maíz, legumbres y zapallos, aunque la fuente de proteína variaba. En el caso de los recién nacidos e infantes, su alimentación se basaba en leche materna, mientras que los niños mayores consumían una dieta similar a la de los adultos. Además, los dos individuos más antiguos de la Colección, pertenecientes al periodo Formativo tardío (425 a. C.), mostraban consumo de proteínas de animales que no se alimentaban de maíz, lo que sugiere diferencias en los recursos disponibles a lo largo del tiempo.
Una técnica de momificación diferente a la egipcia
Los investigadores también concluyeron que la momificación en la época prehispánica era un proceso artificial e intencional, pero muy diferente al utilizado en Egipto. En lugar de envolver los cuerpos en vendajes individuales, las comunidades indígenas colombianas secaban rápidamente los cuerpos colocándolos en estructuras cercanas al fuego. El calor y el humo eliminaban los fluidos corporales y, una vez parcialmente secos, pero aún flexibles, eran ubicados en posición fetal, cubiertos con textiles, redes de algodón o cuero, y envueltos en fardos.
Esta técnica fue documentada en crónicas españolas y evidencia la importancia que estas sociedades otorgaban a la preservación de sus muertos. Los análisis realizados indican que la mayoría de estas momias datan del siglo XV en adelante, perteneciendo a los muiscas, guanes, laches y chitareros, pueblos de lengua chibcha de la cordillera Oriental.
El hallazgo de estas momias enmascaradas en Cundinamarca representa un avance significativo en la comprensión de las prácticas funerarias prehispánicas en Colombia. Gracias a la combinación de análisis arqueológicos, forenses e históricos, los investigadores han logrado reconstruir parte del pasado de estas comunidades y desmentir creencias erróneas sobre su origen. Este descubrimiento abre nuevas puertas para la investigación y preservación del patrimonio arqueológico del país.