Timofill Orel ha matado a 432 militares rusos en el frente de guerra. Es uno de los hombres más condecorados del Ejército ucraniano ‒le han dado la Cruz Dorada y la medalla de Héroe‒. Tanto reconocimiento se debe a que tiene una especial capacidad para dirigir drones que alcanzan objetivos enemigos.
Cuando ataca a los rusos, Timofill siente “lo mismo que un piloto de caza”. “Ya no hay casi combates entre humanos contra humanos. Solo drones contra humanos”, “en máquinas contra humanos: tres años de guerra en Ucrania”, dice un artículo publicado en la sección dominical de El Mundo, de España.
Este conductor de drones ucraniano superó hace tiempo el récord del francotirador de los Montes Urales, Vasili Zaitsev. Escondido en torres y casas en la antigua Stalingrado, hoy, San Petersburgo, Zaitsev dio de baja a 242 militares alemanes que pertenecían al frente oriental en 1941, convirtiéndose en un ícono de la guerra del que se han hecho películas.
Los francotiradores siguen vigentes en la invasión de Rusia a Ucrania, pero cada vez son menos importantes. La guerra se libra sobre todo entre drones y máquinas que atacan o defienden contingentes militares, infraestructuras críticas, redes de abastecimiento y ciudades.
Para Ucrania, los drones han sido la mayor explicación de su relativo éxito frente a Rusia. Hace tres años, Vladimir Putin aseguró que conquistaría Kiev en un poco más de dos semanas, confiado en el tamaño de su Ejército que era cuatro veces más grande que el de los ucranianos.
El dictador ruso, sin embargo, no contó con que su enemigo respondería con un Ejército, no de hombres, sino de drones que atacarían desde la distancia y estaría compuesto por jóvenes con capacidades para jugar videojuegos.
Las guerras modernas
Desde drones que pesan más de 454 kilogramos hasta otros que caben en la palma de la mano, Ucrania ha basado su estrategia de defensa a partir de ellos, un ejemplo de lo que hoy son las guerras modernas.
El concepto de guerras modernas viene de hace una década cuando expertos en defensa y seguridad empezaron a hablar de una nueva era en la que las guerras iban a tener menor incidencia humana en las operaciones o, mejor, muchas acciones iban a ser dirigidas por máquinas automatizadas.
En “Guerra de drones”, un libro publicado por Jhon Kaag y Sarah Kreps, se habla sobre cómo los drones liderarían la automatización en los frentes de guerra. Tal escenario ya está aquí. Es Ucrania donde hoy existe un gran experimento para entender cómo son y serán las guerras por lo menos en esta y la siguiente década.
Desde una casa campestre que sirve de puesto de operaciones, un compañero de Timofill Orel que le llaman ‘Capellán’ cuenta cómo funcionan los drones.
En el frente de guerra, ‘Capellán’ y su escuadra teledirigen drones kamikazes, que se lanzan contra el enemigo a gran velocidad o drones espías que vuelan alto, “pero su gran ojo puede ver si un soldado se ha afeitado esta mañana”. También usan los más conocidos, los de bombardeo, que lanzan granadas o los que expulsan fuego “como un dragón”. Incluso, los ucranianos han operado drones que por altavoces lanzan mensajes desmotivadores con la lista de soldados rusos capturados.
Además de estas capacidades, Kristen D. Thompson, comandante de la OTAN para el Este, escribe en el Council of Foreign Relations (revista especializada en asuntos internacionales) que en Estados Unidos se vienen desarrollando “drones con perfiles de resistencia más largos pueden llevar a cabo eficazmente horas de reconocimiento, lo que permite a otros drones más avanzados llevar a cabo ataques de precisión en lo más profundo del territorio enemigo”.
Agrega que existen otros modelos que “permiten a soldados individuales vigilar los movimientos del adversario sin arriesgar la vida ni abandonar la posición del soldado”.
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La cantidad de usos que puede tener un dron en el frente de guerra es variada. En 2024, la operación Járkiv, en la ciudad de Lypsi, Rusia, fue el escenario de un ataque ejecutado por Ucrania únicamente con drones. El Ejército de Ucrania relató que primero se movilizaron los drones espías para determinar las posiciones enemigas. Luego, llegaron los drones bombarderos que le abrieron el paso a los drones, a una docena de drones terrestres, como una especie de pequeños vehículos monitoreados.
Drones sobre Kiev
Una cosa es ver los drones en el frente de guerra, otra muy distinta es verlos volar sobre el techo de cualquier edificio o iglesia ortodoxa en Kiev, la capital ucraniana.
Aunque Putin no ha logrado conquistar esta ciudad por la resistencia del Ejército ucraniano, todas las noches suenan las alarmas antiaéreas avisando que se avecina un Ejército de drones rusos. Cansados ya de la guerra, los habitantes se refugian con desasosiego en sus casas, mientras que arriba, en el cielo, se libra una guerra entre los drones rusos y los ucranianos.
Según el Ministerio de Defensa de Ucrania, cada día Moscú envía 200 drones Shaheed, de fabricación iraní, contra las principales ciudades ucranianas, como Kiev, Kharkiv u Odessa. En respuesta, los drones enviados por las fuerzas de Volodímir Zelensky atacan las principales refinerías rusas, un golpe neurálgico al corazón de la economía petrolera de este país.
Muchas veces las noches transcurren en medio de combates entre ejércitos de drones de ambos lados, pero otras veces no. Los drones atacan a contingentes militares compuestos por decenas de hombres que ya no mueren por las balas de los fusiles, sino por el disparo de un dron.
Según un médico que atiende a los reporteros de El Mundo en el frente de guerra ‒no revelado por seguridad‒ comenta que “los drones son los responsables de las bajas en ambos ejércitos”. “Si un dron te localiza, tienen pocas posibilidades de escapar”, dice con crudeza.
A la fecha se calcula que han muerto más de 150.000 militares de lado y lado, aunque Rusia mantiene en secreto las cifras de caídos en combate, que se estiman pueden ser más porque sus operaciones suelen ir acompañadas de muchos más hombres que su enemigo.
Así son las guerras modernas. Hombres atrincherados sin dormir en pequeñas casas que visten unas gafas biónicas y manejan un control que le da órdenes a unos drones capaces de rastrear, vigilar y atacar objetivos militares para no ser atacados por otro ejército de drones que los pueden matar o herir sin que otro humano dispare un fusil.
*Analista y consultor. MPhil en Universidad de Oxford.